The Objective
José Manuel Calvo

Gracias, presidente Trump

«Usted y ese vicepresidente suyo quisieron hacer el trabajo sucio que Vladímir Putin no ha conseguido en tres años de bombardeos»

Opinión
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Gracias, presidente Trump

Zelenski, Trump y Vance en el Despacho Oval de la Casa Blanca. | Reuters

Por fin ocurrió. Han tenido que pasar 39 días desde su toma de posesión, presidente, y no ha habido ninguno de ellos en el que usted no hiciera grandes esfuerzos por demostrar quién es. Pero el espectáculo del pasado viernes fue definitivo. No tanto para los que ya lo sabían como para los que dudaban, los que pedían cien días, los que aún tenían esperanzas.

Gracias, presidente, por disipar las dudas y aclarar las cosas. Por exhibir ante un mundo primero asombrado y luego indignado cómo se maltrata al líder de un país invadido por Rusia hace tres años y en guerra desde entonces. Por desplegar la matonería barata y cobarde de un Pedro Navajas de quinta. Por fanfarronear en el único idioma que sabe ante un tipo que domina varios. Por reírse -usted y un seguidor suyo que pasa por periodista- de la indumentaria de Volodímir Zelenski. Por repartirse la tarea de intimidación grosera con su vicepresidente Vance, que, a diferencia de lo que ocurría con usted -como tantas veces, en la higuera, con todos los respetos- sabía perfectamente qué decir y cuándo (por eso estaba allí). Muchas gracias por dejar claro que usted y ese vicepresidente suyo quisieron hacer el trabajo sucio que Vladímir Putin no ha conseguido en tres años de bombardeos contra edificios, hospitales y centrales eléctricas de Ucrania.

Gracias, porque no todos los días una audiencia global puede contemplar en directo una maniobra como la que vimos el viernes, y usted era consciente de ello. «¡Esto va a quedar muy bien en televisión!», dijo, pero ¿en quién estaba pensando? El que quedó bien en televisión fue la víctima de su agresión, el presidente de un país agredido por querer ser libre y próspero; los que quedaron de pena fueron su vicepresidente y usted; y los que brindaron con champán estaban en Moscú.

No es verdad, como sus medios de comunicación tratan de hacer creer, que Zelenski quisiera provocar la escena. Chris Murphy, senador demócrata de Connecticut, estuvo con él justo antes de la encerrona de la Casa Blanca y nos ha recordado el contexto de los días previos. Usted había llamado dictador corrupto al presidente ucraniano y había repetido como un loro la propaganda del Kremlin de que Rusia no invadió Ucrania hace tres años. Esta estúpida realidad alternativa es el pretexto, dice el senador, para querer firmar un acuerdo que arrodille a Zelenski y entregue el futuro del país a Rusia.

«Sus ciudadanos han entendido cómo se destruye la credibilidad de EEUU y se ridiculiza su posición internacional al alinearse con la autocracia de Putin»

De los 50 minutos de la conversación en la Casa Blanca que hemos visto, los primeros 40 son un tira y afloja sin mayores excesos. Trump insiste una vez más en que va a imponer un alto el fuego que exija la retirada de las tropas ucranianas sin ninguna garantía. La conversación no va bien, en Moscú esto no gustará, pensó alguien (quizá el corresponsal de la agencia oficial Tass allí presente, ocupando el lugar del expulsado corresponsal de la agencia AP). Entonces, en el minuto 40, Vance, que había estado más bien callado, entra en acción y levanta la voz para decir que ese falso alto el fuego es la única vía. Y lo que desencadena su furia y la de su vicepresidente es la tranquila pregunta de Zelenski: «Putin ha firmado muchos acuerdos sobre Ucrania y no ha cumplido ninguno. ¿No les preocupa que Putin viole las condiciones de ese alto el fuego?». Ahí es cuando Vance y usted explotan. Ahí se desencadena la agresión de ustedes dos contra Zelenski, que los deja desnudos, que deja al descubierto la burda trampa.

Gracias, presidente. Muchos de sus ciudadanos -los que no están fascinados por el populismo- han entendido un poco mejor de qué manera se destruye la credibilidad de EEUU y se ridiculiza su posición internacional al alinearse con la autocracia de Putin. Los líderes europeos -con la lógica excepción de ese amigo del Kremlin llamado Viktor Orban- y españoles -salvo ese patriota despistado que confunde lo woke con Ucrania y esa neoestalinista jipi para la que Putin es una paloma de paz y amor- han cerrado filas con Zelenski. Ahora solo queda… casi todo por hacer. Las cosas están muy difíciles, para los ucranianos y para todos los europeos, porque la realidad lo es y porque no resulta sencillo corregir los errores y las debilidades. Y tampoco es fácil ajustarse a este mundo que a usted le gusta, sin las reglas ni las instituciones internacionales que ese gran país, EEUU, contribuyó definitivamente a levantar durante el siglo XX.

Va a ser muy complicado, para Ucrania y para Europa, dar los siguientes pasos. Pero gracias, porque su representación nos ayuda a entender qué es lo que queremos: estar con el agredido, no con el agresor; conseguir una paz justa; decir la verdad, no distorsionar todas y cada una de las cosas que importan, no falsificar la historia, no engañar; creer en el imperio de la ley, no en los caprichos de los gobernantes enemigos de la separación de poderes y de la democracia. Defender la separación de poderes, no colonizar y destruir las instituciones.

Gracias, porque ahora sabemos como nunca -para poder confiar en el futuro- la diferencia que hay entre un embaucador de poca monta y presidentes de la talla de los que antes gobernaron en ese mismo lugar que usted ahora ocupa y lo hicieron grande, como al país al que sirvieron. Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt, John F. Kennedy y Ronald Reagan -dejemos fuera el siglo XXI- estuvieron el viernes con el presidente Zelenski en la Casa Blanca. Salieron tan avergonzados como el resto del mundo.

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