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Antonio Elorza

Un falso Quijote

«A nuestro Pedro de la Moncloa no le basta con luchar contra la derecha y la ultraderecha españolas. También plantará cara a ‘la Internacional reaccionaria’»

Opinión
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Un falso Quijote

Ilustración de Alejandra Svriz.

El personaje de Cervantes contiene una pluralidad de significados y mensajes. Entre los más inmediatos, se encuentra la recomendación de huir de las enseñanzas de los libros de caballerías que llevan a don Quijote a intentar aventuras fantásticas e inútiles para ver realizados sus ideales. Una serie de personajes seguirán su suerte en la historia de la literatura y de la música, a veces con resultados notables, como el ballet Don Quijote, de Minkus, otras con aventuras cada vez más insensatas, convertidas en un muestrario de comportamientos ridículos.

En esta línea, cabe situar una infumable novela de hace siglo y medio, que fue muy popular en Francia, titulada Tartarín de Tarascón, de Alphonse Daudet. El protagonista, animado por la lectura de los libros de viajes y por las noticias de los descubrimientos, sigue el ejemplo del hidalgo manchego y abandona su pueblito occitano para ir de un lado para otro en busca de lo que las agencias de turismo llaman hoy “destinos exóticos”. Es un descabellado intento de adueñamiento del mundo, desde la condición soñada de cazador de leones.

La emulación del Quijote en España tiende a reproducir el ejemplo del original, para designar una personalidad que aborda un empeño desmesurado, a partir de la plena confianza en sí mismo, sin medir su capacidad para llevarlo a cabo. Lo recordé al leer la declaración de Pedro Sánchez, presentándose como el héroe dispuesto a luchar en solitario contra “la Internacional reaccionaria”. Un estupendo ejemplo de quijotismo. Es nuestro Pedro de la Moncloa. No le basta con sostener una lucha permanente contra la derecha y la ultraderecha españolas, en una revancha imaginaria de la guerra civil. Eso es poco para él. Ante el avance de la reacción a escala mundial, Pedro Sánchez la plantará cara como campeón autodesignado del progresismo. Desde su castillo de la Moncloa, o abandonándolo para ir al combate, se dispone a cumplir, y a escala mundial, su misión de desfacedor de agravios y sinrazones, propias de los reaccionarios, también sin duda de “protector de las doncellas”, ahora actualizada y extendida a la causa feminista en su totalidad.

La simultaneidad de la toma de posesión de Trump y del Foro de Davos, ha proporcionado la ocasión para valorar en qué medida Pedro Sánchez “cumple”, de acuerdo con su lema. Y no ha dejado de acudir a la cita, si bien con menos redaños de los esperados. Eludió el choque frontal con Trump, pues ya tiene España suficiente con el precio a pagar por nuestra economía por su preferencia dada al cambio climático, en vez de cumplir los compromisos con la OTAN en materia de Defensa. La ministra Robles dice que el cumplimiento es “absoluto”: falso. El Gobierno no solo rechaza la subida obligada del 2% al 3% del PIB, sino que estamos en el 1,3%. Sánchez lo explicó este mes en la reunión de embajadores: somos pacifistas y ecologistas. Von der Layen no se entera, pero Trump sí, y por eso nos clasificó entre los BRICS, en un error intencionado que supone aranceles del 100%. Pero leyendo El País este domingo me tranquilizo: nos aliamos con China.

Así que Sánchez se ha cuidado muy bien en Davos de no designar a Trump de modo directo, dando la vuelta a una cita suya sobre la grandeza de la nueva estructura de poder en la comunicación (aunque tengo la impresión de que no es recogida en las transcripciones oficiales), a partir de la cual emprende una crítica en profundidad, bien construida, sobre las repercusiones negativas de esa situación.

“A partir de ahora, dirá que las medidas restrictivas que adopte sobre los medios en España tienen el aval internacional”

Pedro Sánchez no renuncia al tartarinesco intento de cazar leones reaccionarios por todo el mundo, pero en realidad, como siempre ocurre con sus declaraciones de alcance general, su propósito es muy concreto y se dirige a la sociedad española. A partir de ahora, dirá que las medidas restrictivas que adopte sobre los medios en España tienen el aval de la instancia internacional. Sobre sus adversarios de Davos, poco puede hacer, salvo brindis al sol. El autonombramiento como principal defensor de la democracia para enfrentarse a la Internacional reaccionaria, es ante todo un aval para su política efectiva de enfrentamiento constante en España, día a día, con las normas y los usos democráticos.

