Bobos contra la Navidad
«Esta manada de desvalidos intelectuales ha decidido que celebrar algo que lleva festejando Occidente desde hace más de dos milenios es políticamente incorrecto»
Existe un creciente grupo de idiotas integrales, cada vez con más influencia, que ha decidido unir fuerzas para boicotear la Navidad. Es además extraordinario el empeño que ponen en semejante proyecto.
Este selecto conjunto de cenutrios ha decidido unánime y solemnemente que en la época de Navidad se celebran unas llamadas «fiestas», una serie de actividades festivas indescriptibles, sin razón, origen o raíces, unos eventos inconexos que representan las vacaciones más importantes del año, pero que no celebran nada específico. Esta manada de desvalidos intelectuales y sus pensadores y políticos de cabecera han decidido que celebrar algo que lleva festejando la humanidad en occidente desde hace más de dos milenios es políticamente incorrecto o que puede ofender a alguien.
Para desacreditarlos recordemos algo básico e indiscutible. Cuando alguien organiza o celebra una fiesta, siempre lo hace por una razón concreta. Normalmente, los invitados preguntan ¿y qué celebras? Y, que yo sepa, por estas fechas solo se celebra el acontecimiento de la Navidad. Y esto no es más que la celebración religiosa, tradicional, cultural o folclórica del nacimiento del Niño Jesús en Belén. Es un hecho histórico irrefutable, una verdad indiscutible, un acontecimiento anual que ocurre en todo el mundo desde hace milenios. Por lo tanto, la celebración de la Navidad es algo arraigado profundamente en la cultura cristiana que define a occidente.
Es parte del ADN del ser humano en Europa, América, Oceanía, parte de África y Asia. Pero ojo, la Navidad no obliga a nadie a ser religioso, a celebrar un acontecimiento religioso o a comulgar con el cristianismo. Simplemente es un hecho que recuerda que hace milenios se produjo el nacimiento de un niño en Belén que transformó el mundo y que esto es la fuente de la civilización occidental que dio origen a nuestra cultura, valores, organización social, antropológica y familiar. El cristianismo (junto al legado grecorromano) es lo que ha esculpido nuestra civilización tal y como la conocemos.
¿Entonces por qué hay un nutrido grupo de bobos que quieren obviar algo de este calibre? Simplemente porque estos son los mismos que han decidido cargarse lo que nos define como civilización y que quieren aleccionarnos en una nueva religión laica. Son los mismos iluminados que quieren convencernos de que no hay diferencias biológicas entre el macho o la hembra (hablo de biología, no de sentimientos o apetencias personales que son totalmente libres y respetables), que comer carne es antinatura, que la familia es una estructura totalitarista que hay que derribar, que los animales tiene los mismos derechos que los seres humanos, o que todos los hombres son unos violadores potenciales. En cualquier universo racional, cualquiera de estas afirmaciones sería prueba fehaciente de una afección grave de estulticia cerebral. Menos en occidente en el siglo XXI parece ser.
Esto trae a colación el extraordinario cuento «El rey desnudo» (Hans Christian Andersen), que aborda el tema de la estupidez humana con humor cínico al exponer cómo las personas se someten a ficciones absurdas, impulsadas por intereses políticos o culturales ¿Les suena? En la historia, un rey es convencido por unos embaucadores de que existe un traje invisible, accesible solo para los «sabios» y «aptos». Esta falacia le lleva a desfilar públicamente desnudo, mientras todos los cortesanos, temerosos de perder su favor o su posición, aplauden el engaño sin rechistar. La trama revela cómo el miedo al ridículo, la sumisión al poder y la búsqueda de conveniencia social pueden perpetuar la falsedad y la irracionalidad, haciendo que las personas se callen o incluso acepten lo absurdo por el temor a contradecir lo que se presenta como verdad oficial. Es una feroz crítica a la falta de coraje para cuestionar las narrativas impuestas y la manipulación de las masas por parte de aquellos que tienen poder. Este cuento lo entiende cualquier niño. Sin embargo, millones de personas han comprado estas baratijas pseudofilosóficas en la actualidad.
Reflexiona ¿Eres el rey o el cortesano del cuento de Hans Christian Andersen?