THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

¡Viva la muerte!

«Sánchez aspira a que la cobertura informativa de sus cien actos conmemorativos del deceso de Franco reste la dedicada a la corrupción que inunda a su Gobierno»

Opinión
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¡Viva la muerte!

Ilustración de Alejandra Svriz.

Fue el grito emitido en su día por Millán-Astray, amigo personal del General Franco y fundador de la Legión, grito que encarnaba un espíritu marcadamente belicista y que, de hecho, fue gritado en el curso de la dramática guerra civil que asoló a España entre 1936 y 1939 como un modo de exhortar a media España a luchar contra la otra media.

Con los antecedentes expuestos y recordando que en el debate de su investidura Sánchez anunció la construcción de un muro que dividiera a los españoles, es obvio que el actual presidente de nuestro Gobierno hace suya la exclamación de Millán-Astray y está dispuesto a reiterarla hasta cien veces, tantas como actos –en realidad, mítines– proyecta llevar a cabo para exaltar la muerte del General Franco. Cien ladrillos más para elevar su muro, ese con el que anhela separarnos a unos españoles de otros, recuperando así la cruel separación que existió entre 1.936 y 1.939. Pero éste y no otro es su proyecto y por una vez podemos celebrar que haya sido sincero pues así lo anunció desde la tribuna del Congreso de los Diputados

‘¡Viva la muerte!’, gritó Millán-Astray y ¡viva la muerte!, grita Sánchez, éste hasta diez veces diez. Si loar a la muerte resulta poco edificante, hacerlo como medio de dividirnos o enfrentarnos resulta despreciable. Y pocas dudas caben sobre que la división o el enfrentamiento es lo deseado por Sánchez. Si realmente deseara iniciar un conjunto de actos para conmemorar la consecución de la Libertad por los españoles, otro hubiera sido el calendario elegido, otros los motivos a celebrar y otro el procedimiento seguido para su diseño.

Empezando por la última cuestión, la Libertad a celebrar es la colectiva, por lo que todas las fuerzas políticas tendrían que haber sido llamadas a participar en la elaboración de los homenajes. Nada así sucedió, lo previsto ha sido decidido unilateralmente por Sánchez sin buscar el mínimo consenso político o social. Si su intención fuera sincera, los hechos a conmemorar podrían ser varios, pero nunca la muerte del General. Se podría conmemorar la Ley para la Reforma Política –aprobada por referéndum en 1976–, las primeras elecciones democráticas –celebradas en 1977–, la aprobación de la Constitución –aprobada en 1978, también por referéndum–…, cualquier hito auténticamente representativo de la llegada de la Libertad, pero no un fallecimiento. Y por este segundo motivo, no es 2025 el año el que debieran celebrarse los actos conmemorativos, sino el 2026, el 2027 o el 2028.

Pero es un fallecimiento –¡Viva la muerte!– lo que quiere celebrar Sánchez, y todos sabemos la razón. Busca con ello un nuevo enfrentamiento, una nueva división con la que elevar el muro de la separación entre los españoles. Una iniciativa tan despreciable solo merece el desprecio político, social y humano, y hacen bien el PP y Vox en ejercer el primero de los desprecios citados, ausentándose del acto necrológico previsto para hoy y, presumiblemente, de los siguientes. El desprecio social parece claro, pues no se percibe en la sociedad entusiasmo alguno por los actos de exaltación de la muerte que prevé realizar Sánchez. Y en cuanto al desprecio humano, es una cuestión individual, pero que quede claro que, por mi parte, es absoluto. Sí, manifiesto mi desprecio más absoluto por la iniciativa de Sánchez y hacia él mismo por llevarla a cabo. 

«En lo que hace a S. M. el Rey, afortunadamente tampoco asiste al show de hoy y resulta deseable que no asista a ningún otro»

Que se quede él con su ‘¡Viva la muerte!’ y que le acompañen en su centenar de fiestas fúnebres los numerosos miembros de su cofradía de estómagos agradecidos: sus conmilitones del PSOE, sus sindicalistas paniaguados y sus periodistas alquilados –no digo comprados, pues ya descubrirá el propio Sánchez como viran en sus posiciones cuando él ya no esté donde está–. En lo que hace a S. M. el Rey, afortunadamente tampoco asiste al show de hoy y resulta deseable que no asista a ningún otro, que no se deje manipular participando en un proyecto tan burdo, zafio y execrable como el ideado por el manipulador que nos gobierna. Si en Paiporta supo estar a la altura que de él se espera –tú te vas, yo me quedo–, si después en los territorios destrozados por la Dana ha sabido mantenerse –tú no vas, yo sí–, ahora debe seguir haciéndolo en los cien actos necrológicos –tú vas, yo no–. Aguante Majestad, somos muchos, muchísimos, los españoles que le apoyamos, Sánchez y los suyos no. 

Parece también claro que Sánchez aspira a que la cobertura informativa de sus cien actos conmemorativos del deceso del General Franco reste la dedicada a la corrupción que inunda a su Gobierno, a su partido y a su familia. Y puede que aquí se equivoque, pues el impacto político y social de la condena a un Fiscal General del Estado no será menor, por mucho que el medio que dé la noticia informe también del enésimo ‘¡Viva la muerte!’ gritado por los compinches de Sánchez en uno del centenar de sus actos luctuosos. Y sucederá igual si los condenados son su mujer –de la que está profundamente enamorado– o su amadísimo hermano. De haber condena, las correspondientes noticias no resultarán opacadas por muchos ‘¡Viva la muerte!’ que él grite y que ordene gritar a su rebaño.

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