Una Hacienda pública de sainete
«Las necesidades de Sánchez para mantenerse en La Moncloa unidas a la ausencia conocimientos de Montero presagian que continuará el descrédito de Hacienda»
Qué sainete, y aún más qué desastre, qué espanto, qué horror, hasta donde ha caído la Hacienda Pública española debido a las carencias de la actual ministra de Hacienda y al infortunado rumbo que sigue el Gobierno del que forma parte.
La hondura del pozo en el que habita hoy la fiscalidad española pudo comprobarse en la sesión de la Comisión de Hacienda del Congreso de los Diputados que debía debatir y votar el paquete fiscal que se someterá próximamente al pleno del Congreso. Como se sabe, la sesión se inició el lunes por la tarde y finalizó el martes de madrugada, casi ocho horas después. En absoluto es criticable en sí misma la duración de una sesión de Comisión, todo lo contrario pues precisamente desmentiría las críticas al escaso trabajo de los diputados. Pero sucede que en esta ocasión la causa de la prolongada duración obedeció a una prolongadísima suspensión de la sesión originada por la incapacidad parlamentaria del Gobierno de armar una propuesta fiscal con sus socios de legislatura. Suspensión de la sesión, votaciones varias, cambios varios y contradictorios sobre la marcha del contenido del proyecto a votar, todas estas circunstancias concurrieron en el sainete provocado por MJ Montero.
El orden, la mesura, los formalismos… En el tratamiento de la fiscalidad son elementos fundamentales para catalogar el nivel de calidad de una democracia. La detracción de recursos a los ciudadanos es algo muy serio y, lógicamente, la definición de los impuestos mediante los que van a ser detraídos también. Por ello, las modificaciones del sistema tributario deben tener un proceso de adopción no menos serio que incluya los correspondientes análisis económico, tributario y social, además del obligado estudio de su viabilidad legal/constitucional. Un proceso así es de todo punto incompatible con la premura y el desbarajuste en la aprobación de las normas impositivas que caracteriza la política tributaria del actual Gobierno.
Basta con recordar cómo y de qué manera se aprobaron en su día los llamados impuestos contra las empresas bancarias y energética o el denominado impuesto a los ricos. O la humillante claudicación ante los independentistas de ERC para servirles en bandeja y al corre-corre el concierto con la Generalitat como precio pagado para hacer a Salvador Illa president. O la criminal utilización de la inflación como impuesto para obtener recursos ilegítimamente empobreciendo de modo ilegítimo al conjunto de la población. Esta desafortunada dirección de la Hacienda Pública española que ejerce el Gobierno Sánchez no es acorde con los estándares que corresponden a una democracia avanzada. No lo es.
Pero el show acaecido a caballo entre anteayer y ayer ha superado el listón de las barbaridades cometidas por el Gobierno en materia fiscal pese a que ya estaba muy elevado. Un Gobierno que cambió de opinión y propuso cuestiones opuestas en varias ocasiones durante la misma reunión, que se comprometió con unos grupos a una cosa y con otros a la contraria, que para navegar en semejante lodo necesitó que se suspendiera la sesión por un largo, larguísimo, periodo de tiempo y que, finalmente, maniobró como pudo para ¿ganar? una última votación intentando aparentar así que se reparaban las derrotas previas.
«En la cuestión fiscal que se dirime, el acuerdo del Gobierno con alguno/s de sus socios le conduce al desacuerdo con otro/s »
Éste y no otro es el guion del último episodio de la telenovela, cómica si no fuera trágica, que dirige Sánchez y protagoniza Montero. Todo ello con la duda de lo que pueda resultar en el pleno del Congreso de mañana donde no se sabe por dónde puede salir el Sol porque ahora mismo parece claro que en la cuestión fiscal que se dirime, el acuerdo del Gobierno con alguno/s de sus socios le conduce al desacuerdo con otro/s y, así, la incógnita es máxima.
A veinticuatro horas de la decisión que ha de adoptarse en el Congreso de los Diputados se desconoce si el Gobierno va a proponer o no la prórroga de los impuestos a bancos y energéticos, la exención en el IVA para los seguros sanitarios privados, la creación de un nuevo Impuesto sobre el Lujo -al estilo del existente en el franquismo-, si va a sobre gravar a los pisos turísticos… Este desconcierto es impropio de una Hacienda Pública seria y solo se explica por la incapacidad y la irresponsabilidad que a partes iguales anida en los gobernantes que la dirigen.
Definitivamente, con el tándem Sánchez-Montero nuestra Hacienda Pública ha perdido la seriedad, la fiabilidad, la calidad y la credibilidad que tenía hasta que ellos llegaron. La conjunción de todos los desmanes previos y de la conducta tan absolutamente errática seguida estos días por el Gobierno en la elaboración del paquete fiscal que va a presentar a la Unión Europea es una auténtica auto descalificación en toda regla de sus elaboradores.
Con todo, lo malo es no lo ya sucedido, pues cabe pensar que lo peor está por venir. Las necesidades de Sánchez para mantenerse en La Moncloa -como sea- unidas a la falta de responsabilidad y ausencia conocimientos de su ministra de Hacienda hacen presagiar que nuestra Hacienda Pública se seguirá despeñando aún más por la ladera del descrédito y del esperpento. Ni un redivivo Valle-Inclán podría superar en la ficción la realidad que nos ofrecen el uno y la otra.