Las uvas de la ira
«La política es hoy el sainete y todo aquel teatro fácil y sin gracia, que no tiene humor, pero tiene un chiste evidente; reírse del otro»
El verdadero humor, el humor que a España nos trajo Julio Camba, es el humor inglés, que consiste en una gracia sosa y eficaz, muy sutil, y cuyo maestro no fue un escritor, sino un político, el señor Churchill. La clave es fácil: el humor es sustancialmente político y las guerras exacerban la política y dan mucho humor, pero también hay muchos chistes malos.
Bueno, pues por lo que sea, justamente ese es el humor político que no cae bien en España, el que enerva al personal. Decía Camba que el espectáculo que le damos los españoles al mundo no es divertido ni filosófico, pero tiene una gran emoción: «Se nos torea, se nos engaña con un trapo rojo. De tanto embestir al aire o contra la barrera, vamos perdiendo acometividad; a veces nos ponen unas banderillas de fuego, y el dolor nos irrita y nos da nuevas fuerzas».
En el comentarista o tuitero esta acometividad es siempre cosa de autor poco ilustrado, porque la chispa consiste en rondar la gracia, el disparate. La Columna no puede hacerse siempre en serio, sin gracia, embistiendo en seco. El trapo rojo es una estampita con una vaca, los horteras que dan las uvas, la conmemoración de la muerte de Francisco Franco, cualquier señuelo del Gobierno y los humoristas a sueldo. Parece bastante obvio que sacar el trapo rojo ya es la principal estrategia política del Gobierno. El señor Pedro Sánchez y sus humoristas se han propuesto una misión de aquí a las elecciones: hacer que la derecha se enfade, grite y se ponga en plan fanático con España.
Efectivamente, el otro humor posible estas uvas de la ira era que una mujer entrada en carnes saque una foto de una vaca. La situación se prestaba inequívocamente a otro chiste fácil que algunos han sabido ver, porque el humor es un punto de vista que tiene la vida y el chiste político es un arma para el que sabe utilizarla. La política es hoy el sainete y todo aquel teatro fácil, barato y sin gracia, que no tiene humor, pero tiene un chiste evidente; reírse del otro. La solución es muy sencilla, pero si no tiene sentido del humor puede usted tomar una postura pasiva, de retirada contemplativa, como el toro que se capta del truco del torero y se sienta en medio de la plaza, abdicando ante el abucheo y los pitidos.
Bueno, pues justamente lo de Nochevieja era ese humor que no es humor, sino el chiste malo que aquí en España se vuelve una cosa como muy seria. Desde La codorniz y La ametralladora, o bien Hermano Lobo, el humor en España se ha ido disecando y cada vez se entiende menos. Las greguerías de don Ramón eran geniales porque tenían mucho más humor que malhumor de posguerra. Y sobre todo porque eran más poesía que prosa. Lo que hay ahora es mucho malhumor, poca poesía y chistes malos.