THE OBJECTIVE
Pablo de Lora

La izquierdita cobarde

«Una Izquierda Socialista con el arrojo de antaño parafrasearía, a propósito del pacto fiscal con ERC, el lema del PSOE contra la OTAN: ‘Cupo, de entrada, no’»

Opinión
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La izquierdita cobarde

Ilustración de Alejandra Svriz

No, no me refiero a esa dizque izquierda bravucona, envalentonada en las proclamas desde la tribuna del Congreso, en los mítines del teatro del barrio, en las ruedas de prensa; esa dizque izquierda que cita pero no embiste, que mantiene el escaño, el cargo o la prebenda pues a la hora de la verdad -la de la votación, la firma del «acuerdo»- acaba «moviendo el culo» (Nogueras dixit) y tragando, a pesar de que pueda llegar a considerar que el Gobierno o el Grupo Parlamentario socialista con el que ha transaccionado la enmienda o el pacto se coaliga con criminales que han de ser perseguidos por la Corte Penal Internacional, o es cómplice de un genocidio o de una guerra sin causa justa, o de ser el cachorrito de Repsol o de los «poderes de siempre».

No, no me refiero a esa dizque izquierda que ha comprado cualesquiera versiones de la peor cacharrería conceptual en la almoneda de los departamentos universitarios de esas humanidades y ciencias sociales degradadas hasta el esperpento bajo la bandera de la «justicia social» y desde los que supuran, en papers y journals de imposible estatuto académico, dogmas con los que engrosar y engrasar la exposición de motivos de una ley, el vistoso y abstruso párrafo en el obiter dicta de una decisión del Tribunal Constitucional, el necesario contenido de un programa de formación para ingresar como funcionario en la Administración o para «reciclarse» y así promocionar. 

No, me refiero a Izquierda Socialista, esa «corriente interna» nacida al calor del XXVIII Congreso del PSOE en 1979 y del referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN. 

Ahora que el actual secretario general del PSOE y presidente del Gobierno acaba de dar por inaugurado el «Año Franco» conviene recordar sumariamente que, a la muerte del dictador, el Partido Socialista sufrió una fulgurante evolución ideológica que le permitió sintonizar con esa amplia clase media española surgida al albur de los años del desarrollismo y poder llegar al poder en 1982.

Así, en los finales de 1976, gobernando ya Suárez y habiéndose aprobado en Cortes la Ley de Reforma Política – el célebre harakiri de los procuradores franquistas- el PSOE se vestía de largo con lo más granado de la socialdemocracia europea en su XXVII Congreso (Mitterrand, Willy Brandt, Olof Palme), para, entre otras cosas, insistir en su posición de «abstención activa» en el referéndum que, sobre esa Ley, el auténtico pistoletazo de salida del régimen democrático que se consolidaría con la aprobación de la Constitución dos años después, se celebró el 15 de diciembre de 1976. El proyecto, conviene recordar, fue aprobado por el 94% de los que acudieron a votar. Tan solo se abstuvo un 23%. Afortunadamente, ni al PSOE ni a otras fuerzas de la oposición democrática se les hizo mucho caso. 

«Izquierda Socialista se configuró como un auténtico contrapoder discursivo dentro del PSOE, sobre todo en Madrid»

En una larga entrevista publicada en El Socialista (5 de diciembre de 1976) Felipe González, consagrado como líder desde el Congreso de Suresnes en 1974, señalaba que en el seno del PSOE habrían de convivir «… desde los marxistas no-leninistas hasta los socialdemócratas que no se conviertan en meros gerentes de la sociedad capitalista». Y a propósito de España y de la cuestión federal, señalaba también: «España ha sido utilizada de manera centralista como bandera centralista, como bandera centralista y unitarista, frente a la realidad plurinacional que encierra ese concepto que se llama España. Yo creo que hay que utilizar España como un concepto plurinacional y plurirregional, que exige una articulación armónica de esa diversidad»; y añadía: «Hay competencias del Estado tan ineludibles desde una perspectiva socialista, como la planificación económica para que haya una armonía en el desarrollo de las regiones y nacionalidades, de modo que no haya regiones que, progresivamente, se vayan empobreciendo y despoblando y regiones que progresivamente se vayan enriqueciendo y aumentando demográficamente. Todo eso son competencias del Estado, competencias que hay que, naturalmente, compatibilizar con el régimen fiscal y con una necesaria descentralización del poder del Estado». 

