THE OBJECTIVE
Damian Carmona Navarro

El negacionismo mata

«Las negligencias han costado más de 222 vidas, por tanto, no nos podemos permitir ni un segundo más una clase política formada por incapaces»

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El negacionismo mata

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cada vez que una persona, sin conocimientos científicos sobre medio ambiente, accede a un cargo de gestión sobre estos temas, intenta suplir sus carencias técnicas con una militancia fervorosa de las tesis ecologistas. La actuación de la exministra de Traición Ecológica, Teresa Ribera, encaja perfectamente en este ejercicio de transformismo pues, como muchos de sus colegas, utiliza falsos argumentos medioambientales como excusa para lograr sus fines políticos.

Todo fundamentalismo tiene su paraíso, y en el caso del ecologismo, sueña con un mundo libre de la intervención humana, donde los ecosistemas evolucionan única y exclusivamente según las leyes de la naturaleza. La única forma de alcanzar este paraíso implicaría una densidad de población humana que nos remontaría al origen de nuestra especie, lo que, al margen de si es deseable o no, parece bastante difícil hoy en día que hemos rebasado ya los 8.000 millones de seres humanos.

Los integrantes del ecologismo sandía, es decir, verdes por fuera y rojos por dentro, se oponen a cualquier actuación sobre el medioambiente. Estos «conservadores», que no es lo mismo que «conservacionistas», desaprueban cualquier cambio. Su fundamentalismo los lleva, entre otras muchas contradicciones, a oponerse a realizar nuevos embalses, mientras declaran protegidos el pantano del Hondo, el embalse de Orellana, los embalses de Cordobilla y Malpasillo, el embalse de las Cañas y las colas del embalse de Ullíbarri, todos ellos incluidos en el Convenio de Ramsar como humedales de importancia internacional. Sin embargo, un partido de gobierno, como lo era el Partido Socialista, no puede permitir que sus actuales dirigentes, integrantes del sanchismo zapaterista, se dejen llevar por los argumentos de estos frikis medioambientales, que no tienen otra guía que sus simples emociones.

Los ciudadanos deben elegir entre dos modelos ambientales:

1. Un modelo ideológico de ecologismo radical, que desconfía de la capacidad de conocimiento del ser humano y, por ello, en el fondo es más «conservador» que «conservacionista». Que busca volver a un «paraíso primigenio» que nunca existió y que encuentra en el tamaño de la población humana su principal problema para alcanzar algo parecido. En el caso que nos ocupa, implementar medidas para que los cauces hidrológicos fluyan libremente sin ninguna regulación.

«A pesar de lo que proclama el coro sanchista, muchos de los que llaman negacionistas nunca han cuestionado el cambio climático»

2. Un modelo racional de desarrollo sostenible, que apuesta por el ser humano y su capacidad tecnológica para utilizar los recursos naturales. En el caso que nos ocupa, significa desarrollar las infraestructuras necesarias para regular los cauces, evitando con ello las inundaciones a la vez que incrementamos el volumen de agua disponible para el desarrollo de España.

Uno de los mantras que con más vehemencia se ha escuchado en el 41º Congreso Federal del PSOE celebrado en Sevilla fue el eslogan: «EL NEGACIONISMO MATA», la frase sanchista de moda para eludir sus responsabilidades y acusar a la «derecha» y a la «derecha extrema» de las consecuencias de la dana de octubre de 2024.

España, que en la última medición ocupaba el puesto 23 en el ranking de países emisores de gases de efecto invernadero, emitió 287,7 millones de toneladas de CO₂, es decir, menos del 1% de las emisiones globales. Por tanto, podemos afirmar que el control de las emisiones no depende de España, ni siquiera de la Unión Europea.

A pesar de lo que proclama el coro sanchista, muchos de los que ellos llaman negacionistas en ningún momento han cuestionado el cambio climático y la influencia humana en dicho cambio. Lo que se discute son las medidas para enfrentarlo. En contra de los que únicamente se dedican a buscar culpables entre los negacionistas y se oponen a cualquier actuación, es necesario intervenir en la naturaleza utilizando los adelantos tecnológicos para lograr un desarrollo sostenible que permita el progreso de nuestra sociedad.

A pesar de estas diferencias, tenemos que reconocer que coincidimos en que el «negacionismo mata». En efecto:

«Negarse a declarar, el Gobierno de España, el estado de alarma nacional, mata»

La negación de Teresa Ribera durante seis años a ejecutar «el proyecto de encauzamiento y drenaje del Barranco del Poyo», mata.

Negarse, por fundamentalismo ideológico, a limpiar los cauces de los ríos y barrancos, mata.

La negación de Teresa Ribera, durante seis años de gobierno, a implantar en la Confederación Hidrográfica del Júcar, el sistema de ayuda a la decisión que anticipa la alerta de catástrofes, como ya tienen otras confederaciones, mata.

Negarse a declarar, el Gobierno de España, el estado de alarma nacional previsto en el artículo 116 de la CE, sobre todo si, por falta de recursos, negligencia o cualquier otra causa, se considera que la Comunidad Autónoma no está respondiendo adecuadamente, mata.

Estas negligencias han costado más de 222 vidas, por tanto, no nos podemos permitir, ni por un segundo más, una clase política formada por incapaces que han hecho de la política su modo de vida. Necesitamos unas reglas del juego que incrementen la calidad democrática y seleccionen a los mejores en la vida pública.

España no se merece un débil «caudillo» que, acosado por la corrupción, intenta mostrar fortaleza amenazando a los españoles con seguir en el cargo «hasta el infinito y más allá». Como el mismo sabe, España ya ha soportado durante 40 años a otro autócrata aclamado por las masas. Su empeño, únicamente le va a servir para que encuentre la respuesta a su pregunta más vital: Pedro Sánchez va a pasar a la historia a la altura de su alter ego, exhumado por él mismo en 2019.

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