¿Qué fue del PSOE?
«Felipe González y Alfonso Guerra no han sido siquiera invitados al Congreso Federal en su propia ciudad. Ellos no han cambiado, pero sí su partido»
Tenía que ser en Sevilla donde se pusiera de manifiesto la metamorfosis sufrida por el PSOE, justo cuando se cumple medio siglo del histórico congreso de Suresnes donde dos jóvenes abogados sevillanos dieron la vuelta al partido socialista. Un PSOE que había desaparecido durante el franquismo y que vivía en el exilio en una burbuja en la que sus dirigentes no entendían la nueva sociedad española de aquellos principios de los setenta ni lo que iba a suceder tras la muerte del dictador. El PSOE de hoy vive en otra burbuja.
Hoy esos dos jóvenes abogados sevillanos, Felipe González y Alfonso Guerra, no han sido siquiera invitados al Congreso Federal en su propia ciudad. Los dos jóvenes sevillanos que llevaron al PSOE con el lema de «Por el cambio» a la mayor victoria democrática nunca conseguida por un partido en España, que modernizaron el país, que nos metieron en Europa, que crearon las bases y estructuras del estado del bienestar. Ellos no han cambiado. Siguen pensando igual en sus principios básicos, pero el que sí ha cambiado es el PSOE. Aunque siga llamándose igual, es desde hace años, otro muy distinto. Tan distinto, que los mayores ataques que sufren González y Guerra cuando hablan y opinan libremente proceden de los propios cargos socialistas que dirigen una organización que se ha convertido de adoración de su líder y que los ve a ellos como a dos Pepitos Grillos que siempre molestan cuando hablan.
¿Sigue siendo el PSOE un partido?, ¿y socialista?, ¿y obrero? E incluso, ¿es español? Para muchos no. Es más cercano a un movimiento populista en torno a un líder autocrático con poder absoluto y absolutista, donde no existe la mínima capacidad no ya de crítica, sino incluso de opinión, si esa opinión no coincide con el libro rojo de Sánchez.
Dice nuestra Constitución en su artículo 6 que los partidos políticos son el instrumento fundamental para la participación política plural, donde concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular. Son organizaciones gubernamentales de interés público. Están compuestos por personas que comparten objetivos, intereses, visiones de la realidad, principios, valores y proyectos para ejecutar total o parcialmente en gobiernos democráticos.
En el PSOE ahora ya no hay «visiones de la realidad, principios, valores y proyectos comunes». Solo hay los que caprichosamente decide en cada momento Sánchez con el único fin de permanecer más tiempo en el poder. Un líder autocrático que ha guillotinado cualquier capacidad democrática de crítica mediante un frío, inhumano y eficaz sistema de recompensas y castigos en la asignación de cargos y puestos en las administraciones que controla. Una sumisión bien valorada por el líder puede ser incluso recompensada con cargos de instituciones y organismos públicos que antes se consensuaban buscando un sentido de estado que ha sido electrocutado por la política sanchista de «tierra quemada».
Este fin de semana en Sevilla no escucharemos ninguna voz firme que cuestione el estado de corrupción que rodea a Pedro Sánchez en todos los frentes. Y no vengan con García-Page, que ha convertido su supuesta independencia en un paripé que consiste en declaraciones previas duras con Sánchez y luego ausencia, silencios o suaves ataques que solo producen a los cargos socialistas sonrisas de autocomplacencia porque sirven de excusa para decir que sí hay críticas internas. Aunque nunca lleguen a ningún lado.
¿Socialista? En este Congreso Federal se hablará poco de socialismo y solidaridad. Nadie recordará que este congreso fue convocado por Sánchez como una respuesta amenazante contra todos aquellos dirigentes autonómicos socialistas que mostraron su oposición y rebeldía al pacto financiero singular por el que Sánchez regala a Cataluña un concierto económico propio, con una Hacienda propia, y con quitas a sus deudas que doblan incluso en valor a las ayudas ofrecidas y no entregadas a los afectados por la riada en Valencia. Habrá que ver a esos líderes castellanos, extremeños, andaluces, asturianos, madrileños (los que quedan), dando el respaldo a la mayor de las insolidaridades financieras posibles. Un partido socialista que, en vez de buscar la redistribución y la justicia social, firma por escrito el principio de «ordinalidad» con ERC para que los que más tienen, más reciban. Eso sí, siempre que sean catalanes. Todos tragarán con las migajas que les va a prometer Sánchez y lo celebrarán y defenderán como si ahora favorecer a los ricos en detrimento de los pobres fuera el nuevo socialismo.