En consonancia con ello, El Socialista consagraba una sección especial en aquellos números dedicados a aquel Congreso de diciembre del 76 bajo el título El problema de las nacionalidades (las históricas, por supuesto: Galicia, País Vasco y Cataluña). Se incluían propuestas para cada una, como el ejercicio del derecho de autodeterminación del pueblo de Euskadi (sic) y la inmediata liberación de todos los presos políticos vascos «sin exclusiones» (sic); o, para el caso de Galicia, la enseñanza bilingüe hasta la universidad y la más pintoresca de crear un Banco Nacional Gallego. 

Como se sabe bien, el anhelo de alcanzar una «… sociedad tan igualitaria como sea posible, y en la que la explotación del capital sobre el trabajo tienda a desaparecer» (con esos términos respondía González en la entrevista a la pregunta sobre la política económica que se proponía el PSOE a las puertas del año 1977) transformando el sistema económico sobre presupuestos marxistas, esos deseos, digo, fueron abandonados en el histórico XXVIII Congreso de 1979 bajo el estandarte de un lema feliz: «Hay que ser socialistas antes que marxistas». González se marchó en mayo, pero volvió en loor de multitudes post-marxistas en septiembre, y en ese caldo de cultivo, como señalaba al inicio, surge Izquierda Socialista, allá por noviembre de 1980 bajo el impulso de Pablo Castellano, Paco Bustelo y Luis Gómez Llorente. 

Izquierda Socialista se configuró como un auténtico contrapoder discursivo dentro del PSOE, sobre todo en Madrid, manteniendo su posición antimilitarista, antinuclear y anti-atlantista propugnando el no en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, siendo críticos de las políticas económicas liberales protagonizadas primero por Boyer, luego por Solchaga, y alineándose con la UGT en la huelga del 14 de diciembre de 1988.

«Uno no puede evitar preguntarse qué dirían hoy, o que dicen, aquellos ‘históricos’ de Izquierda Socialista»

Diez años después, con el PSOE en la oposición, Antonio García Santesmases, entonces líder de la corriente, recomendaba a su partido que pidiera perdón por los episodios de guerra sucia ocurridos durante la etapa de Felipe González. Rafael Hernando diputado del PP en el Congreso elogiaba esa declaración por ser «de sentido común»; también el representante de Izquierda Unida Willy Meyer, tal y como informaba el diario El Mundo el 11 de agosto de 1998. En 2014, José Antonio Pérez Tapias, el representante de «la única corriente autorizada dentro del PSOE», según describía El País a Izquierda Socialista, obtenía un más que meritorio 15% del apoyo de la militancia en las primarias del PSOE, tras Eduardo Madina. Ganó un tal Pedro Sánchez. 

¿Y desde entonces? En mi última tribuna me preguntaba yo, entre bromas y veras, dónde ha andado, o anda, Izquierda Socialista últimamente (justo en estos días se han quejado de «las formas», autoritarias, en la sustitución del líder del PSM, Juan Lobato) y lo hacía a cuenta del bochornoso espectáculo (anti)democrático propiciado en Sevilla por el PSOE en su 41 Congreso. El actual representante de la corriente, el también histórico Manuel de La Rocha, a propósito de la dicha convención ha insistido en la necesidad de controlar al Gobierno, pero también apoyarle y defender sus políticas. Les recuerdo que «constará en acta» fue toda la respuesta que la dirigencia se dignó a dar a la militante de la corriente que quiso que se cumplieran los Estatutos y se debatiera la gestión de la ejecutiva saliente. Y uno no puede evitar preguntarse qué dirían al respecto hoy, o que dicen, los Gómez Llorente, Puerta, Castellano y tantos otros de aquellos «históricos» de Izquierda Socialista. 

De hecho, en 2020 Izquierda Socialista cumplió 40 años y andaban quejosos sus últimos mohicanos. O al menos así se desprendía de la carta que, con la firma de más de 500 simpatizantes, enviaron al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, solicitando que volviera a «normalizar su situación como corriente interna». Para empezar, que se dignara a recibirles, cosa que no había hecho en cuatro años, excluyéndoles de la ejecutiva, de las listas y de los puestos orgánicos. Debieron reencauzarse las aguas porque este mismo año se ha publicado 40 años de Izquierda Socialista en la editorial Pablo Iglesias, y el prólogo lo firma… Pedro Sánchez. 

En una larga y enjundiosa entrevista en televisión española emitida también en este 2024, es decir, ya habiéndose fraguado el pacto con Junts a cambio de una amnistía ad hoc negociada con presuntos criminales fugados en el extranjero, García Santesmases ha evocado también esa ya larga historia de la corriente, los enfrentamientos de antaño, los principios que animaron a Izquierda Socialista en la que él también ha jugado un destacadísimo papel como antes he señalado. 

