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Pilar Marcos

Cuando acabemos con la derecha

«La ministra Isabel Rodríguez no hablo de ganar a la oposición en unas u otras elecciones. Eso es muy antiguo y se ha puesto muy cuesta arriba para el PSOE»

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Cuando acabemos con la derecha

Isabel Rodríguez en el 41 Congreso Federal del PSOE. | Rocío Ruz (Europa Press)

Contaban las abuelas de antaño que había que tener cuidado con lo que se decía delante de los niños porque, al ser criaturas angelicales incapaces de mentir, acabarían contándolo todo en el peor momento posible. Isabel Rodríguez García no es ninguna niña, aunque conserve algún rasgo de infancia angelical en el rostro. Es una mujer adulta, de 43 años, ministra de Vivienda y Agenda Urbana en el Gobierno de Pedro Sánchez, en el que llegó a ser titular de Política Territorial y ministra Portavoz. No es, por tanto, pensable que sea una broma infantil su simpático aviso de todo lo que el PSOE hará, para felicidad de todos los españoles, cuando consiga «acabar con esta derecha». Además, ella no habló de ganar a la derecha en unas u otras elecciones. Eso es muy antiguo y se ha puesto muy cuesta arriba para el PSOE. Mucho mejor «acabar con la derecha».

Gustó tanto la honda reflexión de la ministra Rodríguez, que los hacedores de tuits del PSOE resumieron así su reflexión: «Vamos a ir mucho más allá de lo que hemos ido hasta ahora. No nos conformamos con la Ley de Vivienda. Cuando acabemos con la derecha blindaremos las políticas de vivienda en la Constitución». Firmado: @isabelrguez. 

También el gran ideólogo del PSOE actual, José Luis Rodríguez Zapatero, anunció la próxima constitucionalización del derecho de toda mujer de no sufrir machismo. Es un bonito deseo, pero ¿garantizaría algo el constitucionalizarlo? Como Zapatero es mucho más cauto que Rodríguez, no incluyó el requisito de acabar con la derecha antes de constitucionalizar cualquier deseo buenista, pero él conoce con detalle lo útil que fue el cambio constitucional en el chavismo para aferrarse al poder: aprobaron su Constitución bolivariana en 1999, y ahí siguen… encarcelando opositores, trampeando elecciones y perdiéndolas; tanto da. 

Por ejemplo, esta farragosa, e interminable, frase del preámbulo del texto bolivariano incorpora toda la música -y la letra- de lo que puede quedarnos por ver. Lean, lean:

«…el fin supremo de refundar la República para establecer una sociedad democrática, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural en un Estado de justicia, federal y descentralizado, que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la solidaridad, el bien común, la integridad territorial, la convivencia y el imperio de la ley para ésta y las futuras generaciones; asegure el derecho a la vida (sic), al trabajo, a la cultura, a la educación, a la justicia social y a la igualdad sin discriminación ni subordinación alguna; promueva la cooperación pacífica entre las naciones e impulse y consolide la integración latinoamericana de acuerdo con el principio de no intervención y autodeterminación de los pueblos, la garantía universal e indivisible de los derechos humanos, la democratización de la sociedad internacional, el desarme nuclear, el equilibrio ecológico y los bienes jurídicos ambientales como patrimonio común e irrenunciable de la humanidad…»

«Dicen las fuentes que los jueces que investigan la corrupción socialista también integran esa maléfica derecha con la que el PSOE necesita acabar. Dicen las fuentes que el líder nunca le perdonará al Rey que no huyera con él de Paiporta»

No hay más que ver lo bien que les va a los venezolanos con su constitución bolivariana para hacernos una idea de lo que son y lo que significan estos paraísos. Por cierto, España sigue siendo uno de los poquísimos países democráticos que aún no ha reconocido la victoria de Edmundo González como presidente electo de Venezuela. Por aquello de la «democratización de la sociedad internacional» de su texto constitucional, o por el «respeto al derecho internacional» que enarboló el domingo Sánchez en Sevilla. 

De momento -y quizá sólo por suerte- el renovado líder del PSOE no fue en Sevilla rotundamente expeditivo en su determinación por «acabar con la derecha». Tampoco lo fueron los impulsores de dos ‘grandes’ transformaciones que pretende el PSOE: el voto a los 16 años, dos antes de la mayoría de edad, y la sempiterna amenaza de arrumbar la monarquía constitucional para abrazar la república. ¿Qué mejor forma de esterilizar el debate sobre la corrupción múltiple que atenaza a Sánchez que organizar una operación de ruptura constitucional vestida de constitucionalización de derechos líquidos… tras liquidar a la oposición (léase, «la derecha»)?

Quizá no lo vean tan fácil. Posiblemente no lo sea porque siguen funcionando las instituciones, los jueces, los fiscales, los medios de comunicación y la opinión pública. Ojalá no sea nada fácil. De momento, el rupturismo es ‘sottovoce’. Dicen las fuentes que los jueces que investigan la corrupción socialista también integran esa maléfica derecha con la que el PSOE necesita acabar, y está decidido a acabar. Dicen las fuentes que el líder nunca le perdonará al Rey que no huyera con él de Paiporta, porque al no hacerlo dejó en evidencia su insuperable cobardía. Dicen las fuentes que todo se andará. Y convendría no descartar nada. Sobre todo, conviene escuchar los mensajes encriptados en silbato de perro para que nada nos pille desprevenidos.

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