¡Qué Alegría la del Gobierno!
«Sánchez anuncia un Estado constructor, vendedor y arrendador de viviendas, tres funciones que le son impropias y que realizará con escasa eficacia»
Repare el lector que el término alegría presente en el título va con mayúsculas y es que no se refiere a la palabra que según el diccionario de la RAE expresa un «sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores», sino al apellido de la portavoz del Gobierno, la vocera del Consejo de Ministros que dirían en Latinoamérica. De ahí que su letra inicial vaya en mayúscula.
Mira que en sus periódicas comparecencias ante la prensa tras los sucesivos Consejos de Ministros, la ministra de Educación y vocera de Sánchez había dado suficientes y sobradas muestras para que dedujéramos su condición de mero busto parlante que repite robóticamente la lección que le dictan desde la fontanería de La Moncloa. Pero una cosa es que lo dedujéramos y otra que ayer los fontaneros le jugaron una mala pasada al filtrar anticipadamente a los periodistas -parece que por error- la chuleta que le habían preparado, acreditando así urbi et orbi y de modo indubitable que la ministra portavoz es eso, simplemente un sonriente robot parlante.
Algún malpensado pudiera sospechar que no hubo error y que la ministra Alegría tiene uno o varios enemigos en la fontanería monclovita que han querido dejarla en evidencia. Sin negar que pueda tenerlos, pues la vida interna de los partidos políticos es la que es, yo me inclino por pensar que se trató de un error, garrafal y lamentable sí, pero error, algo que puede pasar -y que pasa- cuando un individuo o un equipo está sometido a una presión que no es capaz de controlar o dominar. Y no es de extrañar que los actuales fontaneros monclovitas se encuentren auténticamente sobrepasados con la de hechos y noticias que van conociéndose de lo que allí se cocina.
No es ya que su trabajo tenga como misión básica o principal la de adaptar convenientemente la realidad para contarla como a su jefe todopoderoso le conviene, cuestión que ya en sí misma debe resultar estresante y más siendo Sánchez como es. Es que, además, resulta que sobre lo anterior se les realizan peligrosos encargos como es gestionar los negocios privados de la presidenta del Gobierno -según la denominación empleada por el fino estilista Patxi López- o la de emplear la información reservada que les filtra el fiscal general para filtrársela a su vez a los medios de comunicación afines con el objetivo de intentar dañar a la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Una cosa es que su trabajo consista en la recurrente manipulación informativa como tarea básica y otra es tener que delinquir y colaborar con los delitos de otros. La diferencia es relevante y el salto es cualitativo, tanto como para generar un general estado de nervios y que éste provoque el error garrafal que se produjo ayer filtrando la chuleta de la Alegría. Vaya por delante mi solidaridad con los autores del error y que Dios les pille confesados ante la posible reacción furibunda de su furibundo jefe, otro que también está sobrepasado por el conjunto de procedimientos penales que rodean a su Gobierno, a su partido y a su familia. Ya solo falta él.
«Conoceremos en el futuro el coste del metro cuadrado construido por la nueva empresa pública y nos llevaremos un susto»
Y sobrepasado como está, Sánchez también comete errores. En su caso no ha sido filtrar a la prensa la chuleta preparada para Pilar Alegría, pero sí las decisiones de Gobierno que adopta con demasiada alegría, en este caso con minúscula. La última, la anunciada como presidente de Gobierno en un congreso de partido y consistente en la creación de una nueva empresa pública destinada a construir viviendas y a gestionarlas, entiendo que debe entenderse por esto último la venta y el arrendamiento de las construidas. En definitiva, más Estado, monumental error. Y en este caso, Estado constructor, Estado vendedor y Estado arrendador de viviendas, tres funciones que le son impropias y que me atrevo a anticipar realizará con escasa eficacia y aún menos eficiencia.
Conoceremos en el futuro el coste del metro cuadrado construido por la nueva empresa pública y nos llevaremos un susto. Conoceremos su gestión como vendedora y nos provocará un disgusto. Y conoceremos las consecuencias de su tarea como arrendadora llevándonos al tiempo susto y disgusto. Solo a modo de ejemplo, ¿qué determinación tendrán sus gestores en la gestión de cobro? ¿Qué harán ante los más que previsibles impagos del precio del arrendamiento por parte de no pocos arrendatarios? ¿Se atreverán a instar el correspondiente desahucio por impago?
Me temo que no, por lo que el futuro balance de la proyectada empresa pública constructora y gestora estará plagado de saldos de clientes morosos que inundarán de números rojos su cuenta de resultados. Más pérdidas públicas para todos los españoles, pero como según dijo antaño otra fina estilista -Carmen Calvo- el «dinero público no es de nadie…».