Pedro y el Comisario (nuevo bestiario político)
«Necesitamos un Gobierno fuerte, decidido a defender el pacto constitucional y atento a las necesidades de la gente y no a las de un puñado de mequetrefes»
El título de este artículo remeda el del álbum de una comedia musical satírica de Allan Sherman, inspirada en Pedro y el Lobo de Prokófiev. En ella el lobo es el comunismo, encarnado en un revolucionario ruso, un comisario. Pero simboliza la amenaza de cualquier régimen político que permita a los gobernantes ocultar sus responsabilidades personales en la toma de decisiones, escudándose en el funcionamiento del sistema. En el entremés teatral el narrador nos recuerda que un camello es un caballo diseñado por un comité, sarcasmo que se adjudica a Peter Drucker, famoso consultor de negocios, padre intelectual de los métodos de gestión en las empresas. El lector ya habrá intuido que en nuestro caso el Pedrito del cuento es nuestro jefe de Gobierno y el lobezno la aspirante a Comisaria de Competencia de la Unión Europea, que empieza a jugar un papel inesperado en la tragedia de la Comunidad de Valencia.
Nuestra clase política, empobrecida tanto intelectual como moralmente, está dando un espectáculo desolador y deleznable en la gestión de la catástrofe. Tanto el presidente del Gobierno español como el de la Generalitat se mostraron lejanos, casi ajenos, a las iniciales y angustiadas demandas de las víctimas, al interés general, y a los derechos de los ciudadanos. Para mayor vergüenza ambos refugian todavía su inoperancia y el fracaso de su gestión en el sistema que ellos mismos crearon; se han mostrado incapaces de autocrítica ninguna, huérfanos de empatía con quienes padecieron las consecuencias de las gigantescas inundaciones, y con la ciudadanía en general, que tiene derecho a exigir información y responsabilidades.
Para empezar con Carlos Mazón, avergüenza que aún no haya dado explicaciones sobre su comportamiento personal el día de la tragedia, ausente como estuvo en la inicial toma de decisiones, al parecer en diálogo secreto con una periodista que por lo visto tampoco se sintió interesada por las noticias que llegaban a todos los medios de comunicación. Su insoportable discurso ante la asamblea de la Comunidad; su personal manual de resistencia, basado en gestionar para la reconstrucción y reparación de daños nada menos que 31.000 millones de euros financiados por los impuestos de los ciudadanos; el querer escudar su incompetencia en la de sus rivales políticos, y su empeño en ejercer un liderazgo para el que demostró estar del todo incapacitado, serían razones suficientes para poner su empleo público a disposición del jefe de su partido y de la mayoría parlamentaria que le encumbró. Por ello está plenamente justificada la emergencia de un grupo disidente dentro de su propio partido, que le reclama responsabilidades y le considera indigno de permanecer en su puesto.
Ojalá cundiera este último ejemplo también en el seno del Partido Socialista a la hora de reclamar al presidente del Gobierno asumir sus propias culpas por no declarar el estado de alarma o cuando menos el de emergencia nacional ante la catástrofe valenciana. También en este caso avergüenza su declaración y velada amenaza respecto a condicionar la ayuda económica a los perjudicados, sometiéndola a la aprobación de los presupuestos generales del Estado. Constituyó un auténtico intento de chantaje a los representantes parlamentarios de todos los partidos, incluidos los de sus socios de investidura. Por lo demás, lejos de demostrar su empatía y solidaridad con las víctimas acudiendo al lugar de los sucesos, cuanto antes y tantas veces como hubiera sido necesario, prefirió embarcarse en un itinerario internacional a su medida y no a la de los intereses del país.
La enumeración de los hitos del caos político que vive la sociedad española, en pago al arrogante deseo de Sánchez de presidir el Gobierno pese a haber perdido las elecciones, ocupa ya una lista en continuo crecimiento. La magnitud de la catástrofe de las inundaciones, tanto en pérdida de vidas humanas como en multimillonarios daños económicos, ha amortiguado el ruido respecto a otras noticias que ponen de relieve la degradación e incompetencia a las que su equipo nos tiene sometidos.
