Antonio Maestre, pseudo-periodista acosador (II)
«El peligro no es la ultraderecha ni la ultraizquierda. El enemigo eterno es la ultra-mezquindad, la ultra-hipocresía, la ultra-soberbia, el ultra-narcisismo»

Antonio Maestre. | X
1) No hay mayor confesión de culpa que las acusaciones que lanzamos contra los demás, ni cosa que odiemos más en los otros que aquello que nos recuerda a lo peor de nosotros mismos. Antonio Maestre está contando en platós y tribunas que la ultraderecha presiona a sus jefes para que lo reprendan y despidan. No debe ser muy eficiente esa ultraderecha, o bien no es tan poderosa como nos querrían hacer creer los que viven de alarmar y polarizar a los españoles. Sea como sea, estamos de acuerdo en que cualquier señalamiento que busque dañar laboralmente a otro es cosa de miserables, se lo hagan a Maestre o a quien sea. Lo sorprendente es que tal queja venga precisamente de este señor, que ha participado en campañas de ese mismo tipo. El caso más palmario fue contra la autora Ana Iris Simón; ya he contado en el artículo anterior parte de aquel despropósito.
Cuando Ana Iris comenzó a escribir en El País, Maestre puso en marcha su operación de acoso y derribo, no se sabe si por envidia, soberbia o qué otro pecado capital. El culmen fue cuando a raíz de unos artículos de ella sobre el amor de sus amigos y el amor de sus abuelos, Maestre publicó en Twitter, entonces X, una acusación pública de que aquella era una visión del amor abnegada, sacrificada, tóxica, prácticamente fascista. Y añadió: «Me asombra que El País con @PepaBueno al frente» publique sus textos. La «@» era una mención directa a Pepa Bueno, la jefa de Ana Iris en El País, para asegurarse de que le llegase el mensaje, con evidente intención de ejercer presión sobre la directora en contra de la empleada. Esto es la «cultura de la cancelación», que luego dicen que no existe. Me han llegado también otros testimonios de cómo intentó perjudicarla en sus ámbitos de acción.
2) Dice también Maestre que la ultraderecha genera violencia contra él, señalándole públicamente como enemigo a batir contra el que legitimar la agresión. De nuevo sorprende de quién viene: su difamación contra Ana Iris en particular y contra la izquierda no-progre en general alcanzó unas cotas de lenguaje progresivamente más violentas. «Ya no sirve hacerse el despistado con Ana Iris, Daniel Bernabé o Víctor Lenore», «son enemigos sin medias tintas, y así hay que tratarlos», escribía. El concepto de «enemigo» es, como sabe Maestre, el que legitima la destrucción política, pública e incluso física del otro. Especialmente cuando Maestre adorna el calificativo «enemigo» con otras acusaciones falsas, como «fascista» o «falangista». En la cosmovisión de Maestre, estos calificativos te privan automáticamente de humanidad y autorizan cualquier acción violenta contra aquel a quien le cuelguen el sambenito. No es lo mismo que te llame «facha» un exdiputado de Ciudadanos a que te lo llame un señor que cree habitar una película de partisanos antifascistas que se enfrentan a vida o muerte.
El tono agresivo no era solamente para Ana Iris y otros autores que disgustaban a Maestre, sino incluso para sus lectores, seguidores y cualquiera que no aceptase la orden cacería humana dictada por Maestre: «Id pensando en cómo justificáis haber estado defendiendo a falangistas, que luego vienen las prisas. No será que no lo advierto», escribía. La dialéctica violenta no escapaba a nadie: en los comentarios de su publicación un usuario le hacía ver que «suena a amenaza de matón de puerta» y otros seguidores se preguntaban sobre «darles el paseíllo» (ejecutar) a los «enemigos falangistas» que Maestre se inventaba.
3) Dice también Maestre que la ultraderecha ha lanzado bulos machistas contra su madre, insultos sexistas-homófonos contra él mismo. Este es el mismo hombre que tras difamar a Ana Iris le escribía con soberbia machista: «Hoy has aprendido que tu discurso es el mismo que el del neofascismo». Es el mismo hombre que le recriminaba como un controlador tóxico con quiénes puede o no relacionarse para ser «izquierda buena y verdadera». Es el mismo hombre que ante un artículo de ella sobre la vida a los 30 años, hacía comentarios burlones sobre su edad: «Ya veréis la turra que va a dar cuando llegue a la crisis de los 40».
«Sergio del Molino se refirió a la ‘siniestra y escalofriante obsesión de un señor ceñudo con una escritora joven’»
Fueron muchas figuras quienes le afearon a maestre esta conducta. La autora feminista Loola Pérez le instó a «sacudirse su misoginia». La periodista Helena Villar le recriminó su «tufillo misógino». El escritor progresista Sergio del Molino se refirió a la «siniestra y escalofriante obsesión de un señor ceñudo con una escritora joven y bajita». La feminista Sandy Takanashi se detuvo a explicarle a Maestre (en vano) la aberración sexista de que un hombre con poder e influencia buscase destruir a una joven debutante ni más ni menos que en su último mes de embarazo. Por aquellos tiempos Maestre fingía gran afectación por el acoso que sufría Irene Montero estando embarazada.
