La resaca sanchista
«El sanchismo acabará. Nadie sabe cuándo, pero acabará. Pero su fiesta es tan excesiva, tan orgiástica, tan indecente, que el despertar será terrible»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Si de algo sé en esta vida es de resacas. Lo digo sin orgullo, pero también sin afectación. Es la vida experta en equilibrios, por eso lo de castigarnos tras la felicidad. Para no olvidar nunca que tras la cima viene el derrumbe, que tras la alegría se llora, que tras el baile hay que barrer el confeti.
El sanchismo acabará. Nadie sabe cuándo, pero acabará. Y no lo expreso como un deseo, porque a Pedro Sánchez lo tienen ahí sus votantes, que son fieles e inoxidables, y cada cual sabrá en qué piensa cuando va a la urna. Pero acabará, porque todo acaba. Y será la peor resaca que ha vivido este país. Ni Espartaco Santoni sufrió algo así. Porque la fiesta del sanchismo es tan excesiva, tan orgiástica, tan indecente, que su despertar será terrible.
Ha carcomido las entrañas de nuestro Estado. Ha quebrado no una, sino varias veces, los límites de la concordia, del respeto institucional, y de la verdad. Ha cambiado de opinión tantas veces que hasta se diría que ha mentido más que hablado. Y aun así, lo peor no es Sánchez, sino su oscuro ejército. Desde sus ministros a sus tuiteros, pasando por fiscales, periodistas, empresarios, sindicatos y magistrados. Retuercen las palabras, repican sus argumentos, llaman fascista a todo aquel que, simplemente, alce la mano para disentir. Es un karaoke en el que sólo canta uno. Es un after donde suena una y otra vez la misma canción.
Pero habrá una mañana en la que, como en una película de terror, una legión enajenada despierte con las manos sucias y la garganta amarga y, con los primeros rayos del sol, pensarán: ¿Qué ha pasado aquí? ¿Qué ocurrió anoche? ¿Por qué este desorden, por qué este humo, por qué esta confusión?
Se equivocan los que piensan que esto va de rojos, azules, morados y verdes. Sánchez simplemente mezcló las plastilinas. Rompió el juego. Cambió las reglas en mitad de la partida. No fue consecuencia, sino causa. No fue un plan, es mucho peor que eso, es una improvisación, una huida irreflexiva, la fiesta que se te va de las manos cuando tus padres te dejan solo el fin de semana. Se sabe cómo empezó, jamás sabremos cuándo parará ni cuál será el destrozo real.
«Dentro de unos años muchos activos sanchistas que hoy se dan golpes de pecho negarán haber sido parte de esta rave»
Educación, Sanidad, Pensiones y Jessica. Los pilares del Estado del bienestar. No olvidemos lo que ha traído el sanchismo. Tolerar que Bildu nos den lecciones sobre derechos humanos o que el independentismo dicte las políticas fiscales del resto de autonomías o la ley del sólo sí es sí y otras trágicas consecuencias del populismo; o que ministros como José Luis Ábalos hayan hecho lo que han hecho, incluido contratar con sus impuestos, lector, a una mujer prostituida, para que le tuviera como cliente en exclusividad.
Odio las comparaciones simples, pero hoy son inevitables: ¿Qué hubiera pasado si una hoja de ruta como esta hubiera sido firmada por el PP y no por el PSOE de Pedro Sánchez? Todo ardería. Con razón. Y, sin embargo, el cordón sanitario hay que ponérselo a usted por quejarse de la situación.
Qué tremenda resaca va a ser. Ni el agua abundante ni la comida china aliviará el dolor de cabeza y la sensación de culpa. Dentro de unos años, estoy seguro, muchos activos sanchistas que hoy se dan golpes de pecho en público o en privado negarán haber sido parte de esta rave. Pondrán excusas. Lo amortiguarán. Buscarán nuevos micrófonos, maquillarán su feroz entusiasmo, su exceso, sus chistes sin gracia. Ya no hablarán de concordia, de pacificación, de justicia, de sentido común. Ya no llamarán fascista a cualquiera que tenga su propia opinión. Porque todo pasará. Porque la noche es finita. Porque hasta la mejor de las fiestas acaba.
¿Y dónde estará usted entonces? ¿Recordará algo de lo que ha hecho? El problema de algunas fiestas es que al día siguiente hay que vivir con las decisiones que tomaste en ellas. La resaca del sanchismo será de cojín en la cabeza e ibuprofeno nada más levantarse. Será de revisar los mensajes en el móvil y las llamadas. Será de encontrar la cartera, de lavar las sábanas, de ducharse sin prisa. La resaca del sanchismo será de pedir perdón a los amigos. De no querer salir durante meses. De arrepentirse y querer morirse.
Si de algo sé en esta vida es de resacas. Y ya imagino las caras de muchos y lo largos que se harán sus domingos en el sofá.