THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

Espejos polarizantes

«El delito de revelación de secretos les parece justificable para refutar un bulo. Los medios oficialistas defienden lo mismo: es que si no, la mentira se extendería»

Opinión
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Espejos polarizantes

Ilustración de Alejandra Svriz.

La política española siempre ha estado polarizada. Hoy es un juego de espejos, en concreto de dos espejos, uno frente al otro. No es solo que haya verdades de izquierda y verdades de derecha. Hay verdades del partido de izquierdas y verdades del partido de derechas. En el debate público, la ideología importa menos que el posicionamiento partidista. Desde dónde dices algo significa desde qué partido

En esa conversación pública, el gran concepto es bulo. Bulo es lo que tú quieras que sea. No tiene que ser una mentira claramente. Se usa el concepto, que denota cierta gravedad, para describir mentirijillas, manipulaciones, malas interpretaciones, incluso discrepancias: lo que dices no me gusta, por lo tanto es un bulo. A veces, un bulo se refuta con otro bulo.

El otro día en televisión un periodista de El País refutó el bulo de que Pedro Sánchez se marchó de Paiporta voluntariamente. «Como periodistas tenemos la responsabilidad de aclararlo: el presidente del Gobierno no se fue de Paiporta por falta de valentía. El presidente del Gobierno se fue porque le dieron un palazo muy duro en la espalda». El periodista afirmaba que había imágenes clarísimas, pero en ninguna de ellas se aprecia ese golpe. La Guardia Civil confirmó que no se produjo esa agresión. Pero es la versión oficial, la del Ministerio del Interior, y para qué comprobarlo. Lo importante es promover el relato: «No le digamos a la gente que [el presidente] es un cobarde». Un clavo saca a otro clavo; mi bulo desmiente tu bulo. Aquí lo importante, como decía Humpty Dumpty, es quién manda. Y tú, ¿de qué bulo eres? 

El periódico El Diario titulaba ayer: «El juez Peinado cita como testigo a la asistente de Begoña Gómez por escribir correos electrónicos de su parte». Leído así, parece ridículo. Está escrito para que produzca estupor: ¡es una caza de brujas, un complot ultraderechista, ya atacan hasta a su secretaria por trabajar para ella! Obviamente no es así. Era una asesora de Moncloa, directora de Programas de la Secretaría General de Presidencia, la que envió emails pidiendo fondos para la cátedra de Gómez. Es decir, miembros del Ministerio de la Presidencia estaban asesorando y trabajando para la mujer del presidente en sus negocios privados. 

«La batalla no es por la verdad, sino por la hegemonía cultural»

Otras veces, se comete un delito ¡para refutar un bulo! Es lo que sostienen en el Gobierno al defender la filtración que hizo la Fiscalía de los datos fiscales del novio de Isabel Díaz Ayuso. El delito de revelación de secretos les parece justificable para refutar un bulo. Es un gran compromiso con la verdad. Los medios oficialistas defienden lo mismo: es que si no, la mentira se extendería. Leyéndoles y escuchándoles, uno pensaría que esa mentira debía ser enorme, una cuestión de Estado. Al fin y al cabo, hubo gente dispuesta a arriesgar sus carreras para refutarla. 

Pero no, era algo bastante insustancial: el jefe de gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, filtró a la prensa que la Fiscalía le ofreció al novio de Ayuso un pacto para que admitiese dos delitos fiscales; resultó que fue al contrario, fue el novio de Ayuso el que pidió un acuerdo un mes antes. Un thriller político apasionante, como ven. Pues ha acabado con la carrera en el partido de Juan Lobato y parece que acabará con la carrera de la jefa de gabinete del jefe de gabinete (no es una errata) del presidente. 

Como escribe Ramón González Férriz El Confidencial, hay periodistas progresistas que «creen que su trabajo consiste en defender al Gobierno y protegerlo de la oposición. De hecho, creen que consiste en denunciar a la oposición como la verdadera causante de los problemas de España. Creen de verdad que hacen activismo en favor de la democracia, solo que, para ellos, democracia significa que siempre gobierne la izquierda». La batalla no es por la verdad, sino por la hegemonía cultural. Hay bienes por los que merece la pena salirse un poco del guion, incluso mentir, desinformar. ¿Quién decide qué bienes son esos? Obviamente yo, que para eso estoy en el lado bueno de la historia. O yo, que para eso estoy en el poder. 

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