Deshechos
«Nadie, a menos de que esté a sueldo del Gobierno, puede decir que las condiciones de vida de la sociedad española han mejorado con los socialistas»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Una cosa es que el actual Gobierno esté comprando con nuestro dinero todos los organismos de la administración en su imparable carrera hacia la dictadura, y otra cosa es (no sé si peor) el uso que hace de esos instrumentos.
Es cosa sabida que cuantos más funcionarios se sientan en las covachuelas ministeriales y proto ministeriales, peor es la eficacia de la institución. La asfixiante burocracia española es el fruto de una sobreabundancia de funcionarios en todos los departamentos que impide cualquier solución.
Cuando juntas a cinco funcionarios en un despacho lo más probable es que aquello que había funcionado razonablemente con dos, se hunda en la más completa inoperancia. De los cinco, dos se hacen amigos, otros dos aspiran a más, y uno va a traicionar a los otros cuatro. Se pelean por los papeles (esto es mío, tú aquí no tienes jurisdicción, te has vuelto a quedar con los tampones, etc.) y por la responsabilidad (aparta tus sucias manos de los desahucios, que son cosa mía, lo tuyo son los okupas).
El actual ocupante de la Moncloa ha multiplicado el número de funcionarios hasta alcanzar el nivel de incompetencia absoluta. Y ha contratado a más de un millar de mercenarios, a los que se llama «asesores», que sirven para poner en marcha asuntos tan extraordinarios como la red ferroviaria, los homenajes a la muerte de Franco, la surrealista Confederación del Júcar, o la incapacidad para utilizar los fondos europeos.
La densidad de funcionarios y asesores es lo propio de un régimen colectivista, apoyado por unos comunistas que se avergüenzan de serlo y se bautizan como Sumar, Podemos y cosas semejantes. Lo propio de un Gobierno que simpatiza con los rancios comunistas es dar cada vez mayor fuerza al Estado (o sea subir constantemente los impuestos) y blindar la acción administrativa para que nadie pueda pedir cuentas (corromperla).
«Llevan seis años en el poder y ya casi han destruido a las clases medias»
Esta es la razón última por la que los gobiernos social-comunistas arruinan a las sociedades sobre las que parasitan. Absolutamente nadie, a menos de que esté a sueldo del gobierno, puede decir que las condiciones de vida de la sociedad española han mejorado tras la llegada de los socialistas al poder. Llevan seis años y ya casi han destruido a las clases medias. A las altas no hay quien las toque, de modo que ahora tratarán, como en Venezuela, de exprimir a los pobres.
El proceso de colectivización cada día más acelerado, ya que cada día que pasa es mayor el poder de los viejos comunistas, pues de ellos depende la continuidad del dictador, consigue victorias de borracho. Desde la fabricación de trenes que no caben en los túneles, arrasar la sanidad, desmontar la unidad antidroga del sur, o situar en la fiscalía del Estado a un posible delincuente.
Sin embargo, cuando un dictadorzuelo latino se apropia del Estado, como puede verse en el caso sangrante de Maduro, es muy difícil, si no imposible, desocuparlo del poder sin usar la violencia. Ya el padre Francisco de Vitoria planteó la cuestión en el siglo XVI con el famoso derecho al tiranicidio. Es curioso que con el paso del tiempo este asunto no haya traído más reflexión. Supongo que se debe a que el derecho a la resistencia ciudadana contra la injusticia y la crueldad ha quedado en manos de los terroristas. El problema es que yo no creo que los grupos terroristas sean lectores del padre Vitoria. La mayor parte de los actuales grupos terroristas son islámicos y muestran una escasa curiosidad hacia los teólogos del renacimiento español.
Tampoco el terrorismo comunista, en otros tiempos tan sobresaliente, parece estar en su mejor momento. Y para qué hablar de los terroristas vascos y catalanes, los cuales carecen incluso de la facultad de leer, lo que no les impide ocupar empleos muy bien remunerados por la burguesía nacionalista. Así que nadie va a tratar de ejecutar a un dictador latino en los próximos años. Lo cual quiere decir que queda en manos de la providencia un final que, ya con Franco, sólo puede llegar cuando la biología dice basta y grita «libertad, libertad, libertad».