Karla, fuera de la secta
«Las víctimas más ilustres de la secta ‘wokista’ suelen ser, paradójicamente, las que otrora más lealmente rezaron por ella. Quién dijo hipocresía»

La actriz Karla Sofía Gascón | Ilustración de Alejandra Svriz
Cuentan los que controlan de antigüedad clásica que Pitágoras, el maestro geómetra, el genio de las matemáticas, fundó allá en Samos algo mucho más allá que una simple escuela; de hecho, se dice que lo que realmente creó fue una secta. Se dice que este filósofo, tan moderno y actual, impuso su corriente de pensamiento al sur de Italia con un nivel de tiranía pocas veces visto. Así, los discípulos tendrían prohibido comer habas, lucir anillos en el dedo o caminar por lugares transitados; así como era absolutamente obligatorio borrar la marca del cuerpo al hacer la cama o salir al contacto con la lluvia cuando se levantaba tormenta.
¿So pena de? Ahí viene lo curioso: si alguien no cumplía con estos preceptos, por supuesto, era expulsado del grupo y sometido a una presión salvaje, por mucho que hubiera contribuido a la corriente de pensamiento con hallazgos notables. El escarnio llegaba a tal punto que los discípulos de Pitágoras evitaban todo contacto social con el díscolo, e incluso se levantaba una tumba ficticia con el nombre del descarriado. Pitágoras establecía una división muy hostil entre los miembros de la secta y el resto del mundo: para ellos la única verdad se hallaba en los círculos del movimiento, y lo que hubiese fuera de él era digno de toda clase de vilipendio.
«Vivimos en una especie de secta pitagórica donde quien no comulga con los preceptos del movimiento es objeto de escarnio»
Veo, absorto, la televisión; leo, perplejo, los periódicos; y compruebo que vivimos en una especie de secta pitagórica donde quien no comulga con los preceptos del movimiento es, como entonces, objeto de escarnio; el beneficiario de una potencial tumba ficticia con su nombre en primer plano. La última víctima de este movimiento sectario ha sido Karla Sofía Gascón, la actriz que, como todo el mundo sabe ya, ha sido vilipendiada por escribir unos tuits varios años ha, y abandonada por su equipo de Emilia Pérez, por Netflix, por la comunidad de artistas y actores, por el mundo de la cultura y por el progresismo en general. Es lo malo de creer en Pitágoras: puede ocurrir que Pitágoras no crea en ti, y atente a las consecuencias.
Poco importa ya si Karla pasaba por haber interpretado uno de los papeles más aclamados dentro de ese mismo mundo que ahora la apedrea. El Gobierno español, que días atrás la felicitaba, y cuyo ministro de Cultura la recibía con palmas y alborozo, ahora reniega de esa actriz de Alcobendas antes querida. La Academia de Hollywood, que en su momento enviaba a Madonna a llorar por Karla y a Demi Moore a enviarle mensajes por WhatsApp, ahora saca a Selena Gómez a decir que «se ha roto la magia». Se retira su imagen de los carteles promocionales, Audiard le da la espalda y el juguete roto es despedazado sin piedad.
Son los gajes de esta secta wokista que arrasa a quien no siga fiel y dogmáticamente sus preceptos, hasta el punto de arrasarte social y profesionalmente si así lo necesitan. De hecho, sus víctimas más ilustres suelen ser, paradójicamente, las que otrora más lealmente rezaron por ella. Quién dijo hipocresía.