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Paulino Guerra

La familia Sánchez, razón de Estado

«Debe ser muy irritante que dos humildes jueces de instrucción no cedan a la intimidación constante de sus portavoces y tertulianos, ignorando que el omnipotente señor tiene poder absoluto para repartir y quitar dádivas»

Opinión
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La familia Sánchez, razón de Estado

Svriz

Afortunadamente algunos dogmas del marxismo clásico nunca tuvieron un gran arraigo en España, ni siquiera entre la izquierda más extrema. Así, por ejemplo, la crítica al concepto tradicional de familia, considerada por Marx y Engels, como una pérfida herramienta para la perpetuación del capitalismo, apenas fue observado en sus vidas privadas por los ‘camaradas’ hispanos. La líder histórica del PCE, Dolores Ibarruri, ‘La Pasionaria’ promocionó a su amante Francisco Antón, 17 años más joven que ella, hasta la cúpula del Comité Central del partido, aunque cuando el apuesto muchacho se enamoró de otra mujer más joven, fue inmediatamente depurado a la manera estalinista, siendo acusado de «fraccionismo» y otros delirios con los que los comunistas de entonces se deshacían de rivales y novios desconsiderados.

Más recientemente, los señores de Iglesias-Montero y otras parejas de la corte podemita han demostrado con su natural desparpajo que la familia que medra unida prospera más rápido. La devoción por la familia en España trasciende lo ideológico, ocurre en la izquierda y la derecha, en la democracia y la dictadura.  Ahora que el presidente del Gobierno ha decidido realizar cada tres días y medio un acto para celebrar que el general Franco murió en la cama hace medio siglo, es también buen momento para recordar fugazmente la literatura de nepotismo y codicia que rodeó su figura, con personajes tan castizos como su propia ‘Señora’, el terror de los joyeros de Serrano, la ‘nietísima’ o el aprovechado ‘yernísimo’.

Pero también Pedro Sánchez, paradójicamente su principal némesis en esta época, ha demostrado que es un hombre de profundas convicciones familiares. No solo fingió que estaba dispuesto a dimitir por la investigación judicial hacia su esposa, sino que ha convertido al Consejo de Ministros de España en una especie de Gabinete de crisis de la firma ‘Peter & Family’ para defender el mancillado honor de los Sánchez. Durante meses el plan consistió en que él y su Ejército mercenario repetían con ese entusiasmo pueril de las gradas de animación futboleras que no había caso, que todo respondía a la conspiración fraguada entre «pseudomedios digitales» y un «pseudosindicato ultraderechista» para desgastar su figura, aunque todo acabaría felizmente con el archivo de las causas. Pero de momento los augurios no se han cumplido. El acreditado concertista Von Azagra de Badajoz ha tenido que empaquetar la batuta tras una grotesca declaración ante la juez, mientras que el juez Peinado sigue instruyendo la causa de Begoña Gómez, con nuevas imputaciones pese a las campañas de descrédito sobre su familia, los fake news sobre su DNI o las acusaciones directas de prevaricación por parte de varios ministros, incluido el de Justicia. Y es que debe ser muy irritante para alguien acostumbrado ya a la vida palaciega y rodeado de mayordomos zalameros, que dos humildes jueces de instrucción, uno de Madrid y otra de provincias, no cedan a la intimidación constante de sus vociferantes escuadrones de portavoces y tertulianos, ignorando que el omnipotente señor tiene poder absoluto para repartir y quitar dádivas, ya que incluso ha llegado a destituir al presidente de Telefónica a través de un asistente. 

«¿Pero es que no hay nadie en el Gobierno, con la suficiente valentía personal para advertir que la excelencia democrática consiste en no pasar las líneas rojas de la ejemplaridad?»

Pero como siempre, lo prudente es esperar. Los tribunales dirán en algún momento si la señora Gómez y el afamado músico, su cuñado, cometieron o no los delitos que ahora le imputan. Mientras tanto, el Gobierno debería mostrar un poquito de respeto a los millones de españoles cuyas convicciones éticas le llevan a cuestionar que Sánchez sea ese político honrado que él pregona. ¿De verdad, es progresista, es de izquierdas, es incluso feminista que la esposa del presidente, una mujer sin estudios superiores homologados, sea elegida directora de una cátedra de la Universidad Complutense de Madrid? ¿La decisión no supone una burla al prestigio de la enseñanza superior en España y a los miles de licenciados que atendiendo a su mérito y capacidad aspiran a hacer carrera académica? ¿Es habitual que una humilde consultora experta en crowdfunding y captación de fondos pase de la noche a la mañana a codearse con lo más granado del empresariado patrio? ¿Pero es que no hay nadie en el Gobierno, ni uno solo de los 22 ministros, con la suficiente valentía personal, aunque corra el riesgo de ser despedido, para advertir que la excelencia democrática consiste en no pasar las líneas rojas de la ejemplaridad?

De toda la vida, a este tipo de conductas cuestionables (da igual si son penalmente castigadas) se le ha llamado nepotismo y su práctica está asociada a regímenes caciquiles, mientras que en las democracias avanzadas se dan explicaciones precisas y se asumen responsabilidades. Aquí, por el contrario, en la cacareada cuarta economía de la UE, la intención es abortar la investigación no vaya a ser que acabe en condena. Además, sin estilo, con insolencia, casi a martillazos como el famoso ordenador de Bárcenas en la sede del PP en la calle Génova. Porque de eso va la reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que trata de limitar a las acusaciones populares, una manera obscena de romper y sabotear las reglas de juego, de amnistiar preventivamente a los imputados de la familia Sánchez, convertida en «razón de estado», esa oscura fosa en la que la ética y el derecho son enterrados por siniestros sepultureros.  «Pero si el control de tales organismos (sistema judicial, servicios de inteligencia, agencias tributarias y organismos reguladores) queda en manos de personas leales, pueden servir para los objetivos del autócrata en potencia y proteger al Gobierno frente a investigaciones o demandas legales que podrían conducir a su revocación del poder. El presidente puede infringir lea ley, amenazar los derechos de la ciudadanía e incluso saltarse la Constitución sin tener que preocuparse porque tales excesos sean investigados o censurados». La cita está extraída del ensayo ‘Cómo mueren las democracias’ y aunque no se refiere explícitamente a la España actual, porque la obra se publicó en 2018, el párrafo puede encajar perfectamente en el desbordamiento constitucional en el que está embarcado Pedro Sánchez y sus rehabilitados compadres.

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