THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Anatomía de un argumentario

«Durante años, la mentira, sin arrepentimiento, ha sido el gran instrumento de Sánchez para mantenerse en el poder»

Opinión
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Anatomía de un argumentario

Ilustración de Alejandra Svriz.

Nada es más democrático en una sociedad libre, abierta y tolerante que argumentar una opinión sobre cualquier hecho o idea. Al argumentar va implícito, porque es su base y esencia, el aportar razones para defender una opinión o un punto de vista. Un argumentario, dice nuestra RAE, es el conjunto de los argumentos destinados principalmente a defender una opinión política determinada.

En comunicación se llama argumentario al conjunto de respuestas previstas ante la posibilidad de que se hagan preguntas sobre cualquier tema. Es muy usado desde siempre como un método de trabajo y planificación a la hora de comunicar un mensaje meditado, unificado y que ninguna pregunta sorprenda o genere respuestas equívocas, ambigua o contradictorias.

Empresas, organismos, instituciones o incluso personas privadas han respondido, vienen respondiendo y seguirán respondiendo, usando el método de los argumentarios. Lo que nunca se había visto hasta ahora, y es una total innovación, es enviar el argumentario, nada más y nada menos que de la portavoz de un gobierno, a los mismos periodistas que tienen que efectuar las preguntas a esa portavoz.

Esto ha ocurrido este martes en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros del Gobierno. Más que innovar fue un inmenso error. El error es humano y siempre los ha habido. De micrófonos abiertos a documentos lanzados erróneamente por Telegram. Esta vez han sido ellos mismos los que adelantan las respuestas a las preguntas que saben que una malvada prensa libre se hace ante la larga lista de escándalos del Gobierno, del partido y de la familia de Pedro Sánchez.

Como docente de la comunicación empresarial y política durante años siempre he enseñado a mis alumnos que solo hay un elemento fundamental a la hora de generar confianza: el no mentir. Decir siempre la verdad. Una actitud que en la comunicación empresarial genera siempre menos problemas que el mentir y que además nos acerca antes a un entendimiento de las explicaciones, opiniones o versiones que se quieran hacer ante cualquier asunto, en especial ante situaciones de crisis.

«El argumentario extraviado por algún fontanero demuestra el cariño que tiene este gobierno por la verdad. Cero»

Lo mismo debería ocurrir en toda sociedad democrática que viva en un Estado de derecho y que disfrute de la independencia y separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Desde hace años España se aleja de ese escenario. La verdad en política siempre estaba escondida, maquillada o disfrazada por los gobernantes, pero protegida por el debate y las leyes. Algo que es impensable en dictaduras políticas o religiosas, que ni lo acatan, ni nadie espera que lo hagan. Para ellos comunicación es solo propaganda o doctrina.

Desgraciadamente, son muchas las democracias, incluso históricas, que están sufriendo la corrosión de sus estructuras por movimientos y actitudes populistas que avanzan sin freno en decenas de países. Y la primera víctima es siempre la verdad. La polarización y dogmatismo siempre tienen entre sus primeras víctimas al diálogo y a la propia verdad. Y eso se destila en argumentarios trabajados por los fontaneros de la comunicación para responder a la prensa.

El argumentario extraviado por algún fontanero demuestra el cariño que tiene este gobierno por la verdad. Cero. Es un argumentario político lleno de medias verdades, mentiras, insultos y bulos. En él se ve perfectamente la estrategia. Da igual lo que pregunten se responde con otra cosa a poder ser un insulto contra el rival político y de paso se lanzan unas granadas de propaganda y bulos. Vamos con los ejemplos conocidos.

Ante las posibles preguntas sobre las investigaciones judiciales a la esposa, Begoña Gómez, y al hermano, David Sánchez sobre sus respectivos casos, el argumentario no busca en ningún momento dar explicaciones, se ciñe a que todo es por un ataque de la ultraderecha. No se dice, pero se deja pensar que además con la complicidad de los jueces. Da igual las novedades que haya sobre los investigados, para el argumentario todo es un acoso de la ultraderecha contra los pobres familiares de un presidente progresista.

