Vivienda: falacias socialistas y mitos liberales
«La única solución al problema es frenar ese flujo constante de inmigrantes demandantes de hogares. Pero ni PSOE ni PP se atreven a reconocer esa realidad»
En un país lleno de viejos y en el que no nacen niños desde hace aproximadamente medio siglo, un país en el que por añadidura la mayor parte del territorio que delimitan sus fronteras nacionales luce prácticamente vacío, el último de los problemas colectivos debería ser el de la vivienda. Y sin embargo, la prensa reproduce a diario muy acalorados debates entre los partidos a propósito de esa cuestión, la de los precios inmobiliarios en sus dos variantes de venta y arriendo.
Un asunto que, tanganas judiciales al margen, va camino de convertirse en el principal factor de confrontación política de la legislatura. Si mañana aterrizase un marciano con su platillo volante en la Puerta del Sol de Madrid, yo no sé cómo Feijóo le sabría explicar al enanito verde con dos antenas en la cabeza que la genuina la razón de que se antoje tan difícil conseguir una casa en ese lugar medio despoblado y donde no nace nadie, España por más señas, resulta ser el perverso intervencionismo regulatorio de las administraciones que limita la oferta de suelo.
Y es que el marciano tal vez le podría replicar que, según le informa Google, ese mismo intervencionismo perverso existía también en los años sesenta del siglo XX, cuando los nacionales del país solían tener montones de hijos que hacían crecer el censo sin cesar, lo que no impidió que el problema se solucionara de un modo razonable y hasta óptimo. El enanito verde incluso podría añadir que el suelo está regulado en todos los países mínimamente desarrollados y civilizados del mundo, lo que no suele suponer mayor impedimento para que la gente consiga acceder a un techo bajo el que morar. Por lo demás, tampoco se me ocurre cómo Sánchez lograría sacar de su creciente perplejidad al alienígena con el argumentario alternativo de que, en realidad, la causa última de que en ese lugar, el mismo donde no nace nadie y no habita casi nadie, igualmente nadie logra acceder al uso de una vivienda porque faltan ayudas y subvenciones públicas.
El marciano, apelando a los principios más elementales de la lógica intergaláctica, acaso clamaría que, aquí y en Marte, resulta absurdo pretender que el precio de una mercancía va a bajar si aumenta el número de sus potenciales compradores. El precio de las patatas no acostumbra a caer en picado cuando se duplica el número de compradores de patatas. Si en la inmobiliariamente colapsada Barcelona, tal como acaba de prometer Salvador Illa, los menores de 40 años que aspiren a adquirir un piso accederán a una subvención destinada a costear la entrada, la ciudad seguirá igual de colapsada que antes, la única novedad residirá en un incremento de los precios de venta equivalente al importe de la subvención. No se precisa ser doctor en Economía para entenderlo, hasta un marciano puede hacerlo.
«España arrostra hoy un muy grave problema habitacional por la obvia razón de que cada año viene recibiendo un aluvión migratorio»
Sánchez y Feijóo, PSOE y PP, escenifican ahora una pretendida confrontación ideológica a propósito de esa cuestión, el uno presentándose como abanderado de las doctrinas socialdemócratas al respecto, mientras que el otro hace lo propio con las liberales inspiradas por la consabida premisa de la no intervención. Faltan a la verdad los dos. Porque ninguna propuesta de acción política se puede llamar liberal o socialdemócrata con propiedad si las medidas concretas que se contemplan en ella no se apoyan en un diagnóstico previo sobre las causas del problema que pretende resolver.
España arrostra hoy un muy grave problema habitacional por la obvia razón de que cada año viene recibiendo un aluvión migratorio procedente de todos los rincones del planeta que se puede cuantificar en torno a un 1,3 millones de personas (entre regulares e irregulares, 1.280.000 inmigrantes durante 2023, último ejercicio del que se dispone de estadísticas). Ningún país del tamaño de España puede hacer frente a semejante tromba humana. De ahí que la única solución posible al problema de la vivienda sea frenar ese flujo constante e interminable de nuevos demandantes de hogares. La única. Pero ni PSOE ni PP se atreven a reconocer esa realidad. Sigamos, pues, entretenidos con el guiñol infantil de los malvados intervencionistas y los siniestros especuladores.