El búnker sanchista
«Estamos en los últimos días del sanchismo. No sabemos cuándo el ‘equipo médico habitual’ dirá que Pedro Sánchez ya no está en el Gobierno»
En la agonía del franquismo, especialmente entre 1974 y 1975, hubo un grupo de hombres recalcitrantes que negaba que llegara el fin y se resistía a cambiar. Usaban palabras tan grandilocuentes como desproporcionadas y violentas para descalificar a la oposición al régimen. Convocaban manifestaciones de exaltación del líder con coreografías estudiadas. Se presentaban como víctimas de un movimiento internacional al que combatían con uñas, dientes y presupuesto público. Su partido, el Movimiento, había colonizado el Estado y todavía contaba con potentes medios de comunicación a su favor. Fue el llamado «búnker», unas personas alejadas de la realidad que defendían su modo particular de vida, y que parecían que tenía mucho poder… hasta que dejaron de tenerlo y desaparecieron.
Esta agonía del régimen sanchista tiene también su búnker. En estos seis años, desde 2018, más tiempo del que duró la Segunda República, se ha creado un régimen, un ecosistema dicen ahora los cursis. En esa situación ha aparecido un grupo inamovible de ministros, como MJ Montero, Marlaska y Robles, junto a Santos Cerdán, el fontanero de Ferraz. Por debajo, hay una estratificación de hombres fuertes pero prescindibles, cuyo motivo existencial es el servicio a Sánchez aunque cueste el sacrificio de su dignidad. Ahí están el resto de ministros, Álvaro Ortiz, Conde Pumpido, y los dirigentes del grupo parlamentario, como Simancas y Patxi López. A estos se puede sumar la presidenta del Congreso, Armengol.
«El sanchismo como ideología cuenta con su bien subvencionada prensa del Movimiento para cantar las glorias del Gobierno»
Más abajo se encuentran los «líderes» territoriales, que son apéndices del sanchismo, salvo Page, y que no cuentan nada, que podrían equipararse a los mandos provinciales del Movimiento. Se pueden usar y tirar. Véase Lobato. En el subsuelo está la militancia, el pueblo al que «escucha» Sánchez, que, como veremos en el congreso del PSOE en Sevilla, se podría equiparar con la tropa que fue a la Plaza de Oriente el 1 de octubre de 1975 para gritar «¡Larga vida a Franco!». Por supuesto, el sanchismo como ideología cuenta con su bien subvencionada prensa del Movimiento para cantar las glorias del Gobierno, servir de correa de transmisión de sus consignas y filtraciones -véase elplural.com y otros-, e insultar a la oposición.
Ese búnker vive una realidad inventada que ni siquiera es un relato. Es un cuento que produce alipori y que la historia dejará entre las vergüenzas de nuestro pasado democrático. Cuanto mayores son los nervios por el anuncio de derrumbe, las declaraciones son más lamentables. MJ Montero se ha descolgado con uno de los argumentos que retumbará en el congreso piramidal de Sevilla. Ha tenido el cuajo de llamar «golpista» a Feijóo por pedir la dimisión de Sánchez.
Ahora resulta que es un golpe de Estado sostener que debe irse a su casa un presidente que no gobierna, que se muestra cautivo y desarmado por el ejército independentista, y que vive rodeado de una corrupción que afecta incluso a su familia. Por muchísimo menos el PSOE de Sánchez pidió la dimisión de Rajoy. Y sin ninguno de esos problemas mencionados, los sanchistas se lo exigen diariamente a Ayuso.
Estamos en los últimos días del sanchismo. No sabemos cuándo el «equipo médico habitual» dirá que Sánchez ya no está en el Gobierno. Lo que está claro es que el búnker sanchista hará lo mismo que hicieron entonces los franquistas: mientras se rompían las manos a aplaudir en las calles y se ponían farrucos ante la oposición, iban en secreto preparándose para sobrevivir al día siguiente a la muerte del dictador. Ahora veremos y oiremos cosas en el congreso de Sevilla que parecerán sacadas del peor NO-DO, con un culto al líder propio de los peores momentos del siglo XX, entre exabruptos a la derecha, repetición de consignas y argumentarios para memos, y un ansia viva de mantener el cargo hoy y después, cuando Sánchez desaparezca.