THE OBJECTIVE
Rosa Cullell

Discretos, ricos y catalanes

«Estamos asustando a la inversión, atemorizando a los creadores de riqueza. Si nada cambia, Europa se convertirá en un ‘resort’ turístico o en un gran museo» 

Opinión
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Discretos, ricos y catalanes

Polígono norte de Tarragona.

Acaba el año y afloran las estadísticas sobre los ricos del mundo. En el top de las fortunas españolas, lideradas por el empresario Amancio Ortega, proliferan apellidos catalanes. Allí están los Daurella de toda la vida, embotelladores de Coca-Cola, o los Carulla de Gallina Blanca. También repite el fallecido Isaak Andik, fundador de Mango. La novedad en 2024 ha sido el ascenso de la familia Puig, centenaria propietaria de una gran empresa de colonias y marcas de moda que acaba de salir a bolsa. Aunque a muchos nos parece estupendo que esas familias estén en el pódium de la industria y el comercio, lo cierto es que los ricos locales prefieren vivir en la sombra. La discreción es su mandamiento. Razones no les faltan.

En cuanto salen las listas, los propietarios de viejas y nuevas fortunas se refugian entre amigos. El empresariado catalán y el vasco fueron muy valorados durante casi todo el siglo XX, con la excepción lógica de los años de la guerra civil y de los dos previos a la contienda. Sin embargo, los planes de Pedro Sánchez y sus socios de aumentar impuestos o aprobar nuevas tasas a las grandes empresas siderúrgicas, bancarias o de otros sectores, están generando desconfianza. Se han encendido las alarmas. 

Son muchos los que hoy imitan a Amancio Ortega, que ya en sus comienzos se negaba a dar entrevistas y delegaba en su consejero delegado. En mis tiempos de periodista de verdad, de los que encuentran y escriben noticias, fui hasta Galicia a visitar Inditex. Acababan de abrir la primera tienda Zara en Madrid. Al presidente no pudimos sacarle ni una instantánea. En la redacción de El País les parecía extraño publicar una historia sin la imagen del protagonista, pero hubo que hacerlo. Durante años, ese gran empresario no apareció en foto alguna.

A principios de los ochenta se entrevistaba sin problemas a cualquier banquero o gran empresario. Ahora, no obstante, empiezo a entender a Ortega, también a hombres como Juan Roig, presidente de Mercadona. Emplean a miles de personas, generan una enorme riqueza para el país (impuestos incluidos), pero en lugar de ser elogiados, sus éxitos molestan a algunos partidos del Gobierno.

Los actuales industriales, los grandes comerciantes o los mayores exportadores españoles van con cautela. No sea que la nueva izquierda, la que pacta con los nuevos ricos del comunismo chino o con los acaudalados dictadores latinoamericanos, se invente otro impuesto a medida. Según Feijóo, la era Sánchez ha creado 96.

«Quieren, o eso dicen en Moncloa, parar el liberalismo e impedir que ‘la ultraderecha’ avance en España»

«Más transporte público y menos Lamborghini», dijo no hace mucho Pedro Sanchez, convirtiendo la frase en trending topic y aviso para navegantes.

En esa simple clasificación cabe todo, desde el pequeño empresario que lucha por subsistir, al que ha heredado un buen negocio y lo ha hecho crecer o al industrial que se esfuerza en mantener el barco a flote. Sólo se salvan las startups y quienes venden en el mundo sin fronteras que es internet. 

Quieren, o eso dicen en Moncloa, parar el liberalismo e impedir que «la ultraderecha» avance en España. De hecho, lo que consiguen es que las empresas se instalen en aquellas comunidades españolas con fiscalidad más reducida y/o gobiernos más estables (Madrid, País Vasco, Andalucía, Aragón o Valencia). En Europa, las mejores condiciones para alojar sociedades están en Países Bajos, Reino Unido, Malta, Portugal, la República Checa, Irlanda o Bulgaria. 

Desde finales del XIX y hasta hace unos cincuenta años, la industria manufacturera ocupaba un destacado lugar en el PIB de Cataluña y en el total de España. La terrible crisis textil de los ochenta dio la primera voz de alarma. Abaratar la producción, a base de salarios mucho menores, hizo emigrar al textil a países asiáticos y al norte de África

«La industria catalana sigue manteniendo parte de la antigua fuerza (es un 17% del PIB total); más que una decadencia, vivimos una anemia»

La industria catalana sigue manteniendo parte de la antigua fuerza (es un 17% del PIB total); más que una decadencia, vivimos una anemia continuada, la misma que afecta a Europa. El sector servicios (un 69% del PIB) es el que más emplea y contribuye hoy a mantener la economía de la región. Ya no sale humo por el cielo de Barcelona. Las chimeneas que quedan son para hacer bonito. Sirven, en el Paralelo o en otros barrios, para explicar a los turistas que Cataluña empezó su revolución industrial muy poco después que Gran Bretaña, en el siglo XVIII. 

Añoro, lo admito, aquellos domingos de finales de los sesenta en los que íbamos a la casa-fábrica fundada por mi tatarabuelo en el XIX, a comer escudella i carn d’olla con los avis. Ellos, sus hijos y nietos, siguieron creyendo en la empresa familiar dedicada a la fundición de metales. Ninguno cobró nunca del Estado. Fui la primera de sus descendientes que recibió un sueldo externo.

Las grandes empresas catalanas -como las europeas- se han diversificado, deslocalizado, internacionalizado. Sus sedes y sociedades están en más de un lugar. En 2024, creció especialmente el patrimonio de los viejos y nuevos ricos debido, en gran parte, al buen comportamiento de los mercados de valores y del sector inmobiliario, más que por la venta de productos manufacturados. Las zonas industriales de Cataluña, de toda Europa, diseñan, intermedian, venden, envasan… pero producen poco.

El paisaje urbano habla del cambio de los tiempos. Las fábricas del Poble Nou son lofts para turistas, y el cinturón rojo del Baix Llobregat se ha llenado de casas de lujo junto al mar o almacenes de distribución al borde de las autopistas

Un buen amigo portugués, con el que solemos comentar la vida y milagros de nuestras respectivas economías, me regaló una sentencia que define bien la situación de nuestro continente: «Estados Unidos innova, China produce y Europa regula». Y así estamos. Asustando a la inversión, atemorizando a los creadores de riqueza. Si nada cambia, Europa se convertirá en un enorme resort turístico o en un gran museo…Arqueológico. 

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