THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

¿Quién es el puto amo?

«Carles Puigdemont es mucho más puto amo que Pedro Sánchez, obligado a entrar en su aro y a aceptar todas las condiciones que le pone el catalán fugado»

Opinión
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¿Quién es el puto amo?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Para Óscar Puente, lo sabe todo el mundo porque su frase fue titular, el puto amo es Pedro Sánchez.

Las últimas semanas ha ido cortando cabezas a medida que se acercaban los congresos regionales de su partido, para que nadie le chafara el mapa en el que pretendía ir colocando ministros y personas de su absoluta confianza. Se le rebeló Gallardo, que como se temía Sánchez en Extremadura ganó al rival que quería ver Moncloa en la secretaría regional. Pero eliminó de la carrera, a base de presiones, a quienes esperaban presentarse a las primarias en Madrid, Aragón, Castilla y León y alguna región más.

Sánchez ha demostrado que efectivamente es el puto amo del PSOE, pero que no se equivoque, ya no cuenta con la adhesión inquebrantable de todos los que ayer se declaraban sanchistas.

Los hay que le tienen miedo y prefieren contener sus ansias de medrar hasta que llegue mejor momento… y los hay que, por el contrario, se conforman con el consuelo de que, al dejar la primera línea, no van a sufrir el rechazo que, lo ven a su alrededor, provoca la figura del presidente de Gobierno. Que solo se mantendrá como presidente con la cooperación indispensable de sus socios, a los que mima, defiende, otorga y compra para garantizarse los votos que necesita para volver a salvar una investidura.

Dicho así, se llega a la conclusión de que el puto amo es Carles Puigdemont i Casamajó, con mucho poder pero sin la personalidad y el buen criterio del señor Casamajó de Javier Sardá. Ahora sí, nunca siete votos han dado tanto juego, nunca siete votos han servido para dar la gobernabilidad al primer presidente de la democracia que no ganó las elecciones. Es mucho más puto amo que Pedro Sánchez, obligado a entrar en su aro y a aceptar todas las condiciones que le pone el catalán fugado.

«Se permitió el lujo de viajar unas horas a Barcelona, dar un mitin, y escaparse de nuevo delante de las narices de todo el mundo»

Infinidad de dirigentes políticos de altura preferirían pasar a la oposición o irse a casa antes que bailar al son de un personaje que huye cobardemente al extranjero cuando le vienen mal dadas, dejando atrás a sus principales colaboradores para que se las arreglen con la ley y con la justicia. Fueron condenados a prisión por delitos que venían inducidos en gran parte por aquel que les abandonó. Eso sí, Puigdemont es listo tela marinera, hasta el punto de que aquellos a los que traicionó dieron por buena la Gran Escapada, que creara un gobierno en Waterloo y le financiaran instituciones y amigos independentistas.

Era tan puto amo que se permitió el lujo de viajar unas horas a Barcelona, dar un mitin, y escaparse de nuevo delante de las narices de todo el mundo. Se comprende que ante tal ejemplo de houdinismo, en un sector del independentismo se asentara la idea de que el fugado contaba con dones sobrenaturales y no se le podía hacer de menos. Otros, más realistas y con los pies en la tierra, vieron la larga mano de Sánchez en aquella nueva fuga que avergonzó a los Mossos, que solo encontraron argumentos profesionales en la sospecha de que Moncloa sabía muy bien cómo y cuándo Puigdemont iba a abandonar la escena.

Y aquí estamos ahora, con un presidente decidido a mantenerse en el poder por cualquier método, aunque sea ilegal o casi ilegal. Con una campaña feroz contra los jueces y fiscales empeñados en cumplir con su deber. Jueces y fiscales que en muchos casos han actuado de forma impecable en la investigación de grandes casos de corrupción del PP y del PSOE, sin que nadie cuestionara sus trabajos. Hoy, el Tribunal Supremo observa perplejo cómo desde el Constitucional y desde la Fiscalía General del Estado se cuestionan sus decisiones. Y ciudadanos ajenos al mundo judicial observan, también perplejos, cómo personas de trayectoria intachable se inclinan con un sí bwana ante un presidente que les marca un camino que jamás habrían aceptado en años previos a su inclusión en el círculo sanchista.

En ese panorama decepcionante, doloroso, de maniobras que llenan de estupor, con poderosos que actúan con metodología propia de dictaduras en las que es habitual el castigo al disidente, el nepotismo al máximo nivel, y el servilismo; en ese panorama de presiones, amenazas, y premio a quien destaca por la teatralidad y exageración de los aplausos, emociona la dimisión de Javier Lambán, expresidente del Gobierno aragonés. Ha aguantado a pie firme, enfermo, todas las embestidas de Moncloa. Con su gesto demuestra que hay personas en política que por encima de todo apuestan por la dignidad y la defensa de sus ideas.

«Personas como Lambán permiten confiar, todavía, en que algo se puede hacer en España desde la política»

Lambán vivió desde una posición privilegiada cómo desde Moncloa se impuso a Pilar Alegría para la secretaría regional del PSOE aragonés aunque había candidatos que habían dado pasos previos y contaban con mayor apoyo de la militancia. Dos días después de la proclamación de la ministra ha renunciado a su escaño de senador autonómico y a toda actividad política.

En su mensaje de agradecimiento a quienes le ayudaron tanto en su trayectoria, anunciaba que «guiado siempre por la vocación de ser útil a mi pueblo, a Aragón y a España, desde otros ámbitos seguiré haciéndolo».

Personas como Lambán, que jamás han hecho alarde de mando desmedido, permiten confiar, todavía, en que algo se puede hacer en España desde la política.

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