El independentismo casi tiene a su muerto
«Hubo un momento en que el nacionalismo quiso un muerto sobre la mesa, y quiso que ese muerto lo pusiera el Estado»

Un fotograma del vídeo en el que un militante de Aliança Catalana es atacado. | X
Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido es el título profético del libro de Rafa Latorre sobre el procés, escrito en 2018, y que bien sirve para explicar la coyuntura política actual, con un independentismo que no ha hecho la menor autocrítica, pero ha sido rehabilitado por Pedro Sánchez como interlocutor político.
Ahora hay que hacer un esfuerzo para creer lo que vieron nuestros ojos y acordarse del alto nivel de tensión al que los líderes independentistas sometieron a la sociedad catalana en ese otoño caliente de 2017 y más allá.
Hubo un momento en que el nacionalismo quiso un muerto sobre la mesa, y quiso que ese muerto lo pusiera el Estado. Pero ni siquiera en el 1-O hubo fallecidos. La difícil intervención policial de aquella jornada se saldó solo con la pérdida de un ojo de Roger Español.
Lo que empezó siendo la «revolución de las sonrisas» frunció el ceño, porque las sonrisas nunca pueden ser eternas. La historia nos enseña que la ira o la frustración es el lógico desenlace de la política basada en emociones y mentiras. Para sorpresa de muchos, en la Cataluña de 2025 el independentismo casi tiene a su muerto. Y no por obra y gracia del terrible Estado español, sino por una pelea entre independentistas.
«Lo que empezó siendo la «revolución de las sonrisas» frunció el ceño, porque las sonrisas nunca pueden ser eternas»
Como se ve en el vídeo, un militante de Aliança Catalana cayó en seco contra el suelo tras ser atacado por activistas de la izquierda independentista. Se quedó inconsciente, fue hospitalizado y no es ninguna hipérbole afirmar que se temió por su vida. Como de costumbre, estos activistas iban a boicotear a los que no piensan como ellos, obligándoles a desmontar una carpa informativa que estaban instalando.
La agresión ha pasado bastante inadvertida, el Parlament no ha querido condenarla y sus responsables juegan con el beneficio tácito de que estaban combatiendo los «discursos de odio» de la «extrema derecha independentista». Otra vez, las palabras se censuran más que los actos. Pero matar o agredir a un hombre por una idea, no es defender una idea, es matar o agredir a un hombre.