«Este nuevo socialismo que encarna el PSOE norcoreano de Sánchez es capaz deaplaudir la decapitación del que fuera líder socialista madrileño Juan Lobato»
Este nuevo socialismo que encarna el PSOE norcoreano de Sánchez es capaz de comprender e incluso aplaudir la decapitación del que fuera líder socialista madrileño Juan Lobato. Un político que prefirió dimitir a realizar una ilegalidad fomentada desde el mismísimo palacio de la Moncloa por la que era la mujer confianza del hombre de confianza de Sánchez. La recompensa como en toda buena familia era la propia sucesión al frente del PSM de Óscar López, por entonces jefe de gabinete de Sánchez y hoy ministro de Prensa, Propaganda y Bulos también de Sánchez.
Un congreso donde todos vienen ya abducidos porque viven en un «metabulo alternativo» en la que los jueces, las leyes, la UCO, la prensa y la oposición solo son parte de un contubernio (sí, suena franquista, pero cada vez piensan más como ellos), un contubernio organizado en el que están todos los enemigos de la verdad y sabiduría del gran líder. Da igual que la corrupción se extienda como la peste y Sánchez tenga investigados a la esposa, al hermano, al fiscal general y pronto a más cargos. Este congreso callará y aplaudirá como en todos los grandes movimientos autocráticos. El que dude solo tiene que mirar la cabeza cortada de Lobato para dejar de dudar. Escuchar las palabras aduladoras, sumisas y ciegas de María Jesús Montero sobre Pedro Sánchez darían vergüenza incluso en un congreso de Pyonyang.
No hay valientes en este PSOE. Todos buscan asegurar su sillón. Ni siquiera son capaces de criticar la vulneración por un fiscal, y parece que también por un cargo gubernamental, de datos reservados de ciudadanos privados; o de criticar el uso y trabajo de funcionarios públicos para negocios privados; ni la creación de puestos de trabajo expresamente diseñados para que sean disfrutados por familiares, aunque no trabajen nunca; ni que varios ministros y presidente autonómicos hicieran tratos con la trama de las mascarillas de Ábalos y Koldo; ni de que un comisionista fuera premiado por el propio Grande-Marlaska, se hiciera fotos con el líder e incluso pasará la noche electoral de 2019 en la sede de Ferraz donde solo se entra con invitación.
Decía el filósofo «nada humano me es ajeno». Para los cargos y militantes socialistas todo lo que amenace su puesto y cargo le es tan ajeno que son capaces de recibir con una ovación cerrada a los dos expresidentes de Andalucía y del PSOE, Chaves y Griñán, condenados por el, hasta ahora, mayor escándalo de corrupción del PSOE, los ERE de Andalucía. Aplauso que cierra el círculo que empezó con el nombramiento de una mayoría de magistrados afines al PSOE en el TC, siguió con el borrado por el propio TC de la sentencia que los condenaba y termina con esta ovación a la corrupción. Porque lo cierto es que la decisión del TC no supuso la extinción automática de su responsabilidad penal. Se anuló parcialmente el fallo de la Audiencia de Sevilla, pero hoy los aplaudidores parecen olvidar que falta todavía una nueva sentencia sobre este gravísimo caso de corrupción.
Da igual. Se aplaude a todo lo que favorezca a «uno de los nuestros». Ese es el pensamiento único que ahora existe en el PSOE. Lo que diga y le plazca al líder y lo que beneficie a los nuestros. Y acompañando a ese pensamiento único del líder, la siempre amenazante «omertá». Esa ley del silencio en la que se basa el código de honor siciliano y que prohíbe informar sobre las actividades delictivas consideradas asuntos que incumben a las personas implicadas.
Algún día fue el PSOE. Hoy es la familia sumisa de Sánchez.