THE OBJECTIVE
Javier Benegas

O robas o gobiernas

«Lo que hace Sánchez poco o nada tiene que ver con gobernar. Es, a lo sumo, la trasposición a gran escala de las artes, usos y costumbres de un oportunista nato»

Opinión
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O robas o gobiernas

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cada vez se hace más evidente que el Gobierno no gobierna porque bastante tiene con mantenerse en el poder. Acosado por la corrupción y presionado por las exigencias de sus socios, la acción de gobernar se reduce a la propaganda, a anuncios de estupendas iniciativas que nunca cristalizan más allá de los titulares de la prensa o, en el mejor de los casos, a la aprobación de leyes que nacen muertas por la falta de dotación presupuestaria.

La parálisis de este Gobierno es absoluta, excepto en lo que se refiere al reparto y al conchaveo con el que a duras penas se mantiene. Creo que, a este respecto, el título de este artículo es suficientemente elocuente. Pero no apunta sólo a lo que más o menos vamos conociendo de los Aldamas, Ábalos, Koldos, Castejones y Begoñas, o a malversaciones repugnantes como la del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, que es marca de la casa. Apunta también al mangoneo basado en la exacción y en el reparto discrecional de dinero, competencias y privilegios travestido de legítimos acuerdos democráticos.

Es imposible gobernar cuando todas tus energías y escasas aptitudes deben concentrarse en mantener contentos o, a menudo, embaucar y timar a tanto sectarismo pedigüeño, además de combatir por tierra, mar y aire a los jueces y a los periodistas disidentes. Así pues, lo que hace Sánchez poco o nada tiene que ver con gobernar. Es, a lo sumo, la trasposición a gran escala de las artes, usos y costumbres de un oportunista nato. La aplicación del manual de resistencia de un tipo sin escrúpulos cuyo talento se reduce a trepar a la cima de cualquier organización, sea esta una asociación de taxidermistas, un partido político o el gobierno de una nación, para luego adherirse de tal forma que ni con espátula se le pueda remover.

Un comportamiento irracional

A primera vista, Sánchez sería la última o penúltima consecuencia de un socialismo español que, como se ha dicho y escrito mil veces, casi desde el principio de la Transición, más concretamente desde la segunda legislatura felipista, se empeñó en no ser homologable a sus coetáneos europeos.

Los socialdemócratas del viejo continente, salvo excepciones como Francia o Italia, se tomaron muy en serio de forma anticipada el previsible colapso de sus sistemas de pensiones y de sus Estados de bienestar en general, y jamás se atrevieron a trocear su país para mantenerse en el poder. Al menos, hasta que determinados dogmas de la izquierda más tarada se impusieron, demostraron una cierta racionalidad política y económica. Incluso, en la actualidad, aunque sólo sea porque a la fuerza ahorcan, empiezan a cuestionar esos dogmas a los que, sin embargo, nuestros socialistas siguen sirviendo con devoción religiosa.

«La manera en que tienden a comportarse los partidos y políticos españoles es poco o nada racional»

Pero es necesario ir más allá de lo que puede parecer evidente. Sánchez es también la sublimación de una forma de entender la política muy extendida y que no tiene parangón. No es ya que el socialismo patrio no se compadezca con sus homólogos europeos, es que en general la manera en que tienden a comportarse los partidos y políticos españoles es poco o nada racional, excepto, claro está, en lo que se refiere a los intereses propios.

De otra forma no se explica que además de denunciar la corrupción socialista y los golpes institucionales de Sánchez, en la oposición no se disparen todas las alarmas respecto de la situación límite de un país en el que, por ejemplo, con poco más de una mensualidad del gasto en pensiones (12.940,98 millones de euros) podría financiarse el Eurotúnel que une Gran Bretaña y Francia bajo el mar (15.000 millones de euros), una de las mayores y más costosas obras de ingeniería acometidas en Europa. Sólo con esa partida del gasto, los españoles casi podríamos construir un Eurotúnel cada mes.

Hay que decirlo y repetirlo mil veces. Más allá de la corrupción política y el grave deterioro institucional, la situación de España lleva décadas deteriorándose hasta volverse escalofriante. Hoy, 9,7 millones de personas se encuentran en riesgo de pobreza, lo que supone el 20,2 % de la población. Porcentaje al que hay que sumar otro 9% (4,3 millones de personas) con carencia material severa.

