THE OBJECTIVE
Benito Arruñada

Elegía 2025

«Se equivocan los agoreros. España no va mal por error. Solo está en liquidación voluntaria»

Opinión
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Elegía 2025

Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

Los españoles celebramos dos grandes ritos navideños: las campanadas de fin de año y la homilía orteguiana del profesor Jesús Fernández-Villaverde (JFV) en la Fundación Rafael del Pino (vean el vídeo como vacuna contra los crecepelos al uso). Su aldabonazo anual mezcla ilustración y severidad moral para criticar el estado de nuestra sociedad, y proponer sabios arbitrios que la regeneren.

Este año, JFV cargó contra la falta de reformas estructurales, el desastre de la natalidad y la llegada de inmigrantes que, por ser poco productivos, serían un falso remedio a corto plazo. Según su análisis, España se hunde por inacción, atrapada en una decadencia autoinfligida. 

No le falta razón, pero el diagnóstico quizá sea inexacto. No estamos paralizados por error. Sabemos bien lo que hacemos. El puzle español encaja mejor cuando asumimos que hemos decidido desmantelar el país pieza a pieza y sacrificar el futuro en aras del presente. Carpe diem.

Llevamos tiempo en ello. El gran salto adelante fue la Constitución de 1978, diseñada en sí misma como un pacto para liquidar la nación. Lean el último libro de José María Marco y entenderán el error de construir una democracia escondiendo la nación: empieza uno ocultando los problemas bajo un consenso apócrifo y lo termina sin democracia. 

Tras la Constitución, se sucedieron los cambios. Acelerados en el ámbito político, donde multiplicamos el Estado para dotarnos de 17 mini Estados más caros y menos eficaces, excepto para administrarnos una dosis creciente de soma identitaria. Con ella, muchos creerán ser felices mientras el agua caliente siga saliendo del grifo. Pero todo se andará. Más pronto que tarde si insistimos en ocurrencias como cerrar las nucleares y vivir del aire. 

Quien quiera evaluar al nuevo Estado, le basta con ver su impotencia ante la pandemia o las inundaciones de Valencia. Nuestro Leviatán es hoy una hidra de 18 cabezas, pero sin brazos. En sanidad o policía, vive de la inercia, consumiendo unas rentas que empiezan a agotarse. En educación, se ha degradado sin remedio, como nos recuerda cada año el informe PISA. Con la excusa del consumo lúdico, hemos reemplazado la instrucción por el adoctrinamiento en nuevos catecismos que hasta carecen de las virtudes del destilado histórico. 

Mientras emigran los jóvenes más productivos, arraigan los expertos en consumir un presentismo mediocre. Junto con jubilados y funcionarios, son la bisagra de toda batalla electoral. Muchos votan al liquidador por excelencia. Dirán que no, pero lo hacen a sabiendas. 

Con ser graves, estos cambios son aún reversibles. Lo irreversible es el colapso demográfico. Con una fecundidad de 1,2 hijos por mujer, una población de 47 millones tendría 20 a mediados de siglo. Para remediarlo, cree JFV que debemos reorientar la política económica para fomentar la fertilidad, como si ese giro no fuera contrario a nuestros deseos. También defiende impedir la llegada de inmigrantes poco cualificados porque, dada la generosidad de nuestras pensiones, incluso aquellos inmigrantes que hoy pagan más impuestos (de origen europeo y sudamericano) serían poco rentables a largo plazo. 

Muchos discuten sus cálculos, pero aun dándolos por buenos, si no lo hacen esos inmigrantes, ¿quién nos iba a servir? También es dudoso que vayamos a pagarles unas pensiones tan generosas, cuando ya pagamos con crédito ajeno las pensiones actuales. Lo difícil será gestionar su recorte

En todo caso, si vienen pocos inmigrantes cualificados es porque nuestra economía no genera empleos más productivos. No sería razonable tratar la consecuencia sin atender a la causa. Tampoco funciona el voluntarismo para cambiar el modelo productivo, que es consecuencia de decisiones políticas pero en sintonía con nuestras verdaderas preferencias individuales. 

Haría falta una liberalización radical de la economía, pero no está en los planes de nuestros políticos por la sencilla razón de que —al menos fuera de Madrid, que por algo es la única región con una natalidad al alza— sólo la defendemos una parte aún pequeña de los ciudadanos. En esencia, liberalizar es lo opuesto a liquidar: es una apuesta optimista por el futuro, y la mayoría de los españoles —como muchos europeos— viven al día: son tan pesimistas que lo sacrifican todo al presente

Hoy por hoy, la mayoría prefiere una liquidación ordenada. En buena medida, lo que muchos —incluida la oposición, vistos sus requiebros— critican a Sánchez es solo que, para conservar el poder, haya acelerado el proceso. Le discuten los detalles y el ritmo, pero no el rumbo. 

Si estoy en lo cierto, lo peor es que no seamos sinceros con nosotros mismos. Pero es una hipocresía comprensible. Para sobrellevar una liquidación, conviene olvidarla. Ojalá en 2025 pongamos los medios para virar en redondo. En todo caso, gracias por leer hasta aquí; y que 2025 nos sea venturoso. 

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