«Desde la derecha del PNV y de Junts hasta Bildu, todo es bueno para el convento sobre el que Pedro ha edificado esta Iglesia»

El regusto tras escucharle es amargo, por decir lo menos. Los actuales críticos del sanchismo, los Leguina, Guerra, Corcuera, Page, el propio Felipe González, estarían terminando de mostrar la patita de lo que siempre fueron, a juicio de Santesmases: verbigracia, derechistas, esto es, gentes que nunca quisieron girar «hacia la izquierda». En cambio, la verdadera izquierda dentro de la socialdemocracia que hegemoniza el PSOE habría vivido su edad de oro con Zapatero, con el pacto del Tinell, es decir, con la exclusión de todo acuerdo posible con «la derecha» (la española, por supuesto), y es por ello por lo que no cabe sino celebrar la «pacificación lograda en Cataluña» gracias a la vuelta al mando del PSC que encarnaría lo mejor del federalismo, ese que el propio Santesmases habría cultivado desde sus lejanos tiempos como profesor de instituto en Sant Boi de Llobregat. 

Pasma comprobar que la denuncia de la renuencia de antaño a las alianzas con las izquierdas –Felipe González prefirió antes a Pujol que a Anguita- pueda compatibilizarse con la complacencia, si es que no aprobación o celebración, con las complicidades, y más que complicidades, de hogaño: desde la derecha nacionalista del PNV y de Junts hasta el etno-izquierdismo del nacionalismo vasco heredero de la violencia terrorista, todo es bueno para este convento sobre el que Pedro ha edificado esta Iglesia, un poder y una feligresía soportada por una acto de mayúscula corrupción política, el que ha supuesto la Ley de Amnistía, quizá la mayor traición habida a los ideales de la izquierda, la solidaridad y la igual ciudadanía de todo este período democrático.

También entre bromas y veras Santesmases se congratula en la entrevista de que nunca llegara a buen puerto el pacto del abrazo entre Sánchez y Rivera (antes Yolanda que Luis Garicano, calibren) y se mofa de esa izquierda jacobina, la emergente Izquierda Española, que osó, y osa, tildar al PSC de partido nacionalista excluyente.

Desde su experiencia de científico marxista y de docente en Cataluña y a partir de su compromiso igualitario: ¿no tiene nada que decir Santesmases a propósito del destierro del español en la escuela catalana? ¿Conoce la experiencia vivida y documentada por otro colega profesor de instituto, Iván Teruel, o los episodios como los de Javier Pulido, el «padre de Canet», o lo que hemos llegado a saber gracias a la labor desempeñada por Ana Losada y Rafael Arenas desde la Asociación por una Escuela Bilingüe? ¿Y el ostracismo de tantos y tantos universitarios como él, no nacionalistas en las universidades catalanas? ¿No tiene nada que objetar, so pena de delito de leso jacobinismo, sobre la evidencia que Javier Polavieja, un sociólogo formado en Oxford, ha mostrado según la cual los catalanes que tienen apellidos castellanos tienen menores probabilidades –las del extranjero- de que su curriculum se abra paso en una selección de personal? ¿No es lamentable, al fin, la huida de facto del Estado, sí, ese que tanto reivindicó su admirado Elías Díaz en De la maldad estatal y la soberanía popular, de Cataluña? El elenco podría seguir…

«Izquierda Española, y algunos otros náufragos, han tenido el arrojo de no renunciar a la lucha contra los privilegios del origen»

Sí, Izquierda Española, y algunos otros náufragos por aquí y acullá, lejos del calor de otros rebaños, han tenido el arrojo de no renunciar a la lucha contra los privilegios del origen y sus tiranías desigualitarias. Un arrojo basado en los mejores ideales del socialismo democrático, esos que informaban en aquellos lejanos tiempos de 1976 al PSOE. Vuelvo a las páginas de su medio de expresión oficial, a El Socialista, a ese número de diciembre del 76 a propósito del XXVII Congreso. Con respecto a Cataluña, se señalaba: «Pocos son los grupos que defienden de forma explícita la independencia total para Catalunya, ni creemos merezcan mayor consideración que la de señalar la contradicción entre el internacionalismo obrero que defienden y el nacionalismo a ultranza que propugnan».

¿Acaso no es eso precisamente lo que ocurre hoy con el «pacto fiscal» suscrito por el PSC con Esquerra y que ha permitido a Illa ser presidente? Una Izquierda Socialista con la coherencia y el arrojo de antaño parafrasearía, a propósito de ese pacto, el lema con el que se opuso el PSOE al ingreso en la OTAN: «Cupo, de entrada, no». 

Y el elenco de modestos arrojos, de otros noes podría seguir…

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