THE OBJECTIVE
Javier Rioyo

Juan Mariné, de Durruti a Joselito

«Autodidacta, aventurero, genio de la cámara, fue un artista de la luz y un renovador de la fotografía en nuestro cine, desde el experimental al más popular»

Opinión
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Juan Mariné, de Durruti a Joselito

Juan Mariné posa con su Goya de Honor 2024.

Acaba de morir Juan Mariné, cumbre y memoria del cine español. Niño prodigio, autodidacta, aventurero, genio de la cámara, maestro de la luz, memorioso y superviviente último de los que rodaron la Guerra Civil en la Barcelona anarquista. Muy joven comenzó en el cine, entre las barricadas y los mitos caídos. Fue uno de los cámaras del entierro de Durruti, nunca fue ni anarquista ni izquierdista. Se conformó con ser un artista de la luz y un renovador de la fotografía en nuestro cine, desde el experimental al más popular. Después de un corto exilio, de fugarse del campo de internamiento de Argelés-sur-Mer, cruzó la frontera y se entregó al ejército franquista. Fue internado en el campo de concentración La Rinconada en Sevilla. Se salvó por las amistades de su padre -árbitro de fútbol- con los mandatarios del régimen y se incorporó al servicio militar en la llamada Quinta del biberón.

Ya era un joven fotógrafo, con especiales dotes para las innovaciones en el mundo del cine y la animación. Mariné siempre fue un cineasta investigador, un inventor de técnicas de restauración y un obsesionado con el cine y sus técnicas fotográficas. Gracias a su empeño, a sus inventos y a su obsesiva entrega en su pequeño laboratorio en los sótanos de la Escuela de Cine, el Submariné, se han podido rescatar algunas de las primeras películas de nuestro cine mudo. Mariné es un genio por amor al arte, por amor al cine. En el principio de los años noventa realicé un corto dedicado a sus innovaciones que le llevaron a crear un formato de película, ahora conocido como Formato Mariné. Había en él una mezcla de aquel inventor del TBO, Franz de Copenhague, con investigador mago capaz de unir lógica y magia. Casi 105 años de una vida que creció con nuestro cine más popular. 

Hemos pasado muchas horas con Juan Mariné, siempre acompañado de su compañera Concha Figueras y de uno de sus hijos, el artista y amigo Óscar Mariné. Cuidó más de sus películas que de su familia, aunque todos estuvieron cerca de él, de sus interminables batallitas, de su excepcional memoria y de su gusto por contar, encantarnos y callarnos. Ha sido una suerte oír de su propia voz las historias interiores de un cine que conquistó el público. Salvo excepciones, siempre trabajó en aquel cine demasiado denostado por los cinéfilos pero que contribuyó a nuestra educación sentimental, nuestra diversión y nuestros mitos y héroes caseros. Trabajó con Antonio del Amo, Serrano de Osma, Margarita Alexandre, Pedro Lazaga, José María Forqué, Mur Oti, Fernán Gómez, Jesús Franco, Juan Piquer o Pedro Masó.

Una vida llena de paradojas, un superviviente que pasa de ser el fotógrafo de Enrique Líster a ser responsable de fotografiar a los republicanos presos de los campos de concentración franquistas. Fue víctima y notario, colaboracionista por supervivencia y solidario y buena persona por convicción. Siempre fue un niño que jugaba, el que sabía abrir y descomponer el instrumento y volverlo a armar. Además de atender a su propia familia le gustó ejercer de padre y maestro de otros.

«El ídolo de los años cincuenta y sesenta, Joselito, siempre consideró a Mariné como su protector»

El artista infantil y juvenil más universal de los nuestros, el ídolo de los años cincuenta y sesenta, Joselito, siempre consideró a Mariné como su protector. Fue su compañero y guía cuando el pequeño estaba más explotado que cuidado, lo alimentó física y humanamente. Hicieron tres o cuatro películas juntos y durante años fue como una más de la familia. Una casa abierta dónde los pequeños hijos de Mariné se acostumbraron a tener de compañero de juegos a ese niño y estrella de la canción y el cine. Recordaba Juan Mariné el susto que se llevó cuando le fue a recoger a Barajas cuando regresaba después haber participado en estados Unidos en El show de Ed Sullivan. Encontró que el niño estaba pálido y con miedo. Cuando le preguntó que le pasaba, Joselito confesó que Cesáreo González le había aconsejado que llevara en su bolsillo el cheque por su participación en el famoso programa de televisión. El adolescente llevaba en su bolsillo un cheque de 20 millones de pesetas.

Mariné estaba lleno de historias con su amigo de infancia y fútbol, Paco Martínez Soria. Con sus queridos Pepe Isbert, Edgar Neville, Fernán Gómez o Alberto Closas vivió el auge de un cine popular que supo llenar los cines y hacer felices a los españoles que había salido de una larga posguerra. La fotografía y humanidad de Juan Mariné fueron esenciales para saber que más allá de las historias, más o menos superficiales o evasivas, pudimos admirar un retrato excelente de nuestras necesarias evasiones en una pantalla.

Cuando se retiró de la cámara, él, que había sabido llevarla en manos antes que los de nouvelle vague y que era un maestro de la luz y el encuadre, supo retirarse a su gabinete de maravillas, a sus espacios de investigación que han sido capaces de poder tener una historia más completa de nuestras ficciones. Tarde le llegaron los reconocimientos. Nunca tuvo rencores y siempre supo ser generoso con sus compañeros y con cientos de jóvenes que acudieron a sus saberes que generosamente compartía. Nos habíamos acostumbrado a que fuera eterno pero con tranquilidad cerró los ojos azules el pasado 17 de febrero. Siempre le recordaremos con una sonrisa por haber sabido hacernos felices en la pantalla y en las cercanías.  

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