The Objective
Juan Francisco Martín Seco

Sánchez, Napoleón, Cataluña y el terrorismo

«Los independentistas continúan utilizando los atentados de 2017 para transmitir al exterior su paranoia victimista; solo que ahora con la complicidad del Gobierno»

Opinión
Sánchez, Napoleón, Cataluña y el terrorismo

Ilustración de Alejandra Svriz.

“Desde lo alto de estas pirámides, cuarenta siglos nos contemplan”, frase atribuida a Napoleón durante su campaña en Egipto, en concreto cuando se dirigía a sus soldados frente a las pirámides de Giza en 1798. Napoleón se veía a sí mismo no solo como un líder militar, sino como una figura histórica cuya vida y logros serían recordados y examinados a través de los siglos.

“Los progresistas del mundo nos miran”, jaculatoria lanzada por Pedro Sánchez al inaugurar el nuevo periodo parlamentario de sesiones ante sus diputados y senadores. Pedro Sánchez emula a Napoleón. Se considera un ejemplo planetario. En sus primeros pasos políticos -debía de ser concejal por aquel entonces-, es posible que le quedase muy grabada aquella proclama de la entonces secretaria de organización del PSOE, Leire Pajín, acerca de la confluencia planetaria que se había producido al coincidir Obama en la presidencia de EEUU y Zapatero como presidente de turno de la UE. Sánchez se debe de creer Napoleón y está muy preocupado del puesto que va a ocupar en la historia.

De ello puede dar fe Máximo Huerta, el ministro que ha durado menos tiempo en el cargo, siete días. Dimitió por un tema fiscal que, si entonces parecía ya que se le aplicaba un baremo más duro que a los otros (Pedro Duque o Nadia Calviño), no digamos en el momento presente con todo lo que está jarreando. Pero volvamos a Pedro Sánchez, y a su conversación con Huerta cuando este fue a presentarle su dimisión. La entrevista no se centró, como hubiese sido lógico, en el cese del aún ministro, sino en cómo vería la Historia al actual presidente del Gobierno.

Ciertamente, Pedro Sánchez pasará a la Historia, pero quizás no como a él le gustaría que se le recordarse. Ya se lo dice una chirigota en Cádiz. Tal vez pasará como aventajado discípulo de Fernando VII. Son muchas las felonías que acumula. Bien es verdad que cada una de ellas deja pequeñas a las anteriores. Ahora está asumiendo con gusto el papel de hombre de paja de un golpista fugado, que parece ser el que manda en La Moncloa. Entre los múltiples encargos, se encuentra la felonía de constituir en el Congreso una comisión de investigación para juzgar la imaginaria complicidad del CNI en los atentados de las Ramblas. Las comisiones parlamentarias de investigación no suelen servir para mucho. Solo de propaganda, publicidad para airear lo que algunos, la mayoría de cada momento, quiere pregonar. Son un instrumento más del relato.

Los golpistas catalanes han dado mucha importancia al relato, en especial al orientado a la esfera internacional. Se esfuerzan en trasladar la imagen de una Cataluña víctima, tanto política como económicamente, de los españoles. En ese cometido ha destacado, quizás por vivir huido en Bruselas, Puigdemont. De ahí su teoría conspiratoria acera de la complicidad de España en los atentados de agosto de 2017 en Barcelona; de ahí también su empeño en constituir la comisión de investigación en el Congreso, condición impuesta para que el PSOE contase con la presidencia de la Cámara.

“Junts engatusó a un terrorista para que acusase a los servicios secretos de conocer previamente los atentados y no evitarlos”

Con esa misma finalidad Junts ha engatusado a un terrorista (no sé si confeso, pero sí condenado a 43 años de cárcel) para que sin ninguna prueba y en contra de los documentos oficiales desclasificados (desclasificación exigida también por los independentistas), acusase a los servicios secretos españoles de conocer previamente los atentados que se iban a realizar y no evitarlos. El hecho es tan bochornoso como el de que Sánchez, accediendo, una vez más, a las indicaciones del prófugo de Bruselas, haya llevado al Congreso de los Diputados a un terrorista para que acusase de complicidad con el terrorismo al Estado español. A Puigdemont y al resto de golpistas les ha faltado tiempo para airear la declaración como si fuesen las sagradas escrituras.

En realidad, a los independentistas catalanes les han importado poco las víctimas. Desde el primer momento estuvieron dispuestos a utilizar los atentados para sus fines, que no eran otros que el golpe de Estado y todo lo necesario para que tuviese éxito. Trabajaron para que la manifestación convocada de apoyo a las víctimas y repulsa al terrorismo se convirtiese en un instrumento más a favor de la secesión. Para ellos lo único importante de la tragedia era la rentabilidad que les podía proporcionar de cara a favorecer la imagen exterior de Cataluña y de su independencia. Bien es verdad que con un cierto estilo cateto que rayaba en el ridículo. De ahí la autosuficiencia y el empleo del botafumeiro que se hizo presente en todos los actos y comparecencias presentadas en Cataluña. Ellos eran los mejores y no necesitaban a nadie.

