The Objective
Ignacio Vidal-Folch

No descarto

«No descarto que Errejón empiece una nueva vida lejos de los dogmas extraños que han guiado una trayectoria que, sea inocente o culpable, ya está calcinada»

Opinión
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No descarto

El expolítico Íñigo Errejón, a su llegada al juzgado.

“No hay denuncias falsas, hay una derecha fanática cuyo trabajo es criminalizar a las mujeres”, tuiteó hace algún tiempo Íñigo Errejón, el exlíder de Más País, que ha caído en desgracia y de hecho ya es un muerto civil a raíz de algunas acusaciones de abusos sexuales por parte de unas amantes anónimas.

Estas amantes quedaron doloridas o decepcionadas y presumiblemente resentidas de sus decepcionantes encuentros sexuales con el acusado: una le acusaba de no ser tierno, sino de utilizarla sexualmente sin dar muestras de cariño alguno; otra (o la misma: también anónima) le reprochaba que esnifase líneas de cocaína sobre su nalga; una tercera, que le obligase a presentarse a sus encuentros vestida con lencería sexy y ni siquiera se le ocurriese colaborar económicamente en la compra de tales prendas, con lo caras que son; y otra, en fin, de dejarle sobre la mesita de noche 20 euros para el taxi de vuelta, con ofensiva displicencia o incluso desdén. Dado el anonimato de las denunciantes en las redes sociales y en la prensa, tan tremendos abusos no han llegado a los tribunales.

En cambio, ayer el político -o expolítico- ultraizquierdista se vio ante el juez para defenderse de una actriz que con nombre y apellidos le acusa de haber ejercido sobre ella abusos consistentes en tocamientos indeseados, besos robados en un ascensor, exhibicionismo de sus órganos sexuales e intento reiterado de practicar con ella un coito, propósitos que ella tuvo que frenar, afeándole la conducta a la voz de “¡Sólo sí es sí!… ¡Parece mentira!”.

Si fuera coherente con sus propios tuits, el señor Errejón tal vez debería declararse culpable: la denuncia contra él tiene que ser veraz, ya que la formula una mujer, y decir que ésta le acusa en falso significaría formar parte de “la derecha fanática”.

Como, por el contrario, se declara inocente, es de esperar que en un plazo no muy tardío se desdiga no ya del mencionado tuit sino de las iniciativas políticas en este campo que su grupo impuso desde el Gobierno a la sociedad, y explique que sí, que las denuncias falsas existen –como por otra parte todo el mundo sabe-, y que la mentira, el resentimiento, los aprovechados y los oportunistas de toda laya los hay tanto en un género como en el otro.

“La demandante ‘no descarta’ que el acusado le echase ‘algo’ en alguna de las tres copas que le sirvió”

Novedosa en la comparecencia de ayer ante el juez fue la insinuación de la demandante, acaso para justificar lo contradictorio e inexplicable de su actitud la noche de autos, según la cual “no descarta” que el acusado le echase “algo” en alguna de las tres copas que le sirvió –y que ella, según parece, bebió-, ya que sintió que se emborrachaba más rápido de lo normal. Esta insinuación, que la demandante no había mencionado antes en sus varias declaraciones públicas, incluso por escrito (en Twitter) es a la vez insignificante y gravísima.

Insignificante porque “no descartar” algo no significa más que una vaga sospecha, ni siquiera una acusación. No descarto que mañana vaya a estallar la tercera guerra mundial. Mi vecino del tercero derecha no es un hombre cordial, y no descarto que sea un asesino en serie y que les dé de comer a su gato los hígados de sus víctimas. Pero no se me ocurriría comentarle tal posibilidad a ningún tribunal de justicia. No descarto que mañana caiga un terrible chaparrón sobre Madrid, aunque la Agencia Estatal de Meteorología no haya dicho nada al respecto. No me fío mucho de la Agencia Estatal de Meteorología.

Gravísima, porque de ser cierta semejante insinuación, estaríamos ya hablando no de abusos sexuales sino de violación pura y dura. Cosa que no se produjo, según el propio relato de los hechos de la demandante.

Cuando se echa “algo” en la copa de la mujer a la que el violador quiere someter, generalmente se habla de la “burundanga” o escopolamina, droga psicotrópica de efecto casi inmediato que anula la voluntad y reduce a quien la ingiere a la sumisión y el olvido. No es el caso, pues la demandante se resistió sin grandes dificultades al asedio del acusado y recuerda con precisión hasta el último detalle de la desdichada velada.

No descarto que ese infamante y serpentino “no descarto” sea una triquiñuela atmosférica, propia de abogado. No descarto que a la demandante le falte una patata para el kilo. No descarto que el juez, hastiado de tener que dedicar su valioso tiempo a estas tonterías en vez de a perseguir crímenes reales, envíe a acusadora y acusado a freír espárragos. Y no descarto que Errejón, que dicen que es una persona inteligente –no lo discuto: se puede ser muy tonto en unos aspectos y muy inteligente en otros— empiece una nueva vida rica y provechosa, lejos de los dogmas extraños que han guiado la trayectoria que, sea él inocente o culpable, ya está irremediablemente calcinada.

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