La caprichosa bolsa de valores literaria
«El lector rellena esos espacios en blanco que el tiempo es incapaz de completar, la interpretación surgida de la sensibilidad y la mentalidad de cada época»
Buena parte de la historia literaria, sino toda, es la historia de la recepción de las obras. El caprichoso mercado de valores literario. Que cambia, y de qué manera, con el tiempo. Autores que suben y bajan, cuyo valor responde a los vaivenes de las modas, los estilos y la manera de leerlos. Fueron Wolfgang Yser (1926-2007) y Hans Robert Jauss (1921-1997), quienes formaron parte de la llamada Escuela de Constanza, y atendieron a un hecho singular: cómo se habían recibido, leído las obras a lo largo de la historia. Y del presente. La recepción estética, cuajada de circunstancias laterales a la propia obra. Asunto hoy determinante y esclarecedor. Se trataba de destacar la labor y la importancia de la lectura y del lector.
Yser con El acto de leer (1987, edición reciente en español en Taurus, 2022) y Hauss con La literatura como provocación (1967, primera edición en español en 1976, Península). De ahí que uno de los más brillantes teóricos de la literatura, Maurice Blanchot planteara lo siguiente: «¿Qué es un libro que no se lee? Algo que todavía no está escrito». Así es. El lector culmina la obra y abre su interpretación. Es lo que anticiparía Umberto Eco en Obra abierta (1962). Y es en ese momento en el que entra en juego, el caprichoso, o no, juego de las épocas y el vaivén de valores literarios. Lo que está en auge en determinado tiempo, pierde valor y su cotización baja hasta, en algunos casos, desaparecer del canon. Los ejemplos son múltiples y cada lector podrá sugerir qué autores hoy apenas tiene lectores y quienes, pasado el vendaval irremisible del tiempo, han renacido y ocupado su atención.
La cuestión es conocer las claves de época que marcarán esa subida o bajada en la caprichosa, hay que insistir en ello, bolsa de valores literaria. Borges con Pierre Menard, autor del Quijote, (1939), desde la ficción, no la teoría, abre el juego de manera extraordinaria. Plantea cómo una obra, por muy clásica que sea considerada, es leída de formas muy diversas en tiempos posteriores a su publicación, sin cambiar una coma. Porque cada obra se encuentra encerrada en su tiempo y en su lugar. Mijaíl Bajtín (18951975), otro de los formidables teóricos de la literatura, describió este hecho como «cronotopo». Tiempo y lugar caracterizan a la obra. Después, vendrán las sucesivas lecturas e interpretaciones de acuerdo a la mentalidad del momento en que es leída.
Ya otro de los grandes nombres de la historia y el análisis literario, en este caso el español Francisco Rico planteó como desafío a unos supuestos alumnos, algo así como que describieran «la influencia de César Vallejo en Quevedo», a primera vista puede sonar a broma. No lo es. El lector contemporáneo se acerca a Cervantes, Quevedo, Shakespeare, con el bagaje de cuanto se ha escrito sobre ellos y cómo esos escritos han marcado un particular conocimiento. Sí, el caprichoso tiempo, las curiosas circunstancias, los diversos avatares sucedidos en torno a la obra en cuestión. Son fenómenos imprescindibles para determinar su valor. Cómo se ha leído, cómo se lee. Un ejemplo, El Quijote. El citado Borges se marcó lo que parecía una soberbia «boutade» cuando afirmó que había leído El Quijote por primera vez en inglés y después en español, y le parecía una mala traducción al español. Lo cierto es que había truco. Algo parecido había formulado antes Lord Byron con La Divina Comedia cuando, con la broma a cuestas, sugirió que había leído La Divina Comedia primero en inglés, luego en italiano y la había parecido una mala traducción al italiano.
Lo que ocurre es que en el caso de Borges había algo más profundo, porque, sin mencionarlo, explicaba mejor que cualquier manual de literatura al uso cómo la lectura del Quijote por parte de algunos escritores ingleses, valgan los nombres de Henry Fielding (1707-1754) y Laurence Sterne (1713-1768) había cambiado radicalmente la lectura de la obra inmortal de Cervantes. Y ya no se leería de la misma manera a como se había leído hasta entonces. Algo de esto se encuentra en el imprescindible libro de Michel Foucault (1926-1984), Las palabras y las cosas (1966), muy influido por Borges y los ingleses, a la hora de interpretar El Quijote.
El alza y la baja de los valores o la transformación de estos por parte del acto de leer. El lector rellena esos espacios en blanco que el tiempo es incapaz de completar, la interpretación surgida de la sensibilidad y la mentalidad de cada época. Valores que, en términos bursátiles, han producido un rebote. Autores que tocaron fondo y, de repente, sube su cotización lectora y, por qué no, crítica y académica. Y como juego para estos duros días de enero, que cada lector establezca su singular bolsa de valores literaria. Apueste por los que hoy están al alza o a la baja. Son legión, y a más de uno le sorprenderá descubrirlos. Sí, a barajar. Al menos, ante el guirigay actual, la cosa promete entretenimiento.