THE OBJECTIVE
José María Rotellar

Liquidez, inflación, gasto e impuestos

«Sánchez, el día que se vaya, además de un clima irrespirable de presunta corrupción, va a dejar la economía como un solar y con una losa de deuda»

Opinión
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Liquidez, inflación, gasto e impuestos

Ilustración de Alejandra Svriz.

La inflación en noviembre se sitúa en el 2,4% interanual, acelerándose seis décimas respecto al dato de octubre, tras confirmarse los datos del indicador adelantado. La subyacente también se sitúa en el 2,4% interanual, que sigue mostrando resistencia a la baja, y el IPC armonizado con la UE en el 2,4% interanual, que es el homogéneo con el resto de la UE y sobre el que se basa el BCE como indicador de precios. Mensualmente, el IPC crece un 0,2% y la subyacente un 0,1%. Es decir, la inflación repunta, no sólo por aceleración del dato interanual, que por comparación podría crecer debido a efecto estadístico, sino que se produce un crecimiento de la inflación mensual, cosa que ya sucedía en octubre, de manera que estamos asistiendo a una tendencia de nuevo ascendente de los precios.

Lo grave es que estos ritmos de crecimiento de inflación se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos. La acumulación del deterioro de dicho poder adquisitivo es intenso y los agentes económicos han ido gastando sus ahorros y ajustando su cesta de la compra. 

Recordemos que muchos productos han visto aumentar su precio de manera exponencial: así, sobre niveles ya muy elevados, en noviembre el precio de los alimentos aumentó un 1,9% interanual; la carne de cerdo, un 1,6%; los aceites, un 3,2%, en una subida exponencial durante muchos meses; los productos lácteos, un 1,1%, doblando su crecimiento, sobre subidas ya importantes de meses previos; las patatas, un 4,4%, con aceleración interanual; el pescado, un 4,3%, dos puntos más que en septiembre. Todo ello, sobre subidas acumuladas ya muy importantes en los últimos meses.

Adicionalmente, los precios aumentan en gran parte debido a la subida de impuestos, una vez eliminadas las bonificaciones, siendo ello responsabilidad del Gobierno, que introduce ese elemento que dificulta la adecuada transmisión de la política monetaria y empobrece más a los ciudadanos. Así, el IPC a impuestos constantes crece cuatro décimas menos que en el índice general, con lo que los impuestos incrementan un 20% (cuatro décimas sobre dos puntos) el IPC general interanual.

Todo ello, hace que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 19,53%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 17,55%.

Por otra parte, cuando se desaceleró, no se debió al Gobierno, ni al actual ni a ninguno, porque la inflación es un fenómeno monetario y, por tanto, depende de la cantidad de dinero que haya en el sistema. Lo que sí que puede hacer un gobierno, como el de Sánchez, es dificultar la transmisión de la política monetaria incrementando el gasto público, que ha hecho que sea necesaria una mayor intensidad y duración de dicha contracción monetaria, pero no baja gracias al Gobierno, sino que cuando baja es a pesar del Gobierno, que con su política de gasto público desmedido introduce elementos que pueden retrasar la adecuada transmisión de la política monetaria, como digo, enquistando el problema y provocando mayores esfuerzos por parte del banco emisor para poder controlarla, que puede provocar que repunte, como en los últimos meses. Si del Gobierno dependiera el banco central, probablemente tendríamos la moneda devaluada varias veces y la inflación creciendo de manera intensa, porque habrían provocado una expansión monetaria imprimiendo dinero. Afortunadamente, no está en sus manos.

«La mitad de los españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras el Gobierno los sigue asfixiando con impuestos»

La contención que hubo de la inflación llegó muy tarde y duró poco, pues vuelve a acelerarse, al haberse producido durante tantos meses una merma en la renta disponible a los agentes económicos, que se empobrecen, especialmente las familias, afrontando, con los ahorros generados durante la pandemia ya gastados, un horizonte muy difícil, en el que la mitad de los españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras el Gobierno los sigue endeudando y asfixiando con impuestos, con más de 80 subidas, con un nuevo incremento de impuestos aprobado y otro que no ha salido adelante pero que quería aprobar, como el de los seguros de salud.

Además, la preocupante evolución del crecimiento económico, basado en el gasto público (que ha expulsado a la inversión), ha tensado los precios al alza durante mucho tiempo, con riesgo de rebrote inflacionista para finales de año, como estamos viendo.

La inflación repunta y el resto de indicadores, donde sí que influye decisivamente la política económica del Gobierno, son malos, pese a su apariencia de corto plazo. Ese trampantojo, sin embargo, esconde un deterioro estructural profundo, con un empobrecimiento de la economía española, tal y como demuestra el PIB per cápita; con un gasto desbordante, de manera que para cubrirlo ya no saben qué más impuesto subir y crear, entre la demagogia, la envidia y la ineficiencia de sus propuestas; con un déficit estructural creciente; y con una deuda exponencial.

«El legado económico -además del general- de Sánchez, aunque lo envuelva en el celofán del corto plazo, será catastrófico»

Sánchez, el día que se vaya, además de un clima irrespirable de presunta corrupción que asola a todo su entorno profesional y familiar, va a dejar la economía española como un solar, hundida, con difícil recuperación y con una losa de deuda, habiendo expulsado la inversión productiva y con una inseguridad jurídica enorme, que retrae inversiones.

El legado económico -además del general- de Sánchez, aunque lo envuelva en el celofán del corto plazo, será catastrófico, pero a él le da igual, porque está instalado en el cortísimo plazo de su conveniencia, comprando cinco minutos más en La Moncloa con los cheques a sus socios a cambio de sus votos. Es decir, el crecimiento es insano; el déficit estructural se consolida; la deuda se dispara; la confiscación aumenta; el intervencionismo crece y la inseguridad jurídica cae, mientras la economía española ve pasar las oportunidades de realizar grandes reformas, que son las que necesita para crecer de manera sostenible y no de forma sostenida con un gasto público dañino.

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