THE OBJECTIVE
Juan Francisco Martín Seco

Cómplices

«Una gran responsabilidad va a recaer sobre sobre los delegados al congreso del PSOE. Culpables serán aquellos que reelijan a Sánchez como secretario general»

Opinión
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Cómplices

Ilustración de Alejandra Svriz.

¡Vae victis! ¡Ay de los vencidos!, clamó el jefe galo después de haber sitiado y vencido a la ciudad de Roma o, visto desde la otra orilla, «la historia la escriben los vencedores», afirmó Orwell en 1944. Viene esto a cuento del giro de 180 grados practicado por muchos de los altavoces mediáticos, articulistas, comentaristas y tertulianos, tras haber ganado Sánchez la moción de censura. Todo fueron alabanzas y loas a Pedro Sánchez y al nuevo Gobierno, lo que contrastaba de forma radical con lo que se decía antes, especialmente cuando su intento abortado de formar un gobierno Frankenstein, y su desalojo de la Secretaría General. ¡Vae victis! Es innegable que en política el éxito lo tapa todo y el fin justifica los medios. La historia la escriben los vencedores.

Cuando se consigue el poder, se incrementa de inmediato el número de partidarios y son muchos los que se acercan al nuevo faro que se ha encendido. Según la autoridad se asienta y se hace mayor, mayor es también el número de adeptos. En cierta forma se genera un proceso que se autoalimenta. Lo más difícil es escalar, mantenerse resulta más sencillo, sobre todo si no se tienen escrúpulos. Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece. No diría yo tanto, pero lo que sí es cierto es que en el mantenimiento y en las actuaciones de cualquier gobierno existen muchos responsables. Incluso las dictaduras no podrían sostenerse exclusivamente por la fuerza, si no contasen con la colaboración de un gran número de ciudadanos y de instituciones.

Ciertamente, no se puede afirmar que el régimen implantado por Sánchez sea una dictadura. En la Unión Europea hoy por hoy no caben, pero de lo que nadie puede albergar dudas es que el actual presidente del Gobierno está traspasando todas las líneas rojas. Ha aprovechado cualquier agujero en nuestro sistema democrático para afianzar su marcha hacia la autocracia. Seguramente este periodo pasará a la historia como el sexenio (esperemos que no sea la década) ominoso. Y, para su vergüenza, serán muchos los que habrán colaborado a ello.

A la hora de exigir responsabilidades hay que situar en primer lugar a los independentistas vascos y catalanes, que han hecho posible la loca aventura de Sánchez. Bien es verdad que tal culpabilidad es relativa, en cuanto que esa forma de actuar está dentro de su ser, de sus finalidades políticas. Podríamos decir que la responsabilidad es del propio sistema que ha dejado un agujero de tal envergadura que resulta posible que los que quieren destruir el Estado terminen mandando en el Estado.

Las culpabilidades comienzan con aquellos notables del PSOE, pocos, que se pusieron al lado de Sánchez en su refriega con el Comité Federal. Detrás de ese enfrentamiento, ya estaba presente el proyecto de formar un gobierno Frankenstein. La prueba más irrefutable de ello es que aquella noche en la que se defenestró a Sánchez, entre los que vociferaban en la calle de Ferraz se encontraba Torra, que entonces, por supuesto, aún no era presidente de la Generalitat. Su presencia indicaba claramente quiénes estaban interesados en que Sánchez llegase a presidente del gobierno.

«Muchas de las reivindicaciones de los independentistas habían sido señaladas con anterioridad por los líderes del PSC»

Culpables son desde luego el PSC y sus dirigentes, que se han situado siempre más cerca del nacionalismo que del socialismo, y que han sido, por supuesto, colaboradores e incluso inductores del Frankenstein y de todos los atropellos y desafueros cometidos a lo largo de todos estos años. Su responsabilidad viene de lejos, de la época de Zapatero, e incluso con anterioridad. Muchas de las reivindicaciones de los independentistas habían sido señaladas con anterioridad por los líderes del PSC (véase a estos efectos el artículo de Miguel Iceta en el diario El Mundo del 30 de noviembre de 2017 titulado Financiación justa para la Hacienda federal).

No se puede eximir de responsabilidad a una buena parte de la sociedad catalana que se confiesa contraria al independentismo, que se siente vejada por él y que, sin embargo, vota al PSC. Es difícil considerarlos víctimas, más bien son cómplices. Sin duda, en ese saco hay que meter a gran parte del empresariado catalán que si bien reniega del procés -consciente de que les ha perjudicado económicamente-, están dispuestos a recoger las nueces caídas de ese árbol, tales como el concierto.

Pero descendiendo más a lo concreto, fue tras la moción de censura cuando comenzaron en serio las adhesiones y por tanto las culpabilidades. Estas se encuentran presentes, con un puesto de honor, en todos aquellos que a lo largo de estos años han conformado los distintos gobiernos Frankenstein. Todos ellos han sido ministros gracias a los votos de independentistas, de golpistas, de filoetarras, etc y han participado en los sucesivos pagos y cesiones que Sánchez ha tenido que hacer para mantenerse en el poder.

