El tirano y la purga
«En este PSOE no existe ningún sucesor visible de Sánchez. En el congreso de Sevilla veremos un nuevo ejercicio norcoreano de fidelidad al amado líder»
Si Lobato hubiera obedecido a Moncloa cometiendo el delito de desvelar información fiscal de un particular para atacar a Ayuso, Sánchez no habría decidido su purga. Desde que se negó a hacerlo se oyó que Óscar López, jefe de quien pasó la información a Lobato, iba a ser su sucesor en Madrid. La norma es clara: obedece o te purgo. No hay espacio para la conciencia particular en el PSOE. Ni siquiera para la duda. El caso confirma una regla: cuanto mayor es la tiranía en una organización, más numerosas y contundentes son las purgas.
El tirano se asienta en la corrupción de las formas que dice defender, como la libertad y la democracia, la justificación del delito para ganar una batalla política, y la eliminación de los subalternos que no obedecen su arbitrariedad. Esto no convierte a Lobato en un rebelde, en un insumiso frente al déspota por no obedecer la orden de Moncloa. Ni mucho menos.
El todavía líder socialista de Madrid solo es un torpe. Una persona que tiene construida una vida fuera de lo público, como Lobato, que es técnico de Hacienda, sabe irse a tiempo cuando las palabras o las acciones pueden manchar su dignidad. Lobato no lo ha hecho mostrando una falta de inteligencia política que lo inhabilita. Tampoco Pilar Sánchez Acera, la jefa de gabinete de Óscar López, es la más lista de la clase. Dejar evidencias escritas de un delito y presentarse como fontanera del PSOE da una idea del tamaño de las goteras en Ferraz y Moncloa.
Todos estos son personajes secundarios, mediocres sin ningún valor, personajes prescindibles. Son meros peones y sicarios de partido que viven del dinero público porque así lo decide Sánchez, nada más. Lobato caerá por torpe, pero le sustituirá otro. Es carne del cañón sanchista. Pasado mañana nadie se acordará de él -si tiene suerte-, y su puesto será ocupado por cualquiera cuya máxima virtud sea la lealtad ciega a Sánchez.
El fenómeno tiránico en el PSOE, manifestado por la proporcionalidad exacta entre la arbitrariedad y las purgas, ha dejado como teoría infantil la feroz ley de hierro de las oligarquías en los partidos que planteó Robert Michels hace cien años. Este planteamiento se venía cumpliendo a la perfección en estas organizaciones. En todas existía una oligarquía que manejaba la estructura, la militancia, los objetivos y las alianzas a placer y en su beneficio. La única virtud de ese sistema colegiado era la sustitución del cabeza de cartel por otro miembro de la oligarquía. El sanchismo ha infantilizado a Robert Michels. En este PSOE es una persona la que ejerce esa tiranía, no existe ningún grupo oligárquico ni, por tanto, sucesor visible de Sánchez. Por eso el próximo congreso socialista en Sevilla es predecible. Veremos un nuevo ejercicio norcoreano de fidelidad al amado líder, con insultos a la «ultraderecha».
«La purga sin freno ni crítica pública que ejerce Sánchez tiene un peligro para la democracia»
La demostración de la tiranía es que el PSOE cuenta a los españoles la suerte que tiene España de ser gobernada por Sánchez, no la suerte que tiene el socialista de gobernar este país. Es el culto al líder sin medida ni pudor. En este mensaje autoritario se han invertido grandes cantidades de recursos económicos y mediáticos, desde RTVE a El País y otros medios, para que los ciudadanos se sientan afortunados al contar con Sánchez, e incluso se vean en deuda con el amo del PSOE.
Fuera de la vida interna del PSOE, la purga sin freno ni crítica pública que ejerce Sánchez tiene un peligro para la democracia. El riesgo está en que el socialista trabaja desde 2018 por la fusión del Gobierno, el partido y el Estado. La consecuencia es que una simple purga implica a instituciones estatales como la Fiscalía, y viceversa, la colonización de este órgano para ponerlo al servicio del tirano de un partido ha salpicado a sus militantes. Esta simbiosis ha dañado el funcionamiento y la credibilidad del sistema porque García Ortiz, el fiscal, pasó información que no debía para «ganar el relato» y dañar a Ayuso, y un mindundi como Lobato no obedeció la orden de Moncloa y debe ser purgado.
En democracia, los autócratas de este tipo se liquidan en las urnas, pero existe un paso previo, digno, ejemplarizante, que es cuando un partido se rebela contra su tirano para que deje de hacer daño. Los socialistas ya pusieron a Sánchez en la calle en 2016 porque iba a pactar con los independentistas. Hoy el motivo es mayor, pero la capacidad de los socialistas para sobreponerse es menor. Quizá no haya que engañarse más, y cuando se piense en el PSOE como una turba de autómatas al servicio de Sánchez haya que recurrir al dicho castellano: «Sarna con gusto no pica».