THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

La doble memoria del PSOE

«Sánchez celebra lo que haga falta si le viene bien. Dice que celebramos 50 años de libertad. Mentira, bulo, falsedad, ‘fake’. Hace 50 años seguía la dictadura»

Opinión
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La doble memoria del PSOE

Ilustración de Alejandra Svriz.

Es asombrosa la capacidad que tiene Pedro Sánchez, y por derivada todo su partido y gran parte de la izquierda española, de reescribir el pasado con el fin de modificar el presente para intentar controlar el futuro. Una capacidad vinculada a una extraña memoria que ahora estamos viviendo, o sufriendo, en su máximo esplendor. Por un lado, intenta obligar a un país entero a celebrar los 50 años de la muerte de un dictador, que murió en la cama. Y lo hace fuera de fecha porque murió el 20 de noviembre. El primer acto es este 8 de enero y hace cincuenta años Franco vivía, y presidía el gobierno Carlos Arias Navarro ¿Sánchez celebra esto? Sánchez celebra lo que haga falta si le viene bien. Dice que celebramos 50 años de libertad. Mentira, bulo, falsedad, fake. Hace 50 años seguía la dictadura.

La memoria de Sánchez es extraña y siempre manipula. Su objetivo no es celebrar la llegada de la monarquía en ese año, ni la aprobación de la Ley de la Reforma Política, ni la legalización del PCE, ni las primeras elecciones municipales, ni las generales, ni el referéndum de la Constitución. Todo ocurrió más tarde y todo se trabajó en aquellos años con el espíritu del consenso, del bien común. Ni en sus sueños más delirantes este gobierno, ni siquiera Yolanda Díaz, la que se cree reina de los pactos, podría nunca conseguir ni rozar un acuerdo tan histórico como los Pactos de la Moncloa. A lo más que llega Sánchez y su gobierno es a malvender la verdad histórica de la Transición a los hijos políticos de ETA para que Bildu determine que la dictadura llegó hasta finales del 82, con Felipe González ya en la Moncloa. 

Se miente desde el gobierno continuamente. Por activa y por pasiva; por lo civil y por lo criminal; de día y de noche. Intentan resucitar el fantasma de lo más oscuro de Franco y a la vez mantienen instintos de aquella época, como el movimiento suicida que llevó al búnker franquista a hacerse el harakiri político.

Pareciera que el mismo instinto suicida es el que ha inoculado Sánchez a todos los barones territoriales socialistas que han mostrado alguna disidencia, por pequeña y cobarde que fuera esa crítica. Con todos no ha podido. Se le siguen atragantando las mayorías absolutas de Emiliano García-Page en Castilla-La Mancha. Pero ya no sufre, lo ha metabolizado. Lo ha convertido en un Pepito Grillo domesticado que, aunque su lengua parece siempre suelta, nunca va a dar un paso de más contra el jefe. Ya hace hasta gracia en Ferraz porque más que una molestia, Sánchez lo ha convertido en la justificación para manifestar que sí hay libertad de opinión en el partido y negar así el verdadero exterminio político de las voces críticas.

Si los españoles, si los votantes socialistas, e incluso si los militantes socialistas hicieran un esfuerzo para no dejarse hipnotizar por los fuegos artificiales de Sánchez, todos recordaríamos que en las últimas elecciones autonómicas y locales fue el PSOE el que perdió casi todos sus sillones territoriales. Y los perdió por culpa de Sánchez. Tras años de cesiones a los chantajes independentistas, todos entendieron que la derrota era una patada al presidente en el culo de los cargos socialistas. Así lo entendió él mismo, y para acallar esas críticas territoriales no dudó en disolver las Cortes y jugársela en unas generales anticipadas que luego no ganó. Esto es importante no olvidarlo. No ganó. Aunque lo digan el presidente, sus ministros y todo el partido, Sánchez no ganó las elecciones. Lo que sí consiguió con el miedo a la ultraderecha fue movilizar al electorado apático de la izquierda. Y tuvo la suerte de encontrarse con un Feijóo y un PP que se llenó de balón y desperdiciaron la campaña electoral pegándose tiros en sus propios pies con el espectáculo de cesiones, pactos, desmentidos y compadreos con VOX. Por cierto, espectáculo que empezó en Valencia con el ínclito Mazón.

