The Objective
Francisco Sierra

Frases desde el sanchismo

«No es fácil recordar una frase trascendente del presidente Sánchez en la que no nos haya mentido a los españoles»

Opinión
Frases desde el sanchismo

Ilustración de Alejandra Svriz.

Podemos recorrer la historia más reciente de nuestra democracia a través de las frases de sus protagonistas que les marcaron y que quedaron registradas en nuestra memoria colectiva. Ahora que está de moda hablar de Franco, recordemos aquella de que dejaba «todo atado y bien atado». Poco duró esa atadura tras su muerte y uno de los auténticos protagonistas de aquella Transición hacia la libertad y la democracia fue Adolfo Suárez. Una de sus frases más famosas la pronunció en pleno proceso de reforma con una estructura estatal franquista todavía viva que se resistía a desaparecer y una sociedad que demandaba vientos de libertad cuando dijo que pondría todo su empeño en «elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal». Lo dijo y lo hizo. Nos llevó a las primeras elecciones y en la campaña nos deslumbró con aquel «puedo prometer y prometo» en el que definía su compromiso con lo que ofrecía y la responsabilidad con el voto recibido. Suárez tuvo tal respeto por el pueblo español que dimitió cuando, atacado sin piedad por todos, incluidos los suyos, entendió que era un obstáculo para la estabilidad y permanencia de la democracia. Igual que ahora.

Felipe González fue otro político que nos dejó «sin acritud» formas de liderar y de gobernar. Desde el «hay que ser socialista antes que marxista» que buscaba un mayor acercamiento a la sociedad española al «blanco o negro, lo importante es que cace ratones» ya en el gobierno, que implicaba el pragmatismo por encima de todo. De Aznar se recuerdan también frases que marcaron su carrera. Desde su lucha por el ascenso al poder con el «váyase, señor González» al triunfalismo ya en el gobierno con su «España va bien». Buscó la integración con frases que despertaron la ironía como aquella de «hablo el catalán en la intimidad», antecedente directo del Mariano Rajoy, que llegó a decir «me gustan los catalanes porque hacen cosas». Y se las hicieron a él y al ordenamiento constitucional con el golpe independentista.

Cierto es que el que lo empezó todo fue José Luis Rodríguez Zapatero cuando dijo aquello de «apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento catalán». Y empezó el lío. Ya había avisado de su imprudencia cuando dijo en el Senado que «la nación española es un concepto ‘discutido y discutible‘». O aquella otra de que «Otegi es un hombre de paz». Tenía una visión de la realidad fuera de foco, como lleva demostrando años ahora con Venezuela, y sus vaticinios no eran muy finos. «España está totalmente a salvo de la crisis financiera» o aquella de «estamos en la Champions League de la economía» fueron dos tristes ocurrencias.

Las frases más famosas de Rajoy estuvieron más cerca del surrealismo que de la política. Frases que trascienden lo imposible como la de «haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo imposible es posible». Solo superada por aquella otra cuando contestaba a Pablo Iglesias de «todo su proyecto político se resume en una máxima: cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos mejor, mejor para mí el suyo».

Y en esto llegó Sánchez. Con una moción de censura contra Rajoy y con la bandera de la lucha contra la corrupción como agregador de socios independentistas. Siete años en el gobierno sin tener nunca una mayoría estable. Siempre dependiendo del pago del impuesto revolucionario que le han exigido en cada momento sus amigos independentistas. Con un estilo de gobierno en el que nunca primó la lucha por el consenso, ni el respeto a la Constitución, ni la protección del Estado de derecho, ni la independencia judicial, ni la libertad de prensa. Por el contrario, si hacemos un recorrido por sus grandes frases, entendemos perfectamente sus actuaciones autocráticas en un proceso de desmantelamiento continuo del esqueleto legislativo.

«El presidente afirmó que ‘con Bildu no vamos a pactar, y si quiere lo digo 20 veces’. No hizo falta que lo dijera 20 veces, enseguida pactó con los hijos políticos de ETA»

Sus frases más famosas o son mentiras o son ejercicios peligrosos para la democracia. El presidente que «no dormiría por las noches con Podemos en el gobierno» afirmó que «con Bildu no vamos a pactar, y si quiere lo digo 20 veces». No hizo falta que lo dijera 20 veces, enseguida pactó con los hijos políticos de ETA. El hombre que prometió reiteradamente en una campaña que no habría indultos, y luego en otra que no habría amnistías, es el que ha sido capaz de volar el Código Penal con la derogación del delito de sedición y la rebaja de las penas del de malversación.

Cuando Sánchez dijo aquello de «¿La fiscalía de quién depende? Pues ya está». No nos mintió. Nos avisó de que iba a convertir al fiscal general del Estado en un miembro entusiasta y activo de su gobierno. Y convertido está. Álvaro García Ortiz es ese fiscal que cuando su subordinada, la fiscal superior de Madrid, Almudena Lastra, le preguntó entre asustada e indignada, pero no sorprendida, si ha sido él el que ha filtrado a la prensa el correo relativo a Alberto González Amador, pareja de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, recibió como respuesta una frase que resume perfectamente el sanchismo. «Eso ahora no importa». Así lo ha declarado ante el Supremo.

Nadie y nada más sanchista que la vergonzante situación de un fiscal general del estado imputado por el Tribunal Supremo. Nada más sanchista y vergonzante que un miembro del gobierno, el mismísimo Félix Bolaños, ministro de Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes, diga que «no existe ninguna base probatoria, ninguna prueba, ninguna evidencia que acredite lo que ahí se dice en el auto judicial».

Independencia judicial, ¿para qué? Desde el Gobierno, desde el presidente hasta el último de sus ministros, se presiona, se insulta y se menosprecia la actuación judicial en este caso y en el que afecta a la esposa del presidente. Pareciera que ser ministro de un gobierno de Pedro Sánchez conceden más conocimiento jurídico que el que pueda tener cualquier juez con décadas de ejercicio a sus espaldas.

«Cuando Sánchez habla sus frases no quedan precisamente como ejemplos a seguir»

Cuando Sánchez habla sus frases no quedan precisamente como ejemplos a seguir. Si la prensa crítica informa de casos de corrupción en su gobierno y su partido, Sánchez lo lleva a un peligroso reduccionismo totalitarista al decir que «confundir libertad de expresión con libertad de difamación es una perversión democrática». Por eso no duda en abrir vías legislativas en las que se desprecia las investigaciones periodísticas al llamarlas «recortes de prensa».

Un presidente que no se atreve a volver de visita a Valencia, que aprovecha la desastrosa actuación del presidente valenciano Mazón, para tapar su propia inoperancia, pasividad y dejadez de los primeros días cruciales del desastre de la dana. Ese presidente que dijo «si necesitan ayuda que la pidan». Ese mismo que nos mintió cuando en los primeros días de noviembre nos dijo que había pedido ya formalmente las ayudas a la UE. Todavía no lo ha hecho.

No es fácil recordar una frase trascendente del presidente Sánchez en la que no nos haya mentido a los españoles. Muchos recordaremos como única explicación lo que le dijo al periodista Carlos Alsina en una entrevista en Onda Cero. Eso de que él, Pedro Sánchez, no miente, él cambia de opinión. Y lo hace por el bien de España. Así vamos.

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