THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Al final de la escapada... o sin aliento

«Entre las razones del mal funcionamiento de nuestra democracia está la incompetencia del PP embarcado en una absurda persecución a la señora Ribera»

Opinión
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Al final de la escapada… o sin aliento

Alejandra Svriz

Desde la moción de censura a Rajoy en 2018 y el nuevo gobierno extrañamente «progresista» de Pedro Sánchez, apoyado por un batiburrillo contradictorio de partidos de muy distinto pelaje, tuve la impresión -evidentemente equivocada- que aquello no podía durar mucho. Pues bien, hace seis años y medio que no salimos de este bucle, para nada melancólico, en el que entonces nos metimos.

Además, todo ha ido a peor. Primero, el Gobierno fue breve, no llegó al año, porque no encontró apoyos parlamentarios suficientes para aprobar los presupuestos. Aún se respetaban ciertas reglas, incluso las no escritas.

Después, tras el error garrafal de Ciudadanos al no querer formar gobierno con el PSOE, se repitieron elecciones e inmediatamente se constituyó el gobierno de coalición PSOE-Podemos, con soporte parlamentario independentista, que consiguió atravesar a trancas y barrancas la trágica pandemia, otorgó el indulto a los golpistas catalanes condenados y empezó a aprobar leyes en sintonía con el nuevo feminismo woke, de raíces identitarias y antiliberales, procedente del mundo universitario norteamericano.

Los ignorantes de Podemos pensaron -es un decir- que eran lo más de los más dentro de la izquierda revolucionaria mundial. El PSOE de Sánchez se lo tragaba todo con tal de mantenerse en el poder y, además, empezó a transformarse psicológicamente: no sólo había que hacer de la necesidad virtud -como explicitó después su líder máximo- sino que progresivamente fue encontrándose cómodo dentro de estas nuevas ideas, tan contradictorias con su tradición socialdemócrata, y empezó a asumirlas.

«El escalofriante recuerdo de la España que transcurre entre octubre de 1934 a julio de 1936 ha sido, y sigue siendo, inevitable»

Así pues, el PSOE dejó de ser el PSOE y pasó a ser un partido de una sola idea: que no gobierne la derecha, la extrema derecha, la derecha extrema, ni los socialistas críticos y heterodoxos, ya que todo era lo mismo: la «fachosfera». En cambio, los independentistas del PNV y Junts, de ERC y Bildu, los populistas de Podemos y después de Sumar, eran de izquierda, de los suyos, porque les mantenían en el poder. Extraño razonamiento.

De una España dialogante y pactista, unida por una Constitución en la que todos tienen cabida, se pasa a una España dividida en dos bandos irreconciliables. La concordia dentro del pluralismo es sustituida por la dialéctica schmittiana amigo/enemigo, preludio siempre de un enfrentamiento civil. El escalofriante recuerdo de la España que transcurre entre octubre de 1934 a julio de 1936 ha sido, y sigue siendo, inevitable.

Ante todo, y con carácter previo, había que polarizar el país del modo que fuera para mantenerse en el poder: el PSOE, sin polarización, o bien perdía las elecciones, o bien se vería forzado a pactar con el PP, contrariamente a las promesas de Sánchez dentro de su mismo partido. Para conseguir esta polarización era necesario alcanzar varios objetivos y utilizar determinados instrumentos:

a) Impedir el buen funcionamiento de las cámaras parlamentarias, saltándose las reglas escritas o no escritas que las regulan.  

b) Neutralizar a los órganos de control, en especial, pero no sólo, el Poder Judicial y los medios de comunicación, también «colonizar» otras administraciones para fidelizarlas.

c) Evitar la democracia dentro de los partidos, por imperfecta que fuera hasta entonces, y ejercer dentro de ellos un hiperliderazgo despótico que eludiera toda crítica.

d) Utilizar como arma dialéctica la llamada «postverdad» que no es tanto la mentira y el engaño, que también, sino la consideración de que las verdades objetivas en realidad no existen, su carácter es siempre subjetivo y, por tanto, pueden cambiar según las conveniencias. El caso de la constitucionalidad de la amnistía, entre tantos otros, es un claro ejemplo.

e) La ruptura de las reglas no escritas, es decir, aquellas que se dan por supuestas en toda democracia constitucional y, por tanto, el legislador o el constituyente no han creído necesario establecerlas por escrito.

