Margaret Thatcher en su centenario
«La histórica líder del Partido Conservador británico demostró la importancia de plantar cara al socialismo y de buscar, sin reservas, el debate ideológico»

La ex primer ministra británica Margaret Thatcher.
El próximo 13 de octubre se cumplirán 100 años del nacimiento de Margaret Roberts, la hija de un tendero, y hace 50 años, el 11 de febrero de 1975, Margaret ya Thatcher fue elegida líder del Partido Conservador británico. Creo que nadie pudo vislumbrar la trascendental importancia que para el Reino Unido y, lo que es aún más importante, para todo el mundo tuvo esa elección.
En el 74 el Partido Laborista, liderado por Harold Wilson, ganó las elecciones y el Partido Conservador entró en una profunda crisis. Y ahí es donde aparece Margaret Thatcher, que había sido Ministra de Educación de 1970 a 1974 en el anterior Gobierno conservador y en esos años pudo comprobar las consecuencias de las políticas que se caracterizan por no cambiar nada de lo que habían hecho los laboristas durante los años anteriores (1964-1970), un perfecto ejemplo de los que Hayek, ya en la dedicatoria de su Camino de servidumbre, llama «socialistas de todos los partidos» y ella llamaría los «wets».
El estudio de los clásicos del liberalismo aplicado a su experiencia en un gobierno de derechas que imitaba las políticas de la izquierda, la convenció de que había llegado la hora de plantar cara a los dogmas del socialismo, ayudada por los think tanks liberales, el Centre for Policy Studies y el Institute of Economic Affairs. Y expresando esa convicción fue elegida ese 11 de febrero de hace 50 años líder del partido tory.
En octubre de 1975, en el primer Congreso del Partido Conservador (Party Conference) que afrontó como líder, Margaret Thatcher pronunció un discurso en el que dejó meridianamente clara cuál era su ideología y cuáles los objetivos que iba a perseguir en política. Dijo, sin complejos, que el socialismo es el mayor enemigo de la libertad, y, al mismo tiempo, que frente al socialismo hay que defender siempre la propiedad privada, los mercados, la libertad, los gobiernos pequeños, la libertad de elegir y, por supuesto, el Estado de derecho.
Ese discurso iba contra corriente, por supuesto, contra los socialistas y también contra los que, desde la derecha, viven acomplejados por el poder ideológico de la izquierda. Y suscitó el interés y el entusiasmo de los amantes de la libertad.
«En 1979, cuando llegó al 10 de Downing Street, no dudó en poner inmediatamente en práctica sus principios»
Cuatro años después, en 1979, llegó al 10 de Downing Street. Con todo el viento de los sacerdotes de la corrección política en contra, Thatcher no dudó en poner inmediatamente en práctica sus principios y en defender sus valores.
Empezó por derogar el control de cambios y el de precios y salarios. En el primer presupuesto, en junio del 79, tuvo claro el objetivo de controlar la inflación y en ese momento se hizo famosa la frase «TINA» («there is no alternative», no hay alternativa). Y en el presupuesto del 81, 364 economistas británicos mandaron una carta al Times diciendo que el Gobierno se equivocaba en la forma de luchar contra la inflación, porque sus medidas iban a ser contraproducentes y que sí había alternativa. El Gobierno respondió explicando que la inflación era un fenómeno monetario y que estaba en total desacuerdo con ellos. Michael Foot, que era el líder del Partido Laborista, retó a la primera ministra en el Parlamento a dar dos nombres de economistas que estuvieran de acuerdo con ella, ¡2 contra 364! «Sí -dijo ella- Alan Walters y Patrick Minford», y cuando iba en el coche de vuelta a Downing Street dijo «menos mal que no me ha pedido tres».
No es este el sitio para entrar en detalle de todas las reformas que llevó a cabo en sus 11 años como primera ministra, pero sí de señalar las más importantes, que puso en práctica nada más llegar al poder.
Así tenemos que privatizó casi todos los servicios públicos, entre ellos British Petroleum, British Gaz, British Airways, British Steel, British Port Holding, British Shipbuilders and Naval Docklands, y hasta 11 compañías eléctricas y distribuidoras de agua.
«El rotundo éxito en la Guerra de las Malvinas consolidó enormemente su prestigio en Gran Bretaña»
Al mismo tiempo, con el lema «los laboristas creen que hay que poner a los trabajadores contra los propietarios, mientras nosotros creemos en hacer a los trabajadores propietarios», puso en venta las viviendas públicas municipales, en las que en aquellos años vivían el 30% de los británicos. El eslogan del Partido Laborista llegó a ser: «Vota laborista y te daremos una casa municipal». Ya en el congreso del partido de 1980 pudo anunciar que Michael Heseltine les había dado a millones de inquilinos municipales el derecho a comprar sus casas con el descuento sobre el precio de mercado de todas las rentas que habían pagado.
Tuvo que hacer frente a la Guerra de las Malvinas y no dudó en mandar a la flota a rescatarlas de la invasión de que habían sido objeto. El rotundo éxito de aquella operación militar contra la dictadura argentina consolidó enormemente su prestigio en Gran Bretaña.
Con ese prestigio y, además, con el que le daban los excelentes resultados que sus políticas económicas iban logrando, pudo plantar cara al sindicato de mineros que la había desafiado con una huelga que acabaron perdiendo, lo que le permitió llevar a cabo una profunda reforma de los sindicatos.
El 30 de marzo de 1979, cuando aún no se habían celebrado las elecciones que luego ganaría, el IRA, con una bomba en el aparcamiento de Westminster, asesinó a Airey Neave, que era su mano derecha, la persona de su máxima confianza, y que, en el Gobierno en la sombra, era el responsable de Irlanda del Norte. Entonces declaró: «Me siento como una marioneta a la que han cortado las cuerdas». Una de las primeras cosas que tuvo que hacer como primera ministra fue organizar el funeral. Ella misma sufrió un terrible atentado, del que salió milagrosamente ilesa, en el congreso del partido de 1984 en Brighton.
Si grandes fueron los éxitos de la Thatcher en su país, todavía más importantes son los que obtuvo en el plano internacional. En primer lugar, por el protagonismo fundamental que tuvo en la caída del Muro, junto con Ronald Reagan y Juan Pablo II, y en la derrota del comunismo en toda Europa. Y, además, porque demostró la importancia de plantar cara al socialismo y de buscar, sin reservas, el debate ideológico.