Los cómplices y los no compatibles
«Un congreso preparado al mejor estilo norcoreano para mayor loa al líder no podía ser manchado por un dirigente con conciencia y pensamiento propio»
El amo de Ferraz y de la Moncloa ha vuelto a ejercer su fría y silenciosa presión para cortar la cabeza política de un dirigente socialista que hace ya tiempo que dejó de ser un entusiasta por lo que había perdido su favor. El que fuera secretario general del PSM, Juan Lobato, ya había recibido algún beso de condena al no reírle las gracias ni con la ley de amnistía ni con el pacto financiero de Cataluña con ERC.
Como en las mejores películas de Scorsese, hace unos días sabíamos que la mujer de confianza del hombre de confianza de Sánchez le habría puesto una prueba de confianza a Lobato al mandarle unos mensajes, con eso que los socialistas llaman despectivamente «recortes de prensa», para atacar al novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid a la que la familia socialista sigue considerando la rival más peligrosa.
Lobato lo hizo. Todos entendieron que era su obligación política el cuestionar a Isabel Díaz Ayuso agitando el correo electrónico del abogado del novio en el que se reconocían los hechos y se ofrecían negociaciones. Un correo que Lobato agitó como un arma política, todavía humeante. La escena se entendía por todos. No, todos no. El propio Lobato no debió de quedar tranquilo, ya que meses después, meses, cuando se entera de que la UCO está registrando el despacho y los dispositivos, móviles y ordenadores, del mismísimo fiscal general del estado, Álvaro García Ortiz, para saber su implicación en la filtración del famoso correo, el líder socialista madrileño, en solitario y sin decírselo a ningún compañero de partido, decide acudir a un notario para que dé acta de los mensajes que recibió de la mujer de confianza del hombre de confianza de Pedro Sánchez. Por cierto, una mujer de confianza que durante años intentó mover la silla a Lobato y un hombre de confianza, que al final va a ser su sucesor.
Una decisión que dejaba un tufo de hipótesis al que las explicaciones posteriores de Lobato lo han multiplicado. Tan evidente parecían las derivadas que las presiones socialistas madrileñas, alentadas desde Ferraz y Moncloa, se multiplican y se verbalizan sincronizadamente en los palmeros entusiastas habituales que se rasgan las vestiduras porque Lobato no dimita y quiera acudir al Congreso Federal del PSOE este fin de semana en Sevilla. Un congreso preparado milimétricamente al mejor estilo norcoreano para mayor loa al líder no podía, ni debía, ser manchado desde dentro por un dirigente con conciencia y pensamiento crítico propio.
Lobato, para muchos socialistas, había pensado por sí mismo y en su duda desmentía irónicamente que los recortes fueran en realidad recortes de prensa y dejaba malentender que los métodos de la mujer de confianza del hombre de confianza del líder podrían ser en realidad no solo un ataque contra Ayuso, sino también una trampa contra él. Unas palabras que debieron provocar que muchos socialistas pensaran que ya no era «uno de los nuestros». De linchamiento de los suyos lo calificó el propio Lobato que añadía a continuación que no creía que su partido fuera capaz de actuar para que pudiera «parecer que el malo es el que decide no hace las cosas malas».
«Este fin de semana Sánchez será aclamado en Sevilla cómo un César al que nadie se atreve a recordarle todavía que es mortal»
No creía. Al final solo ha aguantado 24 horas en dejar en evidencia su declaración de que no iba a dimitir. Durante su liderazgo en el PSM Lobato ha demostrado capacidad de trabajo y de entusiasmo para intentar crear una base sobre la que el PSOE pudiera finalmente crecer electoralmente en Madrid. Han sido casi 30 años de candidatos paracaidistas ocurrentes que se estrellaban en cada cita electoral. Tolerante y dialogante, Lobato nunca ha sido muy valiente a la hora de enfrentarse a lo que creía errores y concesiones graves a los independentistas de su partido y de su gobierno y que tanto perjudicaba el voto socialista en Madrid.
Se va en voz baja. Una voz baja acusatoria que resumía al decir que su forma de hacer política «no es igual ni quizá en ocasiones compatible con la que una mayoría de la dirigencia actual de mi partido tiene. No pasa nada. Lo asumo democráticamente. Pero no puedo renunciar a ser como soy y como he sido siempre». «No creo en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente».
Lobato se enfrentó en los últimos tiempos, siempre en voz baja y con mucho miedo, al político que más cree en la destrucción del adversario, en la aniquilación del que discrepa y del que piensa diferente. Pedro Sánchez tiene un amplio cementerio lleno de cadáveres políticos de todos aquellos que se le han enfrentado. Y también de los que han dudado, de los que no han aplaudido lo suficiente o incluso de amigos a los que ha fulminado sin razones más allá de que le venían bien sus cargos para ofrecérselos a otros que le vinieran mejor para su único y exclusivo objetivo, para su razón de ser: mantenerse en el poder.
Es probable que poca gente llore a Lobato. Algunos porque le consideran un traidor al negarse a ser cómplice. Para otros, porque teniendo razones para manifestar en voz alta sus diferencias, siempre prefirió callar por miedo. Da igual que Lobato diga ahora que su forma de actuar no es compatible con la de Sánchez. No habló lo suficientemente alto y claro cuando veía cosas que no le gustaba y que iban en contra de sus principios e ideología socialista y solidaria.
«La corrupción ha pasado de ser una bandera de lucha a una manta que rodea al gobierno, al partido y a la familia de Pedro Sánchez»
Este fin de semana Sánchez será aclamado en Sevilla cómo un César al que nadie se atreve a recordarle todavía que es mortal. Ahora han visto cómo Lobato ha sido degollado fulminantemente por este nuevo emperador que desprecia dar explicaciones a los simples humanos por mantener en su cargo a un fiscal general del Estado imputado por el Supremo, ni dar explicaciones por una esposa imputada, ni tampoco por un hermano imputado, ni por sus relaciones con comisionistas que corrompieron al que fuera su número dos en el partido y en el Gobierno.
La corrupción ha pasado de ser una bandera de lucha a una manta que rodea al gobierno, al partido y a la familia de Pedro Sánchez. Pero a sus cómplices les da igual, lo ven compatible. No olvidemos que este Congreso Federal fue convocado por el presidente para callar las protestas internas de los barones territoriales contra el concierto catalán pactado con los independentistas. Un acuerdo También da igual a sus cómplices, lo ven compatible. Un presidente que tras la tragedia de la DANA ha sido capaz de esperar días sin ayudar ni declarar el estado de emergencia e incluso de decir que ayudaba si se lo pedían. O si le aprobaban los presupuestos generales. Todo les da igual a sus cómplices. Todos aplaudirán.
Y el que no aplauda, dejará de ser compatible. Y entonces, «fin del juego».