El robo legalizado

Doy por descontado que estas cifras no conmocionarán a casi nadie, porque aquí, como los números nos la sudan y la alegría va por barrios, a quien Dios se la dé, que San pedro se la bendiga. Así que pondré el foco en los afortunados que, si bien pasan estrecheces, aún se consideran clase media. Por ejemplo, imaginemos a ese Juan Español que ingresaría 25.000 euros brutos anuales y que según las estadísticas del INE sería clase media (14.000 a 30.000 euros brutos).

Pues bien, este español privilegiado, teniendo en cuenta lo que debe gastar para vivir y todos los conceptos impositivos que gravan ese gasto, no sólo el IRPF, las administraciones le detraen más de 10.000 euros anuales: el 40% de sus ingresos. Así que Juan Español, que gana 25.000 euros anuales, en realidad sale adelante con algo menos de 15.000.

Ahora bien, si no hacemos la trampa de considerar que la parte mollar de las cotizaciones es una partida separada que se le imputa a la empresa y no al trabajador, este español privilegiado estaría destinando al sostenimiento del Estado prácticamente el 60% de sus ingresos. Pues en este caso sus ingresos brutos serían algo más de 30.000 euros anuales, de los cuales el conjunto de administraciones le detraería aproximadamente 18.000 euros.

Para hacer este cálculo, he tenido en cuenta el gasto medio en la cesta de la compra, ropa, electricidad, transporte, ocio, etc. Y he aplicado dos salvedades que, de no hacerse, agravarían aún más la situación. Una de ellas es que nuestro Juan Español tendría vivienda en propiedad y sin hipoteca (ja, ja). Y la otra, que residiría en la Comunidad de Madrid, que tiene uno de los tramos impositivos autonómicos más bajos de España. Si en vez de Juan Español hablamos, al gusto de los separatistas, de Juan Catalán, la situación tributaria será aún más desesperada, porque en el paraíso nacional catalanista sólo el concepto de IRPF puede llegar a zamparse más del 50% de los ingresos brutos.

Constantemente se imputa la insostenibilidad del gasto público español a una presión fiscal que, en teoría, estaría dos o tres puntos por debajo de la media de la Unión Europea. Nunca a los excesos del Estado. Esta insistente denuncia resulta irritante porque obvia algo que es elemental: que, si quieres una presión tributaria como la de Finlandia, necesitas salarios como los Finlandia. No como los de Senegal. No es lo mismo ganar 25.000 euros brutos anuales y, después de impuestos, tener que apañarte con 15.000, que ganar 60.000 y vivir con 36.000.

Asociar Estado de bienestar con latrocinio

Pero aún es más irritante la pasividad del conjunto de la clase política ante el robo legalizado con que se sostiene un modelo político y administrativo completamente fuera de control. Si acaso, en la oposición se discute y critica la orientación del latrocinio; es decir, en qué y cómo se gasta el botín. Pero no el latrocinio en sí.

Por supuesto, ahora lo urgente es lidiar con un presidente que, para mantenerse en el poder, desafía al Estado de derecho. Un tipo que por la mitad de la mitad de lo que ha hecho, o bien habría dimitido, o bien habría sido hecho dimitir en cualquier país europeo, o incluso, a estas alturas, ya habría sido depuesto, juzgado y condenado a muerte en la democrática República de Corea del Sur.

Está por ver que salgamos bien librados del órdago de un Sánchez determinado a pasar por encima de quien sea y lo que sea para permanecer en La Moncloa. Con todo, lo peor es que, aunque al final este personaje pueda ser desalojado democráticamente y sin que medie un conflicto civil, hará falta un milagro aún mayor para que el otro monstruo, este Estado sin fondo, pueda ser reconducido. Porque, no ya los políticos, sino buena parte de los ciudadanos, acostumbrados como están a los sablazos, parecen haber asociado Estado de bienestar con latrocinio.

Supongo que, como al final sucederá con Sánchez, todo se andará. Quién sabe, tal vez el estallido de una nueva crisis económica global acelere el proceso y la pura necesidad material despertará a muchos del letargo. Pero si no comprendemos que nada tiene de malo que una persona aspire a enriquecerse de manera legítima, sino que es al revés, que lo profundamente inmoral son los abusos tributarios, el que venga, en vez de gobernar, nos seguirá robando, y sólo será cuestión de tiempo que seamos pobres de solemnidad.

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