«La memoria de Sánchez es muy extraña y va al choque. Agita fantasmas del pasado para aglutinar fuerzas en el presente»

Sánchez no dudó en el mensaje: Todos contra Vox y por ende contra el PP. Por arte de magia monclovita, tanto el PNV como Junts pasaron a ser parte de una mayoría progresista; Puigdemont, el fugado de la justicia, pasó a ser un prestigioso interlocutor oficial con mediadores internacionales y mesas de negociación en Suiza. Sánchez vendió todo lo que podía vender y consiguió permanecer en la Moncloa. Amnistía, financiación singular, todo valía y nada era sagrado. Ni siquiera esas esencias socialistas basadas en la solidaridad y la redistribución de la riqueza. Importaban más privilegiar a los más ricos, pero con votos, que restarle financiación a las comunidades más pobres, aunque perjudicara a los ciudadanos, militantes, cargos y barones socialistas. 

Aunque Sánchez lo niegue, la guillotina que ha usado para descabezar a Lobato, Espada, Tudanca y el que venga no es porque sean incapaces de ganar en sus feudos. El origen de la culpa original es que osaron cuestionar los acuerdos de financiación singular con ERC para Cataluña. En mayor o menor medida, no fueron sumisos a los designios presidenciales. Incluso en algún caso ni siquiera fue la crítica, sino solo el silencio en el entusiasmo trompetero de todo lo que acuerda Sánchez. 

De nuevo nos falla la memoria a todos. Como ocurriera cuando la derrota socialista de las autonómicas y municipales en el 23, este malestar territorial con las nuevas propuestas de financiación que benefician a Cataluña los intentó acallar rápidamente con la convocatoria de un Congreso Federal. Sabía bien Sánchez que a todos los críticos les iban a temblar las piernas y ninguno se atrevería a cuestionar al César. Para más inri, la cabeza de Juan Lobato, que había osado prevenirse ante notario de posibles irregularidades legales en el caso de los correos del novio de Isabel Díaz Ayuso, colgaba ya en las puertas del Congreso socialista. Un Congreso en el que el líder, por primera vez en la historia, no rindió cuentas de su gestión y en la que a las delegaciones de aplaudidores entusiastas tampoco se les pasó por la cabeza pedirlas. Por si acaso.

Ahora Sánchez tiene ya las cabezas también de los, hasta hoy, líderes socialistas de Andalucía y Castilla y León. Sigue con su despliegue paracaidista de ministros que actuarán como brazos armados del gobierno, y del líder, en esas comunidades. No es la primera vez que ocurre, pero sí es la primera en la que se produce tras la orden callada de harakiri. Alguno se ha salvado de momento por necesidades del guion. En Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, parece que va a seguir de momento. Mejor no presionar al que también es presidente de la Diputación de Badajoz, y que ahora está bajo la lupa de la UCO y de la justicia por el caso de la contratación del hermano de Pedro Sánchez como director de la Oficina de Artes Escénicas de la institución pacense. De momento Ferraz no ha ido a por él, aunque no han gustado algunas de sus declaraciones sobre el pacto con ERC.

La memoria de Sánchez es muy extraña y va al choque. Agita fantasmas del pasado para aglutinar fuerzas en el presente. No tiene apuro en olvidar el presente cuando le conviene, sin ningún complejo de culpabilidad. Hay que crear nuevas narraciones del pasado para justificar su presente. Su adicción al poder le ha llevado en sus años de presidente a olvidar la autocrítica, la responsabilidad política, la responsabilidad ética, la colaboración con la justicia, la separación de poderes, la solidaridad con las regiones pobres, la democracia interna y la libertad de opinión en el partido, entre otras muchas cosas. Su visión de la política le ha llevado a él y al PSOE a olvidar la memoria que no le interesa. A olvidar la verdad.

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