Ese rol libremente asumido de comparsas y de cómplices será un baldón que les perseguirá toda su vida, y será difícil que se olvide una vez que pase el sanchismo. Permanecerá en la memoria colectiva el papelón que todos de una forma o de otra han tenido que hacer, comportándose como monos amaestrados repitiendo la consigna del día, contradiciéndose a menudo y desdiciéndose de lo que habían dicho el día anterior. Ciertamente, tal comportamiento no es tan extraño en el caso de muchos ministros, si consideramos sus currículos vitae que muestran que sus carreras han sido solo políticas en su totalidad y no han pasado de alcaldes de un pueblo más o menos grande. Pero es mucho menos explicable en todos aquellos que tienen una carrera profesional independiente de la política, que pertenecen a altos cuerpos de la Administración; algunos incluso fueron ministros o altos cargos, o se las dan de técnicos. Todos se han prestado a los desafueros y quedarán señalados en el futuro.

«Culpables son quienes deben ser neutrales como el fiscal general del Estado o los consejeros del Constitucional»

La responsabilidad se extiende también a los líderes de Podemos y de Sumar que antepusieron su afán de estar en el gobierno a cualquier otra consideración y se convirtieron no solo en cómplices del sanchismo, sino también en protagonistas casi al mismo nivel que Sánchez. Abarca también a algunos líderes sindicales que han seguido el camino fácil y se han situado bajo la sombra del Gobierno, desdibujando el carácter de clase de sus organizaciones para convertirlas casi en sindicatos orgánicos, con lo que han terminado justificando los abusos y errores del sanchismo.

Culpables son, y mucho, aquellos que deben ser neutrales por el puesto que ocupan, tales como el Fiscal General del Estado o consejeros del Tribunal Constitucional, etc., que se han plegado a la voluntad del jefe, le han blanqueado y han colaborado activamente a que traspasase todas las líneas rojas. Responsables son, aunque sin duda en mucha menor medida, los funcionarios, por ejemplo, fiscales, abogados del Estado, letrados de Cortes, etc que han cedido a las peticiones del Gobierno retorciendo la legalidad y los procedimientos.

Cómplices, y en un grado bastante elevado, son aquellas empresas y empresarios que, por puro interés económico, aunque lo despreciaban, se han movido alrededor del caudillo, y han colaborado a dar al régimen un baño de respetabilidad del que desde luego carecía.

La culpabilidad recae también sobre todos aquellos empresarios que han puesto sus medios de comunicación al servicio de Sánchez y su aventura; y, por supuesto, periodistas, tertulianos, comentaristas, que de forma desaforada se han lanzado contra viento y marea a defender lo indefendible con tal de apuntalar al régimen. En esa tarea han tenido que cambiar de opinión al unísono de cómo cambiaba la del Gobierno, y sostener y argumentar como podían, con la misma vehemencia, lo que antes criticaban o negaban. Ahora que somos tan proclives a resucitar los tuits o a tirar de hemeroteca, muchos se sonrojarían si comparásemos, al igual que hacemos con los políticos, sus opiniones de ahora con las de antaño.

«Son cómplices los congresistas y senadores que han votado a favor de leyes que daban cobertura a los abusos del Gobierno»

Son cómplices todos los que se sientan en las Cortes, congresistas y senadores que han votado a favor de leyes que eran necesarias para dar cobertura a los abusos e iniquidades planteadas por el Gobierno, y que muchos de ellos en su interior rechazaban y habían criticado en el pasado.

Les guste o no, son cómplices por acción u omisión todos los militantes que durante estos años han apoyado a Sánchez o al menos han callado cuando presenciaban las decisiones tomadas y acciones realizadas en contra de todo lo que hasta ahora había sido el socialismo. Ciertamente que en este colectivo hay distinto nivel de responsabilidad, no solo por el puesto que ocupan en la jerarquía o su capacidad de pronunciarse y tener eco, sino también por el grado de conciencia que pueden poseer de los temas.

Una gran responsabilidad va a recaer sobre sobre los delegados al congreso del PSOE del próximo fin de semana. No solo está en cuestión el Gobierno de España a corto plazo, sino el destino a largo plazo del Partido Socialista e incluso el de toda la izquierda española. Culpables serán, y más aun cómplices todos aquellos que elijan de nuevo a Sánchez como secretario general, porque no cabe duda de que el presidente del Gobierno ha convocado este Congreso como coartada para obtener un cheque en blanco y, por lo tanto, los que le confirmen estarán ratificando su política y los desastres que ha cometido y los que piensa cometer en el futuro.

Y culpables por inacción son las viejas glorias, todos los que han sido algo en el partido socialista, y se han mantenido callados; todos, los que en estos momentos no hablan claro y no piden públicamente que el 41 Congreso se resista y no convaliden las políticas de Sánchez, ni le elijan como secretario general.

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