Sin rumbo de Génova a Moncloa
«Es evidente que alguno o algunos de los integrantes del puente de mando del PP están fallando, arriesgando con ello el éxito de su viaje hasta el Gobierno»
Un partido político, y en realidad cualquier organización, se parece mucho en su funcionamiento a una gran embarcación. Los cruceros y otros grandes navíos suelen contar con un capitán que marca el rumbo, unos oficiales que le acompañan y un jefe de ingenieros al frente de la sala de máquinas. Para que el barco llegue a buen puerto es imprescindible que cada uno de estos haga su trabajo a la perfección, sin margen para los errores. Pues bien, en España el navío del Partido Popular, el más grande de toda la flota política patria, parece de un tiempo a esta parte estar sin un rumbo claro, si no a la deriva. Es evidente que alguno o algunos de los integrantes del puente de mando popular están fallando, arriesgando con ello el éxito de su viaje hasta el Gobierno de la nación.
Cuenta de esto dan las últimas encuestas. Desde GAD3 hasta los datos brutos del CIS —mucho más fiables que la cocina de Tezanos y que ya avisaron del Alvisazo— los últimos datos demoscópicos muestran un Partido Popular a la baja e incluso con un porcentaje de voto menor que el obtenido el 23J. Aunque por ahora las pérdidas del PSOE hacen que no esté en riesgo una futura victoria popular y el fortalecimiento de Vox apuntale la mayoría alternativa, esta tendencia podría llevar al PP a volver a datos previos al liderazgo de Feijóo y a deshacer todo lo conseguido para este partido en los dos años desde que se acabó con el errático liderazgo de Pablo Casado.
¿Pero qué factores están abriendo esta enorme brecha en la línea de flotación del PP? Son muchas las causas concurrentes. La primera de ellas es la marejada de desafección política que sacude a la sociedad española tras el desastre de la DANA en Valencia. Momentos como este politizan a muchísima gente y tienen un efecto enormemente mayor que cualquier discurso o mitin, sobre todo en una era de difusión inmediata a través de las redes sociales. El PP acusa el desgaste de Mazón, pero también la sensación de que la clase política en general no ha estado a la altura deja a muchos votantes en la abstención o los lanza a los brazos de opciones más radicales como Vox o directamente antipolíticas como Alvise. Si los de Feijóo no se hacen cargo de ese sentimiento, corren el riesgo de que les pase por encima.
Cierto es que en Génova no tienen la culpa de que lloviera, ni siquiera directamente de la gestión de su barón y, honestamente, en términos electorales su dimisión podría haber sido incluso más dañina. Sin embargo, la desafección de la DANA solo magnifica la ya existente por otros errores previos, como el fallo en la votación de la Ley que permitirá la excarcelación prematura de presos etarras. Cuando los votantes ven que los políticos que eligen no están a la altura y que cuando estos se equivocan no existen las mismas consecuencias que habría para cualquier otro ciudadano en su puesto de trabajo, dejan de tomarse en serio a sus representantes y se generaliza esa imagen de los diputados como personas inútiles, vagas y avariciosas cuyo único trabajo es pulsar un botón u otro según lo que diga el líder de turno y su única finalidad vivir del cuento.
Precisamente, el segundo de los problemas del actual PP es que, aunque esa imagen de los políticos sea exagerada, sí parece que hay una falta importante de capital humano y de talento. El círculo más cercano a Feijóo, los «oficiales» de la tripulación genovesa, está formado en parte por personas poco capacitadas, de perfil bajo. ¿Con qué referentes cuenta hoy el PP en asuntos como Economía, Industria, Justicia o Defensa? ¿Quiénes serían los ministros de Feijóo en caso de llegar al fin al Gobierno? ¿Elías Bendodo? ¿Esteban González Pons? ¿Ana Alós? ¿El ciudadano medio es capaz siquiera de identificar a estas personas? ¿Estos son los perfiles más preparados con los que cuenta el Partido Popular para gobernar España? Son preguntas que legítimamente se hacen muchos ciudadanos.
Pero no solo fallan los perfiles más políticos. La descoordinación en el mensaje, las campañas erráticas, los programas electorales tardíos y panfletarios… Todo esto muestra severas carencias en la estructura técnica, en la fontanería de un partido que, siendo el primero de España, debería contar con un equipo mucho más profesional. El de Feijóo no cuenta con vicesecretarios generales de Comunicación, de Programas o de Acción Política; y es probable que también falle la segunda línea, la de los secretarios que trabajan en el enorme edificio de la calle Génova. Todo esto queda coronado por la ausencia de un jefe de ingenieros hábil y astuto al mando de la sala de máquinas, de un secretario general o de organización realmente capaz de hacer que el partido funcione como un reloj en todos sus ámbitos.
«El PP no se sabe muy bien qué defiende más allá de una buena gestión que ha quedado en entredicho y de un par de bajadas de impuestos»
Lo que es más grave, el propio capitán está sufriendo un deterioro muy notable en su imagen. De nuevo los datos sin cocinar del CIS muestran que el líder ¿popular? ha pasado de ser el candidato preferido por casi un 75% de su electorado en octubre de 2023 a rozar el 35% en apoyos propios en el último mes. Quien hace un año veía en Feijóo un buen gestor y un hombre tranquilo que podía traer estabilidad al circo español, hoy ve a un señor poco carismático, débil e incapaz de liderar la etapa posterior a Sánchez. Si el líder del PP no cuida su imagen y se preocupa más por conectar con su propio electorado de nada le servirá hablar en Congresos de la UGT. Los liderazgos no surgen de la nada, se construyen entendiendo lo que te reclaman en primer lugar los tuyos.
Como colofón, el último y gran problema del PP es la propia ausencia de un rumbo claro. Ahora mismo el PP carece de un proyecto político tangible, más allá de un par de propuestas concretas del enésimo «giro social». Mientras el PSOE usa su ponencia política como preludio de lo que plasmarán en el BOE, el PP no se sabe muy bien qué defiende más allá de una buena gestión que ha quedado en entredicho y de un par de bajadas de impuestos. Hay mucha gente, mucho votante medio, que no quiere ver a Sánchez ni en pintura y tampoco se sienten interpelados por Vox que esperan ver en el PP una opción ambiciosa, competente y con un proyecto más allá de hacerse con el poder.
Fruto de la suma de todas estas cuestiones hay muchos votantes y potenciales votantes del PP que quieren castigarlos antes siquiera de que lleguen a la Moncloa. Si no hay una reacción en el Partido Popular, pronto el desgaste se puede agravar hasta poner en entredicho la alternativa al actual Gobierno. Seguramente no sea necesario cambiarlo todo, pero desde luego un par de retoques cosméticos no servirán y esta situación será difícil de revertir sin un revulsivo importante. Sin un golpe de timón a tiempo, el navío popular corre el riesgo de seguir a la deriva hasta encallar en las rocas en su larga y tortuosa travesía de Génova a Moncloa.