Acaba de probarlo un episodio, también coincidente con la apoteosis de Trump y con el Foro de Davos: el intento fallido de que el Congreso aprobara el llamado decreto-ómnibus, seguido de la inevitable declaración de guerra al PP, asentada sobre la Mentira con mayúscula. Medidas ampliamente compartidas por todos los grupos, como el aumento de las pensiones, la subvención a los transportes o los socorros por la dana, eran reunidas por el Gobierno en un lo toma o lo deja, con otra larga serie de cuestiones, entre ellas la entrega de un palacete al PNV o el freno a los desahucios. Al ser rechazado el proyecto por PP y Junts, el Gobierno volcó el cieno de su propaganda sobre el PP, decidiendo Sánchez que todas las medidas eran equivalentes y, como lo decidía él, no podían ser divididas. Al ser preguntado en directo por los periodistas, se refugió como siempre en el engaño, sin proporcionar dato alguno: el regalo al PNV o la protección de inquilinos morosos u okupas, iguales a la subida de las pensiones o los bonos de transporte. Pero sin decirlo abiertamente. Es decir, intoxiquemos.

Es una costumbre de Sánchez, poner una envoltura positiva a un contenido que nada tiene que ver con ella, como en su día para restringir competencias al Senado o cubrir un cargo del CNI. Más que de un fraude de ley, se trata de un fraude de democracia, que la oposición debiera cortar de cuajo preventivamente. No se debe jugar una y otra vez la partida con las cartas marcadas por el Gobierno. Al ómnibus hay que pararlo antes de que sea votado. Ya vemos cómo está alcanzando sus fines la maniobra en curso de colar o aprovechar demagógicamente su artimaña legislativa.

Por sus intereses partidarios, sentenció nuestro falso quijote, el PP provoca “el dolor social”. La verdadera intención del personaje se comprobó de inmediato, al asegurar que no iba a admitir la separación de las medidas, propuesta por Feijóo. A lo hecho, pecho. Las pensiones no importaban, si se conseguía el descrédito del PP ante la opinión pública. (Tuvo que cambiar el domingo, y sacar al demagogo).

“El fraude de democracia no es un fin en sí mismo, sino que tiene por objeto generar ‘el dolor social'”

Tenemos delante esta vez una jugada incalificable, ya que el fraude de democracia no es un fin en sí mismo, sino que tiene por objeto, de forma consciente por su parte, generar “el dolor social”. Un dolor real, de gente que vive con lo justo. Y una vez provocado, con la siniestra ayuda de los periodistas de RTVE&Co., del “diario independiente” y sus afines, lo dirige contra una oposición que como siempre se explica mal.

Así veremos a los sindicatos rodeando las sedes del PP, porque los jubilados pensarán que no les importa nada el edificio regalado al PNV: que se lo den, bailen allí un aurresku -que lo bailarán- y me dejen el aumento de las pensiones. Esto sugiere que nuestro presidente está también tranquilo con los cayucos que le permiten seguir satanizando al PP de cara a los canarios.

Estamos ante una perfecta deshumanización de la política, con Pedro Sánchez pretendiendo elevarse sobre los problemas angustiosos de la gente con un grado de perversión y endiosamiento que francamente aterra. Ante un simple voto desfavorable, exhibe con toda frialdad su omnipotencia dirigida a castigar y destruir al otro. Una actitud que solo es comprensible si se contempla a sí mismo como un ser de naturaleza sobrehumana, al modo del dios sobre las nubes que creía ser un dictador en los años 30. El sábado, valía la pena fijarse en el gesto severo y hierático, marcando en su intervención una superioridad y un distanciamiento absolutos respecto de la realidad y del tiempo, y asignando culpas y sufrimientos, al modo de quien actúa desde la inmortalidad propia de su endiosamiento.  

Nuestro fingido caballero andante es siempre fiel a su lógica de inversión de los significados, pero constatarlo ya es insuficiente, porque con la violencia desplegada en el episodio del decreto-ómnibus nos adentramos en una concepción apocalíptica de las relaciones políticas, del Bien aplastando al Mal en todo y por todo, de consecuencias impredecibles. ¿Hasta dónde va a llegar por el simple hecho de que no sean aceptadas sus trampas? 

(Para terminar, demos gracias los funcionarios a Isabel Díaz Ayuso: como lo importante era no desgastar a su verdugo designado, se paga lo que sea, y resuelto Muface. Para Pedro Sánchez, sus guerras están por encima de todo).

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