THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El gran traidor

«Trump ha decidido volver a los tiempos en los que había dos bloques. Lo miserable es que lo ha hecho poniéndose al lado del régimen criminal de Putin»

Opinión
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El gran traidor

El presidentre de los Estados Unidos, Donald Trump. | Daniel Torok (Europa Press)

Asistimos entre sorprendidos y paralizados a la gran traición a la libertad y a la razón que está protagonizando el presidente norteamericano Donald Trump. Ni en la más disparatada de las distopías podríamos imaginar al presidente del país con la democracia más antigua del mundo convirtiéndose en un mandatario que actúa como el más totalitario de los autócratas. Un presidente que siempre ha alardeado de macho Alpha y que asume todo lo que le dice otro macho Alpha, esta vez ruso, como es Vladímir Putin.

Y no debería sorprendernos tanto. La primera temporada de esta repugnante distopía finalizaba con un Trump alentando a los suyos a asaltar el Capitolio para evitar que se produjera la confirmación de su derrota electoral ante Biden. Fue algo más que un final que dejaba la serie arriba. Creíamos que era un final en el que se descubría que el personaje de millonario caprichoso y mentiroso de Trump se había transformado en un Calígula presidencial republicano. Pensamos que con ese intento fracasado de autogolpe de estado se acababa la serie y Trump pagaría por fin todas sus deudas pendientes con la justicia.

Pero había segunda temporada. Y arrancaba con un salto en el tiempo que nos llevaba a un Trump retroalimentado por sus propios escándalos y por una torpe y senil presidencia de Biden. Un candidato que aplastaba a los candidatos republicanos antes de hacer lo mismo con la pésima propuesta demócrata. Un presidente que por primera vez en décadas tiene en sus manos el control de las dos cámaras legislativas, de un Tribunal Supremo que él mismo dejó con mayoría conservadora, y que no tiene ahora oposición política estructurada, más allá de la prensa libre y de los jueces independientes.

Trump ha sabido vender a millones de estadounidenses su política paramilitar con la que frenar la inmigración. Se dice ultraliberal que desarma al máximo el estado y a la vez convierte a los aranceles en un arma que maneja con radicalismo y matonismo. En esta segunda temporada Trump se ha quitado la careta de todo complejo de culpabilidad por sus excesos bajo la excusa de volver a hacer una América grande.

Solo lleva un mes en la Casa Blanca y ya ha convertido el despacho oval en un plató en el que hace exhibiciones de sus firmas y amenazas. Empezó extorsionando a sus vecinos con subidas de los aranceles en un 25% en un arranque lleno de infantilismo y matonismo a la hora de negociar con México y Canadá. A Europa la desprecia por activa y por pasiva. Aranceles y exigencias de todo tipo.

Sabedor ya del poder real que supone ser el presidente de la mayor potencia militar y comercial, Trump ha arrancado este segundo mandato con la decisión de manejar ese poder absoluto de una forma absolutista. Sin nadie a su lado que se atreva de recordarle sus límites democráticos y morales, se cree capaz de solucionar todos los problemas solo con sus caprichosas decisiones. Ha pasado de amenazas poligoneras a Panamá o Groenlandia a un plan colonialista, imperialista y urbanístico para Gaza que supone el desalojo de dos millones de palestinos de su tierra para convertirla en una nueva Riviera. Pudiera parecer solo una disparatada propuesta de un jubilado inmobiliario, pero estamos hablando del presidente de Estados Unidos.

Ese mismo presidente que acaba de escribir una de las páginas más destacadas de la historia de la traición a los principios e historia de su propio país y a la lealtad con sus aliados. Las vergonzantes declaraciones de Trump acusando a Zelenski de dictador y exigiéndole que convoque elecciones pasarán a la historia de la infamia. Trump ha rehabilitado a Vladímir Putin, su viejo amigo de juergas en Moscú. Ese mismo Putin sobre el que pesa una orden de arresto de la Corte Penal Internacional desde hace dos años acusado de ser responsable de crímenes de guerra, específicamente por la deportación ilegal de niños de Ucrania a Rusia. Ese Putin cuyas tropas han violado, torturado y asesinado a miles de mujeres y niños ucranianos y cuyos objetivos son siempre ciudades llenas de civiles. Trump exige elecciones en una Ucrania invadida y en guerra, pero no exige nada a Putin. Blanquea a ese mismo Putin que en Rusia elimina por lo civil o por lo criminal a todos sus opositores.

Trump sigue creyéndose el más listo del barrio y pretende, por un lado, ganarse a Rusia con un amor contra natura que esconde el afán de repartirse Ucrania en lo económico y en lo territorial. Y por otro cree Trump que si concede a Putin todo lo que desea en Ucrania lo tendrá más cerca de su órbita y, por tanto, estará más lejos de la órbita de China, su auténtico rival. Como si estuviera jugando a un maléfico juego de Risk, Trump afronta todo el escenario geopolítico con inmensas contradicciones. La recuperación de Rusia aumentará la amenaza militar rusa sobre otros países europeos, paradójicamente aliados de Trump en la OTAN. Y por derivada permitirá que Moscú pueda recuperar una intensa colaboración con la ahora debilitada Irán, que a su vez es el mayor enemigo de Israel, que es el más cercano aliado de Estados Unidos. Un caos.

Todas las decisiones de Trump parecen caprichos de un viejo megalómano poderoso que siempre se ha movido por el dinero, el poder y la mentira. Su traición a Ucrania está basada en mentiras. No es cierto que Estados Unidos sea el que más ha apoyado a Ucrania. Europa ha invertido y gastado mucho más. Dice Zelenski que Trump le ha exigido medio billón de dólares en explotaciones minerales en lo que suena a miserable chantaje. No tiene buena pinta el futuro de Ucrania.

Más allá de voluntades y heroicidades, lo cierto es más allá de ayudas militares y económicas, las comunicaciones de Ucrania dependen de Elon Musk. Desde que empezó la invasión rusa con la destrucción de los centros de comunicación ucranianos, los servicios de internet dependen de la red satelital Starlink, propiedad de Elon Musk. Gracias a ella las fuerzas ucranianas han podido ser operativas permitiendo la operación de drones y la comunicación en tiempo real. Ahora Musk puede paralizar todo el país. Este Rasputín de la Casa Blanca también ha criticado a Zelenski por no convocar elecciones. El hombre más rico del mundo juega con el hombre más poderoso del mundo a cambiar el mundo y a cambiar la propia estructura política de Estados Unidos.

Trump ha decidido volver a los tiempos en los que había dos bloques. Lo miserable es que lo ha hecho poniéndose al lado del régimen criminal de Putin. El que se vendió como mediador ha preferido abrazar el mal y repartirse el botín. Su traición quedará ya siempre para los libros de Historia. Ucrania necesita una Europa unida y más firme y solidaria que nunca. Y por cierto, España, necesita oír a su presidente sobre la postura oficial del gobierno. No basta con tuits. Son momentos históricos que deben ser vividos en el Congreso de los Diputados para que todos sepamos la postura de todos. Esta gran traición de Trump obliga a todos a dejar clara su postura. Sin dudas, ni peros.

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