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Rafael Pampillón

Seis razones contra el proteccionismo: en la guerra de Trump todos perdemos

«Las barreras al comercio han sido utilizadas recurrentemente como una herramienta política y económica con efectos que rara vez benefician a la sociedad»

Opinión
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Seis razones contra el proteccionismo: en la guerra de Trump todos perdemos

Ilustración de Alejandra Svriz.

Desde tiempos inmemoriales, el comercio ha sido un motor de crecimiento, innovación y prosperidad. En cambio, las barreras al comercio, como los aranceles, han sido utilizadas recurrentemente como una herramienta política y económica con efectos que rara vez benefician a la sociedad en su conjunto. En la actualidad, la política proteccionista impulsada por Donald Trump ha reavivado el debate sobre los efectos de estas medidas en la economía global.

Un consenso casi absoluto entre economistas

Si bien los economistas pueden discrepar en muchos aspectos, su opinión sobre el proteccionismo es notablemente homogénea. Gregory Mankiw, profesor en la Universidad de Harvard, recoge en su libro Principios de Economía una encuesta en la que el 93% de los economistas concuerdan en que los aranceles a las importaciones suelen reducir el bienestar general. Y es que proteger industrias nacionales mediante barreras comerciales no es otra cosa que eliminar el mejor estímulo que existe para la mejora de la competitividad: la competencia.

Desde hace décadas, los países emergentes como China, México y otras naciones de Asia y América Latina han sido señalados como los responsables de la pérdida de competitividad de sectores industriales en países desarrollados, como por ejemplo Estados Unidos. No obstante, imponer aranceles sobre sus productos no es una respuesta efectiva ni sostenible. Veamos por qué:

Seis razones en contra del proteccionismo

1. El argumento de la competencia desleal es cuestionable. Se suele afirmar que los países emergentes compiten de forma desleal debido a sus bajos salarios y condiciones laborales precarias. Sin embargo, esta situación es parte de un proceso natural de desarrollo. Desde la Primera Revolución Industrial, las economías industrializadas han seguido caminos similares: salarios bajos al inicio, acompañados de un crecimiento paulatino del nivel de vida. Por eso, China y otros países han respondido con un argumento contundente: «Estamos haciendo lo que ustedes hicieron para hacerse ricos». Y efectivamente, con el tiempo, sus salarios y nivel tecnológico han ido en aumento, reflejando la mejora de su economía y calidad de vida.

2. No es una solución, sino un parche temporal. Los aranceles pueden parecer una solución rápida para proteger ciertos sectores, pero solo esconden los problemas sin resolverlos. Si una industria en EEUU no puede competir en costes con otros países, la solución no es encarecer los productos importados, sino fomentar la innovación, la automatización y la mejora de procesos productivos. Poner una barrera arancelaria es como curar una infección con un vendaje en lugar de un antibiótico.

3. Los países emergentes son los mejores clientes potenciales. El proteccionismo ignora un punto clave: los mercados emergentes no solo producen, sino que también consumen. Al imponer aranceles u otras barreras comerciales a estos países, EEUU y otras naciones desarrolladas se cierran la puerta a futuros consumidores de sus bienes y servicios. A medida que estas economías crecen, su capacidad de compra se incrementa, lo que representa una gran oportunidad para los países que exportan bienes de alto valor añadido. Un mercado chino o latinoamericano próspero es beneficioso para EEUU.

En este sentido, los países emergentes son nuestros mejores clientes potenciales. Sin embargo, la subida de los aranceles, aunque puede reducir las importaciones, también puede afectar negativamente a las exportaciones de EEUU por dos vías: a) Daña las economías de los países afectados por los aranceles, lo que reduce su capacidad de compra de bienes y servicios en el exterior; y b) Los aranceles estadounidenses pueden provocar represalias de otros países, es decir, el aumento de sus propios aranceles, lo que disminuiría la compra de productos estadounidenses. Esto, en última instancia, supone un mayor déficit comercial.

4. En general la historia muestra que el proteccionismo lleva al estancamiento. Hay evidencia empírica de que los países más cerrados al comercio suelen presentar niveles de vida más bajos, mayor pobreza y menor desarrollo democrático. Ejemplos como la autarquía española bajo Franco, los antiguos regímenes comunistas y casos actuales como Cuba o Corea del Norte muestran que aislarse económicamente del mundo es sinónimo de pobreza y atraso. La globalización, con todas sus imperfecciones, ha sido una herramienta poderosa para la reducción de la pobreza y el crecimiento económico en muchos países.

5. El nacionalismo económico perjudica a los consumidores. Uno de los efectos más inmediatos de los aranceles es el encarecimiento de los productos. Los consumidores terminan pagando más por bienes que antes podían adquirir a precios más competitivos. Además, el proteccionismo genera industrias ineficientes que dependen de subsidios y protecciones gubernamentales, lo que en última instancia deteriora la economía en su conjunto. El lema de Trump, “América primero”, puede sonar atractivo en términos políticos, pero en términos económicos significa costes más altos para los estadounidenses.

«Como dijo Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna: ‘El comercio y la producción son las fuentes genuinas de la riqueza de las naciones’»

6. Ineficiencia. Los aranceles alteran la economía de EEUU al incentivar a los productores locales a invertir recursos en bienes y servicios que serían más baratos si se importaran. Esto desvía trabajo y capital de sectores más eficientes, afectando la productividad, los salarios y el crecimiento económico, mientras que los precios suben. Además, las medidas arancelarias provocan represalias comerciales, debilitando relaciones económicas y alianzas estratégicas.

¿Libre mercado o proteccionismo?

Los defensores del libre comercio argumentan que el mercado es el mejor mecanismo para asignar recursos de manera eficiente, fomentar la innovación y generar prosperidad. En contraste, las políticas proteccionistas fomentan la corrupción, distorsionan el mercado y reducen la actividad económica al permitir que ciertos grupos de interés compren favores políticos.

Los países con economías abiertas, instituciones sólidas, sistemas fiscales justos y seguridad jurídica suelen tener mejores herramientas para combatir la pobreza y mejorar el bienestar de su población. Cuando las reglas son claras y la competencia es justa, la economía florece.

Por tanto, si bien es comprensible que ciertos sectores industriales busquen protección ante la competencia extranjera, la respuesta no puede ser cerrarse al mundo. La clave está en la innovación, la educación y la adaptación a los nuevos paradigmas económicos.

Confiemos en que los aranceles de Donald Trump sean revertidos cuanto antes. Como dijo Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna: “El comercio y la producción son las fuentes genuinas de la riqueza de las naciones”. Un recordatorio de que la prosperidad depende de la apertura y la cooperación económica, no del aislamiento. Una advertencia que la historia ha demostrado cierta en más de una ocasión.

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