Martutene: fuga y tocata
«Bonito panorama musical: se cancela por murmuraciones a Plácido Domingo y se celebra como artista del pueblo a quien simpatiza con los criminales»
Cuando vuelvo en tren, sé que estoy a punto de llegar a San Sebastián cuando pasamos por la cárcel de Martutene. Cinco, diez minutos y habremos llegado. Al pasar delante del edificio, con más aire de convento que de penitenciaría, me acuerdo de mi amigo Antonio Beristaín, el único santo al que he conocido personalmente, cuando le acompañaba a dar charlas a los reclusos sobre la vida y, por tanto, la libertad. Y también recuerdo, aunque sólo le vi una o dos veces, a Francisco Javier Gómez Elósegui, el joven psicólogo que vino a verme a la Facultad de Zorroaga para preguntarme que actividades culturales podría llevar a cabo con los presos en Martutene. Un pedazo de pan, el chico. Le indiqué que una posibilidad era el cinefórum y luego le puse en manos de mi Sara, con la que organizó un par de sesiones cinematográficas. ¡Treinta años y un día aceptaría yo gustoso de condena, con tal de poder verla otra vez! Estábamos en Madeira, donde fui a dar una charla, cuando por fin encontramos en el hotel un ejemplar de El País atrasado (aunque no tan atrasado como ahora, claro), se lo di a ella mientras yo pagaba, lo abrió, se le mudó la color y se puso a llorar. Entre sollozos me enseñó la foto de Gómez Elósegui: «¡Es él, mira, es él!». La vil escoria etarra había recompensado su interés por el bienestar de los reclusos con dos tiros. Se arrastró bajo un coche y estuvo desangrándose allí hasta que le encontraron. Sara lloraba y yo rabiaba: «¿Ves? La culpa la tengo yo. Con esa gente no se puede hacer favores. ¡No llores, que la culpa la tengo yo!».
Hoy la cultura carcelaria sigue su avance. El pasado sábado el Gobierno Vasco, es decir, la representación oficial del Estado de derecho español en Euskadi, autorizó un concierto al aire libre (el aire libre de la cárcel) en Martutene. El artista (digámoslo así) invitado fue Fermín Muguruza y su grupo Pikete Larroa, que interpretaron su famosa canción Sarri, Sarri, en la que se celebra la huida de dos etarras, Joseba Sarrianoindia y Joseba Pikabea, de esa misma cárcel de Martutene. Entre el público asistente había más de treinta etarras y no del montón: Henri Parot, Ibon Fernández Iradi y Txeroki, que corearon con lógico jolgorio la interpretación. También estaban presentes, gajes del oficio, varios funcionarios de prisiones compañeros de los asesinados por los terroristas, pero parecían menos contentos que los demás con el espectáculo. Siempre que ustedes sepan de algo vil o estúpido con sello oficial seguro que enseguida topan con un socialista: en este caso es la consejera María Jesús San José, máxima responsable política de las tres prisiones vascas, que, además de idear este bonito espectáculo, ya ha concedido el tercer grado a siete etarras para que cumplan su condena en casa o en la herriko taberna que tengan más a mano. Suma y sigue.
«Siempre que ustedes sepan de algo vil o estúpido con sello oficial seguro que enseguida topan con un socialista»
Parece que el artista Muguruza está algo quejoso por la poco entusiasta respuesta del lehendakari Pradales ante el festejo de Martutene, que le ha parecido más bien impertinente. Le recuerda Muguruza que para el mes de junio prepara un concierto en el estadio de Anoeta, para el que ya ha vendido más de 25.000 entradas, así que a ver qué pasa. Ya saben el dicho que recomienda comer mierda porque cientos de miles de moscas no pueden estar equivocadas… Naturalmente, la asociación de víctimas Covite se ha mostrado indignada con la celebración de los héroes etarras: ¡la gran evasión, con Sarrionaindia en lugar de Steve MacQueen! Y enseguida volvemos al mamoneo habitual de que hay que respetar a las víctimas, que no se debe humillar a las víctimas… De un lado están los 25.000 cabestros que van a escuchar a Muguruza, los del patio de Martutene aplaudiendo el Sarri, sarri y por otro el puñado de víctimas a las que no hay que humillar, que bastante tienen con su duelo y además están ya muy mayores. No hay comparación, los muguruzanos son más, los que aplauden la huida de los etarras, los que de verdad representan al pueblo… Pues mire, no. No es verdad. Aunque en Anoeta se junten miles de vociferadores, aún quedamos cientos de miles que no queremos estar ahí. Y muchos millones de españoles que no queremos que los etarras eludan su castigo y su responsabilidad. ¿Por qué se habla siempre de humillar a las víctimas, como si sólo ellas tuvieran sentimientos respetables? La mayoría de los ciudadanos españoles, entre los cuales están los vascos, no queremos a los asesinos ni tampoco las ideas psicópatas que les llevaron a matar. Festejos como el de Martutene humillan y/o indignan a cuantos reclamamos más leyes y menos privilegios, más Estado de derecho y menos tribus con rituales caníbales y aporreamiento de txalapartas.
Bonito panorama musical: se cancela por murmuraciones a Plácido Domingo y se celebra como artista del pueblo a quien simpatiza con los criminales y pone melodía al descerebramiento juvenil. Quevedo habló de la juventud «robusta y engañada». Descuiden, llenarán Anoeta el próximo 14 de junio.