Sánchez resucita a Franco
«El Gobierno se ha propuesto con ‘historia verdadera’ y celebraciones demostrar que el franquismo disimula como antisachismo y debe ser extirpado»
Sánchez siempre ha dado gran importancia a los símbolos, entre otras cosas porque es muy probable que él se crea uno de ellos, algo más que un simple mortal, una suerte de genio incomprendido por la fachosfera y por esa parte del socialismo caduco que se niega a progresar y prestarle la pleitesía que sobradamente merece. Gracias a esa preocupación, Sánchez acometió la tarea, que él imaginaba hercúlea, de sacar a Franco de su sepultura, pero, seamos sinceros, esa hazaña simbólica ya ha envejecido y, además, no parece haber dado los frutos de entusiasmo y gratitud que Sánchez creyó merecer.
Al fin y al cabo, con el desentierro y el nuevo enterramiento de Franco, todo se redujo a unas horitas de televisión y a ver cómo un helicóptero trasladaba un ataúd por las alturas. Es verdad, sin embargo, que Sánchez se dio el gustazo de ver cómo su poder era más amplio de lo que algunos imaginaban y que ni el pasado ni el futuro iban a librarse fácilmente de su benéfica influencia. Lo que ahora se planea, tendrá, sin duda, más ambición y más resonancia porque ya no se trata de hacer, sino de explicar, de conseguir que las muchedumbres comparen el desastre del pasado con las glorias sanchistas ahora y para siempre y no creo que nadie niegue que las capacidades de Sánchez para decir lo que fuere superan con mucho su competencia en otros terrenos que son menos susceptibles de someterse al verbo.
De ahí que sea congruente con su calendario simbólico consagrar el año que está a punto de llegar a conmemorar la muerte física de Franco, aunque se diga que se trata de celebrar los 50 años de libertad y democracia, que, por lo demás, para nada empezaron en 1975 sino bastantes meses después, pero estos detalles cronológicos no pueden deslucir una gran operación cultural y política digna del genio sanchista. Es evidente que el texto de su propuesta no puede servir para ocultar un subtexto de gran importancia política a sus entendederas.
Lo de la libertad es un eslogan, lo interesante está en desvelar lo que muchos pretenden mantener oculto con un olvido que desespera a Sánchez. Franco ha muerto, Franco ha sido desenterrado, pero no basta porque hay que caer en la cuenta de que ese pasado forma parte del presente que a Sánchez más le amarga, de todos aquellos ingratos que no saben valorar la altura de miras del Gobierno de Sánchez, su grandiosa excepcionalidad.
Este franquismo que trata de hacer como si no conociese bien su nombre, que se disimula como antisanchismo, debe ser extirpado de la misma manera que se corta por lo sano con cualquier principio de malignidad en el cuerpo. Su presencia, medible en votos, constituye un obstáculo político de gran calado y el Gobierno se ha propuesto combatirlo con ciencia y con conciencia, con historia verdadera y con toda clase de eventos y celebraciones que permitan valorar la inmensa herida que nos ha dejado en herencia el dictador y de la que muchos, sin grandes luces, no son del todo conscientes.
«Franquista es todo el que no adora a Pedro Sánchez y ha llegado el momento de ponerlo de manifiesto»
Aunque para la mayoría de los españoles, que han nacido después de los años setenta, Franco esté tan lejos como el Cid o Viriato, Sánchez sabe ver con más hondura y adivina cómo tras las excusas de la oposición alienta el espíritu de un franquismo irredento al que hay que sepultar de una buena vez con lecciones apabullantes de historia práctica, de debate político entre especialistas en la cosa, independientes pero bien adiestrados y enmarcados en el lado bueno de la realidad y de la narrativa.
Cuando muchos españoles confundidos en su buena fe vean cómo algunos de los sabios más celebrados de la cuerda del Gobierno ponen negro sobre blanco, a la par que se llevan unos euritos, el efecto inextinguible de la malicia del franquismo despertarán de su sueño, se liberarán de sus prejuicios infundados y dejarán de ser franquistas, aunque nunca hubieran sospechado serlo. Dicho por lo corto, franquista es todo el que no adora a Pedro Sánchez y ha llegado el momento de ponerlo de manifiesto.
Esa parte de la sociedad que se atreve a sospechar, sin prueba alguna, de la inmarcesible decencia y la enorme competencia de Sánchez, de su familia y de sus colaboradores, se despertará de una buena vez de su largo sueño franquista. A nada que sean sensibles y frecuenten las fuentes correctas todos estos réprobos caerán en la cuenta de que se han dejado alucinar por fuerzas oscuras y que detrás de la prensa que dice cosas horrendas y de la insidia de algunos jueces que pretenden aclarar la verdad del caso, está el mismo Franco, su espíritu emponzoñado, su crueldad infinita.
Sánchez ha escogido a Franco como muñeco de feria y le va a dar una auténtica tunda de palos haciendo que huya avergonzado por sus muchas maldades. Tras este juicio de Dios, escenificado con pedagogía y brillantez dramática, muchedumbres de españoles se unirán a la corrida en pelo al dictador que algunos creíamos muerto, marcharán burlones tras la huida del espectro y vitorearán a Sánchez y a los suyos por brindarles un espectáculo tan purificador y pedagógico. Sánchez calcula que lo menos que puede pasarle es que tras estas celebraciones tan reveladoras la mayoría absoluta vuelva a estar al alcance de su mano.
«Sánchez sabe qué vicios nefandos hay que corregir y el aquelarre que prepara contra el franquismo es buen ejemplo de ello»
Algunos dicen que no hay gobierno, que Sánchez solo sabe sobrevivir, que como los Hermanos Marx en el Oeste sólo sabe quemar las tablas del tren en el que busca apurar el viaje, pero ante esta iniciativa, tan imaginativa como insólita, de nuestro presidente del Gobierno no tendrán otro remedio que cambiar de argumento. Sánchez ha demostrado tener visión de largo alcance, sabe no limitarse a gestionar el día a día porque es capaz de detectar con olfato de sabueso político del mejor nivel dónde le aprieta el zapato a la sociedad española, qué vicios nefandos hay que corregir, cómo hay que liberar los ojos para ver mejor el futuro y no cabe negar que el aquelarre que prepara contra el franquismo es un buen ejemplo de ello.
Con esta iniciativa atrevida e inesperada, Sánchez certifica su condición de estadista. Nunca se ha limitado a la gobernanza ordinaria porque su energía se dedica a las grandes cuestiones, a la crisis climática, a luchar contra el patriarcado o a acabar con la guerra en Gaza, nada de temas menores. Ahora, aunque ya estaba implícito, se abre un nuevo frente políticamente muy prometedor, la lucha a muerte contra el franquismo que, no se rían, pero es probable acabe haciendo que ese viejo general golpista, católico, reaccionario y fascista se vea obligado a firmar, de una vez por todas, su rendición incondicional. Españoles, la libertad ha triunfado, el sanchismo y la felicidad general han desterrado de una vez por todas los fantasmas del pasado. ¡Gracias le sean dadas a Pedro Sánchez, al líder victorioso que nos ha librado de tamaña humillación, de tan cruel servidumbre!