THE OBJECTIVE
Javier Santacruz

Planes de pensiones: una ventana de liquidez que nos debería preocupar

«Desde el 1 de enero de 2025 pueden rescatarse las aportaciones realizadas a planes de pensiones individuales antes del 31 de diciembre de 2014»

Opinión
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Planes de pensiones: una ventana de liquidez que nos debería preocupar

Economía. | Ilustración de Alejandra Svriz

Desde el 1 de enero de este recién estrenado año 2025 pueden rescatarse las aportaciones realizadas a planes de pensiones individuales antes del 31 de diciembre de 2014. No sabemos aún si se producirá una ola de reembolsos que mermen considerablemente el patrimonio de los fondos sobre los que se sustenta cada plan de pensiones. Habrá que esperar a la publicación por parte de la patronal Inverco de los datos mensuales.

Más allá de cuál sea el efecto final, esta medida junto a otras adoptadas en la época del Gobierno Rajoy-Montoro, es un clavo más en el ataúd de una industria estimulada primero y atacada después por el mismo agente: el poder político. Por un lado, los gobiernos de un signo y otro empujaron a las clases medias a contratar planes de pensiones individuales, haciéndolo con una herramienta muy poderosa: una reducción cuantiosa de la base imponible general del IRPF (la formada por las rentas del trabajo, las profesionales, inmobiliarias y otras) que suponía una inyección anual muy importante.

A cambio de esto, el Gobierno pasaría al cobro en el momento de la jubilación una parte no menor de lo ahorrado en el plan más la rentabilidad acumulada durante los años también en forma de base general de la Renta. Cierto es que incluyó un coeficiente de reducción por rendimientos irregulares para evitar una tributación excesiva (40%), pero ha sido la costumbre durante años rescatar el plan en forma de capital, es decir, rescatando la cantidad total acumulada. No pocos han sido los sustos en la declaración de la Renta del año siguiente.

El estímulo funcionó y la industria creció considerablemente con una oferta de vehículos de ahorro para la jubilación muy condicionada por dos factores: uno, la regulación, estableciendo ciertas obligaciones en la distribución de los activos o en las comisiones, entre otras, las cuales se han ido endureciendo con el paso de los años. Y otro, el perfil del ahorrador medio en España, donde se producen sinsentidos generalizados como que una persona de 30, 40 o incluso 50 años, con más de 10-15 años por delante de vida laboral o profesional ahorrando siempre en planes de pensiones monetarios, de renta fija o mixtos, cuya rentabilidad media esperada a largo plazo, en el mejor de los casos, no sobrepasa el 4% anual. 

Pero, por otro lado, estos mismos colores políticos (cambia el perro, pero no el collar) comenzaron un proceso de ataques continuos a esta modalidad de ahorro confundiendo causas con consecuencias, interpretando erróneamente los datos que se publicaban de rentabilidades, volatilidades y patrimonio bajo gestión o el coste que suponía para las arcas públicas mantener un beneficio fiscal elevado por las aportaciones. El argumento definitivo fue considerar que era más ineficiente ahorrar en planes individuales que en planes colectivos, un segmento muy poco desarrollado en España y con algún caso de éxito como eran las Entidades de Previsión Social Voluntaria (EPSV) en Euskadi.

Así, en 2014 comenzó una «voladura controlad» con tres medidas principales que golpeaban la línea de flotación de los planes individuales: 1) la desgravación fiscal en base pasó de 10.000 euros a 8.000 euros; 2) se eliminó la reducción del 40% para las prestaciones en forma de capital provenientes de aportaciones a partir del 1 de enero de 2007, permaneciendo para las aportaciones anteriores a esa fecha; 3) estableciendo un nuevo supuesto de liquidez para las aportaciones con antigüedad superior a 10 años, que es el que en este momento ya se puede invocar.

En los años siguientes hasta nuestros días, los dos condicionantes del éxito o fracaso de la industria de previsión complementaria individual en España (regulación y educación, que no alfabetización, del ahorrador medio en estos vehículos) han ido a peor. Durante este tiempo, la llegada de los Gobiernos del presidente Sánchez ha llevado la reducción en base general del IRPF a sólo 1.500 euros anuales. Dado que tampoco se ve una mejora importante en la estrategia del ahorrador a largo plazo, y una vez que se le ha quitado su principal elemento de atractivo como era la desgravación fiscal, el producto «plan de pensiones individual» ha perdido una buena parte de su sentido. Aun así, en el mercado español sigue habiendo planes de pensiones con rentabilidades altas y consistentes a largo plazo que son clave para complementar adecuadamente la pensión pública futura.

Cierto es que han ganado atractivo los planes de empleo y, más concretamente, la figura creada para los autónomos (Plan de Empleo Simplificado) con una reducción en base de 5.750 euros anuales. Veremos cuál será su comportamiento a largo plazo porque, aunque pueda aceptarse la tesis de que la gestión colectiva es más eficiente que la individual, España es un país de empresas muy pequeñas y autónomos cuya capacidad de ahorrar por cuenta de sus empleados (o de ellos mismos si son trabajadores por cuenta propia) es muy limitada, teniendo en cuenta los elevados costes de cotización al sistema público.

En suma, esta posibilidad de rescate a los 10 años que se introdujo en la reforma de 2014 puede introducir inestabilidad e incertidumbre en el sistema que, ya de por sí, maneja un volumen de recursos muy pobre con respecto a la media europea. En media, lo ahorrado por un español en un plan de pensiones individual apenas alcanza el importe de un año de pensión pública. A noviembre, el patrimonio total de los planes de pensiones está por debajo de los 100.000 millones de euros y solo los planes mixtos acaparan el 62,5% frente a los de renta variable que apenas superan el 20%.

Si puede darse un consejo: salvo que una persona tenga una necesidad extrema de liquidez y no tenga más remedio que rescatar sus aportaciones anteriores al 1 de enero de 2015, lo mejor es no rescatar para evitar el elevado coste fiscal y empezar a preocuparse por tener colocado su dinero en planes que le cuadren en función de su horizonte temporal (cuántos años tiene para invertir hasta la jubilación, incluso algo después) y sus objetivos vitales (para qué quiere o necesita el dinero).

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