THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

Como Figo en el Camp Nou

«Cuanto mejor le va a Sánchez, peor le va al PSOE. Hay en él una suerte de traición a la memoria socialista, a los valores y personas que dieron la cara por la rosa»

Opinión
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Como Figo en el Camp Nou

Alejandra Svriz

En un mundo sincero, Pedro Sánchez debería ser recibido por el PSOE como Luis Figo en el Camp Nou. Su cesarismo ha debilitado a un partido que, elección tras elección, pierde gobiernos regionales, ayuntamientos, diputaciones y sillones en España y en Europa. Cuanto mejor le va a Sánchez, peor le va al PSOE. Hay en Sánchez una suerte de traición a la memoria del socialismo, a los valores y a las personas que dieron la cara y sus mejores años por la rosa. Por esos colores.

Los congresos de verdad, los del debate interno, los que ennoblecen, por su dureza, a los partidos, suelen acabar como lo de Waco en 1993. Pero esto será otra cosa. Una alfombra roja, una entrega de premios y una ovación cautiva. No hay honestidad. Sólo un nocaut generalizado. El PSOE vive en un eterno presente. No hay reflexión, sólo disciplina, eslóganes y ficción.

Pedro Sánchez ha demostrado audacia. Es un político que ha entendido bien los tiempos que vivimos. Sensiblería, victimismo, fugacidad y trinchera. Su ascenso al poder se basó en la promesa de progreso y estabilidad, ganándose la confianza de muchos con su porte, con su rebeldía pija y frente a un Mariano Rajoy que ya iba de regreso. Tras la moción de censura, sólo hubo delirio. Grandes palabras cubriendo decisiones pequeñas.

Su deriva tiene algo de coronel Kurtz. El poder siempre disturba, siempre pone a prueba la integridad y los valores de un líder, agrieta la moralidad, termina exponiéndolo a las tentaciones de la yocracia y a las grietas de su propia fragilidad moral. Así como Kurtz, aislado, se entregó a sus instintos más oscuros, Sánchez empezó pronto a tomar decisiones ajenas a su propio partido. Alianzas, concesiones y rupturas.

«Traían una luz, decían, pero yo solo veía una llama que consumía y devoraba todo a su paso», escribió Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas. Así será el Congreso Federal. Con la excusa del bien común, el PSOE de Pedro Sánchez sólo ha traído debilitamiento y crispación. Instituciones vulnerables, colonizadas, manchadas. Un enfrentamiento constante entre promesas y resultados, entre verdad y mentira, entre severidad e inclemencia. 

«El postsanchismo necesitará un congreso con más fondo, con más debate y, sobre todo, con más autocrítica que el que hoy empieza»

Como Kurtz, la figura de Sánchez plantea la eterna cuestión de si es posible liderar sin sucumbir a las tinieblas que acechan en el corazón humano. Quizá su caso sea menos literario, más prosaico, con menor profundidad. Sólo una cuestión de supervivencia. Mantenerse arriba a cualquier precio. Un ejercicio de vanidad y también de desgaste para el grupo humano que lo sustenta. Tiene algo del personaje en esa aparición mesiánica. Su hambre de trascendencia. Creerse freno del fascismo, combatir contra algo extraordinario, esa aura velada, esa teatralidad herida. El gesto perdurable.

El precio de su pervivencia ha sido convertir sus siglas en un escudo frente a los ataques. Madera rajada, agujereada e inservible. Es difícil explicar en Andalucía lo de Cataluña y es difícil explicar en Cantabria lo del hermano en Extremadura. Las federaciones están achicharradas. Y los que se quejan, los que incomodan, terminan decorando con sus cabezas las picas en torno a la cabaña del coronel. El último ha sido Juan Lobato, cuyo ataque de dignidad acabó en muerte política.

Un congreso como este, en el que tanto se juega el PSOE, debería ser severo, bélico. Debería albergar cierta gravedad. El PSOE ha perdido mucho de su poder territorial. España es azul. Y, aunque se niegue, Sánchez dejará un legado de sombra y de descomposición. Es aquí donde el socialismo debería girar el timón y no abandonarse hasta chocar contra las rocas. Pero el congreso se creó para reforzar al tótem y no a la tribu. 

El socialismo contiene la respiración. Gobiernan España a costa de lo demás. Cuando se pierda Moncloa, la realidad caerá como la nieve. Con esa sutileza, pero con esa constancia. Y habrá que reconquistar la confianza, que es un trabajo ingrato y duradero. 

Ya sin Sánchez, con las federaciones agotadas, con un PSOE alejado de los valores que, hace algún tiempo, le convirtieron en «el partido que más se parece a España», el socialismo se enfrentará a un espejo turbio. El postsanchismo necesitará un congreso con más fondo, con más debate y, sobre todo, con más autocrítica, que el que hoy empieza en Sevilla. 

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