Todos estos objetivos y procedimientos se han utilizado en los últimos seis años. Lo supimos desde el principio y quedó claro al constituir el primer gobierno de coalición PSOE/Podemos: a Sánchez le quitaba el sueño pactar con Podemos pero inmediatamente pactó. Su insomnio era una postverdad. Lo que yo no sabía, ni siquiera sospechaba, era el grado de corrupción en la cúpula del gobierno socialista ya en los primeros tiempos.

El primer acusado es Ábalos, entonces un personaje de segunda fila, pero el principal impulsor de la candidatura de Pedro Sánchez la segunda vez que se presentó al cargo de secretario general del PSOE (mayo de 2017), enseguida secretario de Organización del partido, es decir, el segundo de a bordo, y ya después de la moción de censura de 2018 ministro de Obras Públicas y Transportes, el principal ministerio de gasto, más todavía en la época de la pandemia en la que se debían adquirir mascarillas en países tan lejanos como China.

Pero más sorprendente aún, incluso inusitado, es que en los dudosos (y probablemente sucios) negocios de Ábalos estuviera mezclada la señora Begoña Gómez, esposa de Sánchez. No me atrevo a decir que sea culpable de nada porque no lo sé de cierto, pero sí considero que una mínima prudencia política le debía haber impedido, desde que su marido fue nombrado presidente del Gobierno, e incluso antes, intervenir en asuntos en los que se trataba era obtener ayudas, subvenciones o permisos de la Administración que necesitaban el visto bueno del gobierno.

«Entre otras razones del mal funcionamiento de nuestra democracia está la incompetencia del PP, en estos días embarcado en una absurda persecución a Ribera para que no sea designada vicepresidenta de la Comisión»

Esto es lo más asombroso de los últimos meses, el mal funcionamiento democrático lo sabíamos hace tiempo, las cesiones continuas a sus socios de legislatura también. Por ejemplo, entre estos últimos, el pactar con ERC un concierto económico para Cataluña y con el PNV las sigilosas e importantes reformas que conocemos desde hace sólo unos días unos días acerca de las potestades fiscales del gobierno vasco. Todos estos oscuros pactos contrarios al interés general de los españoles, sólo imprescindibles para que el PSOE se mantenga en el gobierno, ya no sorprenden a nadie. Pero la enredada madeja en la que se encuentra la señora Gómez, los tipos con los que se trataba y, sobre todo, su negativa a contestar en las comparecencias judiciales, infunden más que sospechas. Y nadie puede pensar que estas actividades eran ignoradas por su marido.

Pues bien, ahí estamos. Podríamos añadir muchas otras cuestiones que han saltado a las páginas de los periódicos en las últimas semanas. No es la menor, la detención del segundo jefe de la policía nacional encargada de la lucha contra el narcotráfico y blanqueo de capitales, que tenía escondidos millones de billetes entre las paredes de su casa. ¿No se le debería pedir responsabilidades políticas al ministro del Interior, señor Marlaska?

Porque entre otras razones del mal funcionamiento de nuestra democracia está la incompetencia del Partido Popular, principal partido de la oposición, en estos días embarcado en una absurda e incomprensible persecución a la señora Teresa Ribera para que no sea designada vicepresidenta de la Comisión Europea, algo que ni es muy importante en sí mismo ni interesa para nada a la mayoría de los ciudadanos españoles. Sin una buena oposición, las democracias no funcionan.

Hoy jueves 21 de noviembre es un día interesante para la política española. En el Congreso se debaten unas normas fiscales que el gobierno ha prometido en sentido contrario a unos y a otros de sus aliados parlamentarios: ahí podremos ver la solidez gubernamental. En sede judicial, un tal Víctor de Aldama, actualmente en prisión provisional desde hace un mes y medio, acusado de varios delitos y amigo o examigo de Ábalos, ya se verá, declara ante el juez competente de la Audiencia Nacional a petición propia. Ambas cuestiones -una política, la otra judicial- dan la medida de la actual situación de nuestra democracia.

Una célebre película de Godard, miembro eminente de la nouvelle vague francesa, se titula Au bout de souffle, que se proyectó en España bajo el título Al final de la escapada, aunque sería más exacto traducir su título francés por «Sin aliento». Desde luego el Gobierno de España, y Pedro Sánchez en especial, está sin aliento aunque algún entrañable amigo me dice que en realidad está al fin de la escapada, de su escapada. Creo que más pronto que tarde, lo veremos.

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