The Objective
Carlos Padilla

Ábalos y Jésica: no era amor

«Andan haciendo piruetas para ver cómo la nombran: ‘amiga, expareja, amante’. Pero el periodismo está para poner nombre a las cosas: Jésica era una prostituta»

Opinión
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Ábalos y Jésica: no era amor

Ilustración de Alejandra Svriz.

Salvo Leticia Dolera y todos los que hayan visto el tráiler en lugar de las más de dos horas de película, entenderéis que la Anora de Sean Baker, triunfadora absoluta en los Oscar, no romantiza la prostitución. Claro que hay momentos de comedia, mal que le pese a Leticia, y qué vida no los tiene, por mísera y fracasada que sea. No debemos temer, según la creencia turulata de Dolera, que ahora las niñas tras ver a Mikey Madison restregarse con desconocidos en un club de suelo pegajoso, quieran ser prostitutas. Seré claro y escatológico: ser puta es una mierda, la prostitución es una mierda, los puteros son una gran mierda, y ninguna mujer –u hombre– sueña con dedicarse en el futuro a tener sexo con gente como quien corrige exámenes. De manera ordinaria, fría, de trámite.

Donde hay un contrato para el sexo, no hay deseo, hay pasta. Hay un consentimiento viciado. No hay un derecho a follar, ni a que te hagan una felación. Como no hay derecho a tener hijos, a ser amado o vivir en un chalet con jacuzzi y vino del caro. Con la prostitución pasa igual que con los vientres de alquiler: los que están a favor, o al menos, no en contra de manera taxativa, siempre piensan en las otras. No deben temer que sea su hermana la que, desesperada por no poder pagar la hipoteca o esperanzada en pagarse un viaje a Miami –me da lo mismo–, recurra a tener un hijo para, nada más parir, no volver a verlo jamás. ¿A alguien, pensándolo fríamente, le parece razonable? Pero, por centrar el tiro en el asunto de la cópula. Nos podrá parecer incoherente que un miembro del PSOE, partido abolicionista de la prostitución, apoquine por compañía, pero eso se lo cargará en su billetera. Siempre que se lo pague él, claro.

«¿Por qué echó Sánchez realmente a Ábalos de su Gobierno? ¿Basándose en qué lo volvió a meter en las listas electorales de 2023?»

Aquí incoherentes somos todos, en mayor o menor grado. El ateo que reza a los pies de una cama de hospital para que se salve su familiar, el ultraconservador que va camino del cuarto divorcio, el pacifista que se pone violento con tres copas de más… Ahora bien, como ya dijo aquí Álvaro Nieto, no se trata ahora de medir incoherencias entre el partido y la persona. Se trata de si buena parte de sus incoherencias las hizo con nuestro dinero, y ahí más que contradicciones, lo que hay son presuntos delitos. A pesar de que buena parte del gremio de informadores anduvieron de risas y compadreo, hubo periodistas como Ketty Garat haciendo su trabajo, y ya hace tiempo que las risas se tornaron en caras mustias. Los medios que informan del Caso Ábalos andan haciendo piruetas para ver cómo nombran a Jésica Rodríguez, «amiga», «expareja», «amante». Dado que el periodismo está para ponerle nombre a las cosas: Jésica era una prostituta.

Y repito, no estamos en este momento obsesionados con censurar que un ministro requiera los servicios de una escort, que ya de por sí tendría tela que cortar, sino que los servicios de esa señora, más sus puestos a dedo en empresas públicas, hayan sido sufragados con nuestros impuestos. La señora Rodríguez, obligada a decir verdad en su declaración en el Tribunal Supremo, confirmó que había estado trabajando durante más de dos años, primero en Ineco y luego en Tragsatec, cobrando sin ni siquiera saber dónde tenía su puesto de trabajo. Aunque desconocía, cándida, que eran empresas públicas dependientes de Transportes y Agricultura. Como tampoco quiso nunca ocuparse de a quién le debía el vivir por la cara en un pisazo de la madrileña plaza de España durante cerca de un par de años. No lo pagaba Ábalos, no lo pagaba Jésica. ¿Qué será, será?

Hace tiempo que THE OBJECTIVE reveló buena parte de las misteriosas razones por las que Sánchez expulsó al político valenciano de su círculo de confianza y del Consejo de Ministros. La «oscura doble vida». Ahora las persianas se han levantado, el sol ya está aquí y todo huele demasiado mal. Por eso siguen siendo urgentes las respuestas que Pedro Sánchez no ha dado: ¿por qué echó realmente a Ábalos de su Gobierno? ¿Basándose en qué lo volvió a meter en las listas electorales de 2023? ¿Qué motivos había para, preguntado por su mano derecha, no poder decirle los motivos del despido? ¿Había algo que ocultar? ¿Conoció lo que pasaba con Jésica Rodríguez? Y una extra para Ana Redondo, ministra de Igualdad, que hace unos días anunció su intención de sacar adelante una ley abolicionista de la prostitución durante esta legislatura; ¿cuenta con el voto a favor del diputado del Grupo Mixto, señor José Luis Ábalos Meco?

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