Begoña, la experta en 'frundaisin'
«El mérito de la mujer de Sánchez es demostrar que la corrupción moral, estética y política siempre viene acompañada de una corrupción del lenguaje»
´Hola, pueblos’, es el proyecto para la España vacía que vincula a Teresita Ribera, Begoña Gómez y Aldama. La España vacía, la transición ecológica, el teletrabajo y otros vocablos que en el pelo de Begoña deslumbran.
Tanta literatura han derramado, entre la ministra del viento y la mujer del presidente, que nadie diría que en las reuniones se hablaba de captación de fondos, frundaisin y toda esa materia sobre la que giraba su cátedra de transformación social competitiva.
En esta confusión de palabros destacan siempre términos como cocreación, cooperación, sostenibilidad, transformación social, solidaridad estratégica… El PSOE y sus socios vienen hablando largamente de todo esto, con un vocabulario lo suficiente amplio como para cobijar una joyería en el escote.
Con esta vana palabrería, han conseguido que el ecologismo progresista huela más que nunca a fango, a flatulencia contaminante de becerra. Y no olvidemos que toda esta literatura de culpas colectivas venía a iluminar nuestras conciencias.
Ante este flatus vocis, ante tanto chiringuito, no creo que a nadie le interese la noticia política de que la nueva ministra del viento sea otra mujer. Ella, la nueva, será igual que Teresita, o que la mujer del presidente. Yo prefiero que pongan a una de las señoras ministras o presidentas de antaño, las españolas de los abrigos de piel, las señoras de visonazo y una joyería en el escote.
«Yo prefiero las ministras y señoras de antaño. Ante tanta hipocresía, pido que vuelvan pronto las ministras de los abrigos de piel, que vuelvan los desayunos con diamantes»
Las que coloca Pedro Sánchez no sé si cuidan el medio ambiente, pero ambientan mucho el discurso político para hacer caja. Se ha discutido mucho la competencia de Begoña para impartir docencia, pero en lo concerniente a la palabrería hueca, en lo relativo a esta meteorología doméstica del aire pudiera bien ser una eminencia.
El mérito de Begoña, pues, no está en decir nada nuevo, sino en darle al oficio de dotar de dinero público y de crédito a empresas, organizaciones o individuos, categoría académica y el barniz del sustanability, que es la gran preocupación de los capitalistas con sentimiento de culpa. Y en demostrar, con sostenido empeño, que la corrupción moral, estética y política siempre viene acompañada de una corrupción del lenguaje, bien aderezada de ingeniosas dosis de cursilería.
Una persona que afina tanto en la gramática y más siendo bilingüe, siempre es un buen activo en nuestra política de izquierdas. Y si no, miren a Begoña vender proyectos siempre auspiciados por el progreso de su pronunciación y de su gramática inglesa.
La realidad es que el ser humano tiene muy poca capacidad de inventiva, hasta los genios se pasan la vida repitiendo la misma idea (sobre todo los genios), y esto se hace especialmente gravoso en el caso de algunos políticos. Para remediar esta cortedad de ideas y de paso hacer nuevos negocios han optado por el vocabulario de lo progresista, que es lo que se lleva.
Yo prefiero las ministras y señoras de antaño. Ante tanta hipocresía, pido que vuelvan pronto las ministras de los abrigos de piel, que vuelvan los desayunos con diamantes, y «las señoras», toda una raza, una especie que creíamos a extinguir y a las que entendemos perfectamente, en castellano. Y, para terminar, que vuelvan las ministras licenciadas en Energía Nuclear. Para que las miren a éstas con asquito desde sus visonazos