ZP: política sin ideas
«En la entrevista-cómplice con Jordi Évole, el expresidente se encuentra tan satisfecho de sus errores como Sánchez. Siempre hay alguien a quien culpar»

Ilustración de Alejandra Svriz.
El pasado domingo, la larga entrevista de Jordi Évole a José Luis Rodríguez Zapatero fue, según cabía esperar, una entrevista-cómplice, en cuyas dos horas aparentemente se tocan todos los temas, pero evitando aquellos que pueden incomodar al entrevistado, así como las repreguntas que hubiesen impedido su fuga cuando de entrada responde de manera elusiva o engañosa. Así, después de ilustrar exhaustivamente la victoria electoral tras el 11-M, Évole no le pregunta sobre qué hizo respecto del yihadismo una vez en el gobierno: sería interesante saber de qué sirvió la Alianza de Civilizaciones y qué piensa de atentados más recientes, como el de Charlie Hebdo, contra cuyas caricaturas cargó la inútil y costosa –no para Moratinos– creación de nuestro político. Ahí sigue con el cargo hibernado en la ONU.
Évole saca el tema de Venezuela, pero exclusivamente para contar las anécdotas en torno al «por qué no te callas» del Rey a Chávez. No ha debido pasar nada en Venezuela últimamente y tampoco el expresidente anduvo por allí. Sobre el lobby pro-China, silencio. En cambio, ZP se dedica un autoelogio rotundo sobre el fin de ETA, y no se le pregunta si las actuaciones policiales y la colaboración con la policía francesa sirvieron de algo. Consecuencia: el expresidente queda la mar de bien en todo, con esa seguridad en la palabra y en el gesto que siempre le caracterizó, y el televidente sale del programa sin saber casi nada nuevo. Bueno, sí, que ZP es un tío estupendo, digno acompañante de nuestro líder actual.
A todos y cada uno de los temas recorridos por la entrevista, Zapatero responde casi siempre con la indeterminación, acudiendo a una reflexión que le sirve de cortina para componer la propia figura. El más reiterado y socorrido, al que viene siempre a refugiarse el discurso oficial sobre el terrorismo, consiste en buscar refugio en las víctimas. A la luz de tanta hojarasca sensiblera, vamos a acabar pensando que se murieron solas o que los victimarios son irrelevantes. En el 11-M todavía ZP reconoce la importancia del eco en la opinión pública, subrayando los errores del PP, y da sus impresiones, para a continuación olvidarse de que hubo una cosa llamada yihadismo, sobre la cual su gobierno hubiese debido actuar, y no solo en el plano policial.
Más adelante, cuando le sorprende el atentado de ETA en el fin de año de 2006, tras sus optimistas pronósticos, ofrece todo un recital de gestos y palabras de dolor para no dar cuenta de nada, salvo un rotundo final: «¡Aquel atentado fue la muerte de ETA!» Pues si usted lo dice. Tan emocionado estaba nuestro entrevistado, que al contarnos su hipersensible reacción, unió el atentado de la T4 con… el atentado de Spanair (sic).
En una ocasión, tan sensible se muestra que deja ver una posición política escasamente sensible. Al sumarse al denominador común «progresista» sobre los conflictos internacionales, el pacifismo es la coartada. Casi llora por los 35.000 muertos ucranianos, pero no para exigir el fin de la agresión rusa, sino implícitamente para solicitar una paz de rendición, a la que deberían contribuir Europa y Rusia –porque eso es proponer la paz, mirando solo a Zelenski–, lamentando la pasividad de la UE. Se le escapa la calificación negativa del «derecho de defensa» y para que el espectador aprecie su grandeza, termina contando su sueño de un mundo futuro sin guerras.
«Digno precursor de Sánchez, lo único que preside sus palabras sobre Cataluña es el diálogo»
En la misma línea, y de forma más acusada, se encuentra su juicio sobre el conflicto de Oriente Próximo: solo hay un culpable, Israel. No hubo 7-O ni hay rehenes. Gestos de dolor.
Digno precursor de Pedro Sánchez, lo único que preside sus palabras sobre Cataluña, es el diálogo. Hay una alusión negativa al TC ante el Estatuto, unas menciones laterales encadenadas de buen amigo de los independentistas, a los que bastaría invitarles cordialmente a la «casa España democrática», contra la «judicialización» y lógicamente pro-amnistía, porque al lado del diálogo, el perdón es bueno. La única pregunta realmente incisiva de Évole es: ¿Qué piensa del giro copernicano de Pedro Sánchez sobre Puigdemont? Y la respuesta es que las ideas cambian con las circunstancias. Es lo que Zapatero había dicho ya en el prólogo a un libro de Jordi Sevilla. En política, las ideas lógicas no tienen por qué ser seguidas. Como en Sánchez, rige el Groucho-marxismo, en este caso: «Tengo unos criterios, pero si no vienen bien, tengo otros».
Nada tiene de extraño que tantas respuestas extensas se sucedan sin salir de la indeterminación, por desgracia no de tomas de posición y, en su día, de decisiones equivocadas. Solo que Zapatero se encuentra tan satisfecho de sus errores, como si se tratase de grandes aciertos, al modo de Sánchez. Siempre hay alguien a quien culpar. Su suicida política económica de 2008-2010 le provoca, como no, sufrimiento, pero la culpa es «el salvaje» comportamiento de la economía europea. Y a la postre, tan feliz. Como cuando Évole le pregunta por el caso Koldo. ZP está tranquilo, porque Pedro le ha dicho que adoptará frente a la corrupción la postura de «caiga quien caiga», y que lo resolverá «una comisión de investigación». Seguro que será así.
Balance. Nada sobre política antiyihadismo, nada sobre las relaciones internacionales más allá de su sectario viva la paz, nada sobre los problemas planteados por los independentismos, nada siquiera sobre el contenido de las críticas de García-Page y de Felipe González, salvo que no las comparte. La ausencia total de ideas es compatible con su firmeza, y con cascadas interminables de palabras, tal y como apuntan quienes le conocieron de presidente. Lo cual le obliga de vez en cuando a mentir, como cuando niega toda responsabilidad suya –hábilmente no extiende la exculpación al partido– en las movilizaciones anti-PP de la jornada de reflexión en 2004. Y sobre todo, cuando avala la política actual de presentación de candidaturas… que las eligen los militantes. Al modo suyo, concluiremos: Así es, si así os parece.