Para los que alardean de luchar contra los bulos y manifiestan respeto al poder judicial, el argumentario dictado por Moncloa para ser repetido por todos los cargos y equipos sincronizados de opinión da igual el proceso judicial. Ellos repiten hasta la saciedad que saben que no hay caso. Un mensaje repetido como un mantra desde el minuto uno y que no decae aunque los casos investigados sigan creciendo.

Sigamos con el argumentario. Se dice en él que se diga que todas las parejas de los presidentes del Gobierno han contado con una persona que les ha asistido en cuestiones logísticas y operativas. Esto es un bulo. O mentira. O media verdad. Porque lo cierto es que ninguna de esas parejas lo hicieron para actividades privadas ni negocios particulares.

Vamos con otros nombres estelares. El que fuera número dos del PSOE y ministro de Transportes: José Luis Ábalos. Pareciera según el argumentario que nunca fue del PSOE, ni ministro. Que durante muchos años nadie lo sabía. Que solo se ha sabido ahora y que el PSOE no tiene nada que explicar y que además «fue rápido, contundente y transparente en todo lo que se refiere a este caso» a la hora de actuar. Bulo. Ahora se sabe que en el Gobierno y en el partido se sabían «cosas». Que Sánchez lo cesó como ministro, pero lo dejó aforado en el Congreso y le regaló, para que estuviera tranquilo, una presidencia de una comisión. Luego vino la UCO y todos sorprendidos, de nuevo. De todas formas, no se entra en lo que se va sabiendo. No se vaya a cabrear. Por eso el argumentario recomienda mejor atacar al PP por su forma de actuar en escándalos pasados.

Lo mismo para Koldo y Aldama. Que den explicaciones, dice el argumentario que digan. Lo malo es que cuando esos investigados hablan, dan explicaciones y salpican en ráfaga a nuevos cargos del PSOE y más ministerios y organismos estatales, entonces esa demanda se transforma sin pestañear en decir que «esas explicaciones no tienen ninguna credibilidad». Que den explicaciones, pero si esas explicaciones inculpan a cargos del Gobierno y del PSOE entonces son falsas.

«Otro ejemplo sangrante es decir en el caso de la revelación de datos del novio de Ayuso es decir que el fiscal general del Estado lo único que hizo es desmentir un bulo»

Un argumentario coherente con ese espíritu de Sánchez capaz de acordar en las conclusiones del pasado congreso socialista y en el mismo párrafo la bilateralidad singular con Cataluña y la multilateralidad con todas las comunidades en los criterios de financiación. Se escribe, se firma, se les convence a todos de que han conseguido lo que buscaban aunque sea contradictorio, y se olvidan del papel hasta que se necesite una nueva versión.

Durante años la mentira, sin arrepentimiento, ha sido el gran instrumento de Sánchez para mantenerse en el poder. Desde que explotaron todos los escándalos que le acosan, su ataque contra prensa y jueces se hace mediante la denuncia de que todo son bulos. Y para ellos se utiliza sin descanso los bulos propios. Otro ejemplo sangrante es decir en el caso de la revelación de datos del novio de Ayuso es decir que el fiscal general del Estado lo único que hizo es desmentir un bulo.

El argumentario olvida, y pareciera que ordena también a todos los socialistas olvidar, que ese desmentido se hizo mediante un supuesto delito de revelación de datos y correos de un ciudadano privado. Un caso que les ha explotado entre las manos. De momento se ha llevado por delante al que fuera líder de los socialistas madrileños. Un Juan Lobato que prefirió irse a un notario y luego irse del cargo antes que cargar con una prueba que le pareció una manzana envenenada que le regalaba la jefa del gabinete del jefe de gabinete del mismísimo presidente del gobierno.

Este argumentario, y hablo de este porque es el que se ha conocido, no son explicaciones ni opiniones a cuestiones, ideas o hechos. Son bulos, ataques y medias verdades mezcladas y resumidas en frases cortas para ser repetidas sincronizadamente cada día por todos los cargos y dirigentes socialistas. Argumentarios que no argumentan y que son repetidos por los fieles hasta la saturación, sin el menor resquicio a la duda o a la autocrítica. Y al que tenga la tentación de dudar que recuerde dónde está ahora Juan Lobato.

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