Una usuaria anónima, vecina de Campo de Criptana, le reprochó a Maestre su «fijación por criticar con aires paternalistas a mujeres», añadiendo: «Es indigno decir que Ana Iris es la nueva líder de la sección femenina, cuando en mi pueblo tachaban a su familia despectivamente de ‘los comunistas’». Nada de esto le importaba a Maestre, que mientras tanto se presentaba en sociedad como adalid del feminismo, el progresismo y tantas otras cosas más.
4) Dice también Maestre que la ultraderecha le acosa, la sigue, le persigue. Otra vez salta la sorpresa. No son solamente los usuarios de redes sociales los que calificaron las conductas de Maestre como acoso (como este linchamiento, matonismo o persecución. Hicieron lo propio figuras como la tertuliana progresista Elisa Beni, que habló de «aquelarre» contra Ana Iris, o el podcaster Nacho Criado (no solo progresista sino seguidor y lector de Antonio Maestre), que habló de «obsesión dantesca».
Llegaron a hacerse eco varios medios de comunicación: El Correo titulaba «Obsesión» a un artículo sobre «la obsesión de Maestre con Ana Iris». Periodista Digital dedicaba otro artículo a «Antonio Maestre, enfermizamente obsesionado con Ana Iris Simón», recogiendo que «primero escribió un artículo difamatorio en su blog de laSexta donde aseguraba que el discurso de la escritora manchega era ‘izquierda lepenista’; ahora, incapaz de olvidarse de ella, le ha dedicado varios tuits criticándola». Tan evidente era la gravedad de la situación que fue el propio equipo de LaSexta, donde trabajaba Maestre, quien informó a Ana Iris de que en un programa donde ella participaba iban a entrevistar también a Maestre, «por si acaso aquella situación la violentaba y no quería aparecer».
«Al final de la jornada, somos lo que hacemos, no lo que secretamente pensamos que somos o anhelaríamos ser»
También en El Español apareció un artículo llamado «El bullying contra Ana Iris Simón», donde se describe «no la discrepancia, sino el acoso» por parte de un supuesto adalid «de la paz, los cuidados, la sororidad y la salud mental». De esto hablamos a continuación.
5) Dice también Maestre que la ultraderecha ataca su salud mental, busca amedrentarle, busca estresarle. Un lector suyo aprovechó para recordarle: «Tú eres experto en invocar hordas de odiadores contra gente que piensa distinto a ti. Haz autocrítica tú primero. Predica con el ejemplo. Revisa tus prioridades, tus fobias y obsesiones como la que has tenido contra Ana Iris Simón». Ya el refranero advierte de que carecemos de lo que presumimos. En un instante no se sabe si de buenísimo queriendo aparentar empatía, o de breve lucidez, confesó que «a veces puedo ser muy duro en el ataque», pero que «la imagen que traslado es antagónica a mi ser». Esta es la paradoja de Errejón: mi personaje se contradice con mi persona. Las malas noticias: no existe tal contradicción entre lo que hacemos y lo que querríamos hacer. Al final de la jornada, somos lo que hacemos, no lo que secretamente pensamos que somos o anhelaríamos ser.
En un momento en que Maestre estaba recibiendo el ataque de los adeptos de Podemos y se dolía de sufrir «acusaciones falsas e injustas de quien crees en parámetros ideológicos cercanos a los tuyos» (que es exactamente lo que él ha hecho con Ana Iris y tantos otros), fue la propia Ana Iris la que, en un acto de generosidad, le ofreció un artículo sobre cómo «lidiar con que te insulten, te difamen o conviertan en objeto de juicio o burla tu persona, tu vida e incluso la de tu familia; que te critiquen no por lo que dices, sino por quién eres, dónde vives o quién es tu pareja».
Esta generosidad con el abusador y el maltratador, que a menudo esconde en su interior a un abusado y a un maltratado, está más allá de la izquierda y la derecha, está casi más allá de lo humano. Porque el peligro no es la ultraderecha, mal que le pese a los Maestres del mundo, ni la ultraizquierda, mal que le pese a los Vito Quiles. El enemigo eterno es la ultra-mezquindad, la ultra-hipocresía, la ultra-soberbia, el ultra-narcisismo. Y lo aterrador es que no está en la trinchera de enfrente a la que es fácil disparar, sino dentro de Maestre y dentro de cada uno de nosotros. La verdadera revolución no es deconstruir la masculinidad, revisándose no-se-qué micromachismos ni decrecer la huella de carbono. La verdadera revolución es revisarse esos males internos del alma.