En un artículo publicado entonces en el periódico Nació Digital y titulado Se va un Estado, llega otro, Carod Rovira, el histórico presidente de Esquerra Republicana –aquel que se reunió en Perpiñán con la cúpula de ETA para pedirles que si querían atentasen contra España, pero no contra Cataluña–, interpretaba el atentado como un ensayo general para la independencia y calificaba la actuación de la Generalitat como propia de “una Cataluña independiente, viable, útil y mejor”. Afirmó sin rodeos que, después del atentado de Las Ramblas, el Estado español había desaparecido y que su espacio lo había ocupado la Generalitat de Cataluña: “Cataluña ha visto y comprobado que, a la hora de la verdad, frente a la emergencia de hacer frente a una adversidad criminal, había un Gobierno, una policía y una ciudadanía que estaban donde tenían que estar y a la altura de las circunstancias, que eran el Gobierno, la policía y la ciudadanía de Cataluña, no eran los de España”.

Da la impresión de que le importaban muy poco los terroristas o las víctimas, tan es así que parecía estar contento y exuberante por lo que consideraba un éxito en 37 años de autonomía. La argumentación del expresidente de Esquerra Republicana incurría, sin embargo, en una evidente contradicción, la misma de las de casi todos los independentistas catalanes porque, si fuese cierto lo que afirmaba, resulta evidente que Cataluña no es esa colonia maltratada que quieren presentar los secesionistas, sino que goza de una autonomía y competencias que la convierten casi en un Estado. No digamos ahora.

“Fueron muchos los errores y las lagunas de información que rodearon los atentados de Barcelona”

También el eurodiputado del PDeCAT Ramón Tremosa mantuvo en Twitter en varias ocasiones una actitud parecida. En la mañana del día 20 de agosto de aquel 2017 destacaba de un artículo publicado en el diario ARA, titulado Dos países, dos realidades, la siguiente frase: “Cataluña sola se ha enfrentado a sus enemigos y los ha derrotado con eficacia. En la práctica, los catalanes han visto que ya tienen un Estado”. Y días más tarde en varias ocasiones lanzaba mensajes de contenido similar: “La respuesta de Catalunya al terror demostra que ja està preparada per la independència”. “Els @mossos demostren que la futura república catalana està preparada per a funcionar sola“.

El entonces jefe de prensa de Puigdemont, Pere Martí, siguió la misma línea de argumentación. Escribió en Twitter respecto del affaire de Raúl Romeva con los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania: “Recordáis que decían que no tendríamos relaciones internacionales, que no nos recibiría nadie. Cierto, el conceller Raúl Romeva los recibe en su despacho”. La realidad fue muy distinta, fue Raúl Romeva el que al parecer se coló en la sala de autoridades del aeropuerto de Barcelona, donde el subdelegado de Gobierno recibía a los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Alemania para llevarles a entrevistarse con la vicepresidenta del Gobierno.

El hecho de que Puigdemont y sus correligionarios se hayan puesto a relacionar los atentados con el procés, y que ahora pretendan culpabilizar a los servicios secretos españoles nos da pie a que, dejando muy claro que los únicos culpables son los terroristas, nos preguntemos cómo funcionaron en realidad los responsables y las instituciones catalanas.

Fueron muchos los fallos, los errores y las lagunas de información que rodearon los atentados de Barcelona, desde la indolente actitud ante la información transmitida por la policía belga a la insuficiente investigación en la casa de Alcanar, cuando eran múltiples los factores insólitos que deberían haber hecho sospechar de la posibilidad de un atentado, tal como la misma jueza de guardia insinuó.

“Todos estos fallos tienen un denominador común: la arrogancia y la soberbia de los responsables políticos de la Generalitat”

Desde la resistencia a poner bolardos (¡Madrid nos va a decir a nosotros lo que tenemos que hacer!) hasta la negativa a que actuasen la Policía Nacional y la Guardia Civil. Desde el hecho de que no había policía en Las Ramblas en el momento del atentado a la ausencia de información acerca de lo que en realidad ocurrió en Cambrils. Desde la carencia de explicación de cómo se pudo escapar Younes tras el atropello de Las Ramblas hasta saber cómo pudo estar cuatro días huido sin conocimiento de la policía, y que solo dieran con él tras el aviso de una ciudadana. Desde saber por qué no se interrogó en el primer momento al único herido en la casa de Alcanar, a la razón de por qué tan solo dos terroristas pudieron ser detenidos, resultando abatidos (como se dice) todos los demás, y que, al margen de circunstancias legales y éticas, impidió la posibilidad de contar con mucha más información de la célula terrorista y de los atentados.

Todos estos fallos y lagunas tienen un denominador común (obviando las gotas de corporativismo que les son predicables a los Mossos como a cualquier otro colectivo): la arrogancia, la fachenda y la soberbia de los responsables políticos de la Generalitat que desde el primer momento quisieron instrumentalizar los atentados para ponerlos al servicio del procés y manifestar al mundo (se creen su ombligo) que son autosuficientes y mejores que lo que llaman el Estado español.

En estos momentos continúan utilizando los atentados para transmitir al exterior su paranoia victimista; solo que en esta ocasión con la aquiescencia y complicidad del Gobierno español y de su presidente que se cree Napoleón, pero se asemeja mucho más a Fernando VII.

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