«Begoña Gómez guarda obstinado silencio sobre su proceder tanto ante los jueces como ante el Parlamento»
Mientras las víctimas de la dana morían o sobrevivían azarosamente, la guardia civil, además de ayudarlas por todos los medios a su alcance, registraba por orden del Tribunal Supremo el despacho y pertenencias del fiscal General del Estado, investigado por revelación de secretos, siendo él como es formalmente el guardián de la legalidad. Días más tarde, el segundo jefe de la policía nacional encargado de la lucha contra el narcotráfico y blanqueo de capitales era detenido bajo la acusación de ser uno de los capos de la mafia a la que supuestamente perseguía. Billetes por valor de 20 millones de euros ocultos en las paredes de su domicilio son una prueba de cargo al respecto.
Coetáneamente, la familia del jefe de Gobierno, tanto su mujer como su hermano, están siendo investigados por varios delitos, pero doña Begoña Gómez guarda obstinado silencio sobre su proceder tanto ante los jueces como ante el Parlamento. Alguien debería explicarle a su eficiente abogado que el beneficio procesal que eso pudiera producirle es infinitamente más pequeño que el perjuicio reputacional que de su silencio se desprende. Los inocentes que no tienen nada que temer no suelen permanecer callados. Por si fueran poco estos eventos también surgió contemporáneamente la acusación de violencia sexual contra el portavoz de Sumar, imprescindible socio de Gobierno para que Sánchez siga disfrutando de las ventajas de sentarse en el trono del poder. Este se llama en México la Silla del Águila, pájaro que ya ondeaba en la bandera nacional durante el franquismo.
El último entremés de este tinglado de las maravillas es la lucha europea en torno al nombramiento como Comisaria de nuestra vicepresidente tercera. De nuevo la politización extrema oscurece y confunde el único hecho relevante para la opinión pública: sus eventuales errores, que según quienes la acusan habrían llevado a priorizar las demandas ecologistas frente a la seguridad en la prevención y lucha contra las riadas. Con lo que estamos asistiendo a la involucración de las políticas nacionales en los asuntos europeos. Aquí lo importante para Sánchez (no para España ni para Europa) es que su candidata triunfe, aunque triunfen también los de la derecha reaccionaria de Hungría e Italia. No se trata de mejorar la Comisión Europea, sino de confrontar y demoler al PP.
La acumulación de tanto desorden con este bestiario político en confusa formación comienza a debilitar los lazos de la ciudadanía con nuestro sistema de representación democrática. La polarización ha terminado por trasladarse también dramáticamente a las controversias mediáticas. Las amenazas al ejercicio del periodismo independiente no llegan solo de los excesos en las redes sociales, en cuyo anonimato se ocultan con frecuencia activistas a sueldo de los propios partidos. La sumisión a los dictados y dádivas del poder, la extrema ideologización de periódicos y emisoras memorables que un día fueron independientes, dificultan la formación de una opinión pública que ampare y defienda los valores constitucionales. Sánchez debería aprender del ejemplo alemán, en el que la debilidad del partido socialista ha llevado al canciller a la convocatoria de elecciones. Y eso que allí su coalición de investidura no es como en nuestro caso una mezcla del túnel de los horrores con el de la risa.
«Necesitamos un gobierno en el que Pedro no acabe siendo paradójicamente también el lobo, y sus adláteres sus comisarios»
Aparte de lo ya descrito, el Gobierno que presume de ser el más progresista y feminista de todos los tiempos tiene a su antiguo hombre fuerte y secretario de organización del partido investigado por corrupción; la legislatura depende de las decisiones de un prófugo de la justicia que lidera un partido supremacista desleal con la Constitución; y el presidente y sus ministros cabecean sumisos ante las demandas de quienes utilizaron y apoyaron la violencia política como método de obtener el poder.
Necesitamos un Gobierno fuerte; con suficiente apoyo social; de indudables convicciones democráticas; decidido a defender y fortalecer el pacto constitucional; y atento a las necesidades de la gente antes que a las ambiciones de un puñado de mequetrefes. Un gobierno en el que Pedro no acabe siendo paradójicamente también el lobo, y sus adláteres sus comisarios. Que frente a sus excusas, sus silencios y sus mentiras aprendan la lección de los miles de voluntarios que acudieron en ayuda de las poblaciones de Paiporta y otras villas destruidas. Y empuñen las mejores herramientas descritas en Chinchiminín, cherí, otra famosa canción de Sherman. Para luchar contra el fango, el mal olor y la destrucción material y política que padecemos es preciso emplear una escoba especial y un cepillo sutil.