Sánchez y la trampa de Vox
«Sánchez prefiere generar la imagen de un líder mundial solitario que no necesita negociar, ni informar, ni nada. Porque él lo vale»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Hace unos días el presidente del Gobierno anunciaba una ronda de contactos con los representantes de todos los grupos parlamentarios para analizar, en sesiones continuas de sillón caliente de 20 a 30 minutos, la nueva situación geopolítica creada por la traición de Trump a Ucrania y a los países aliados europeos y la necesidad de incrementar el gasto militar español. Con todos los grupos no. Sánchez puso especial énfasis en anunciar que se reuniría con todos menos con Vox. Podría parecer lógico dado el alineamiento de Abascal con las tesis de Trump. Pero esa lógica se rompe en pedazos cuando confirma que sí se va a reunir con algunos socios de gobierno y de legislatura que son seguidores activos de las tesis de Putin como Bildu o Podemos o que defienden acciones pasivas contrarias al incremento del gasto en defensa que también benefician al invasor, como Sumar o ERC.
Tratan de poner en valor a Vox mediante su exclusión total de cualquier contacto institucional, sabiendo que eso puede suponer que, por reacción, haya un porcentaje del electorado antisanchista que se indigne y suba su apoyo a Abascal. Suponen Sánchez y sus analistas que esos movimientos serían en detrimento del voto decidido al Partido Popular. En esa contradicción política constante, que con mucho éxito vive y explota, Sánchez sabe también que necesita, sí o sí, el voto del PP para sacar adelante cualquier propuesta de incremento del gasto en defensa. Unas propuestas que en realidad son obligaciones no cumplidas desde hace muchos años a la OTAN y que ahora también exigen desde la Unión Europea.
Ninguno de los socios de legislatura de Sánchez lo van a apoyar. Ni siquiera Sumar, su socio de gobierno. Son todos contrarios. Muchos han manifestado desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania que la mejor forma de acabar con la guerra era la rendición de Zelenski y se mostraban contrarios al financiar y enviar armas a Kiev. Para esa paz de cementerios, concedían al carnicero Putin todo lo que había robado y saqueado. Este era el nivel y esto es justamente lo que ahora pide Trump para Putin, su amigo y socio cómplice en el saqueo.
Tampoco Vox ha sido excesivamente beligerante contra el presidente ruso. A Abascal le ha podido más su amistad e intereses con Orbán, el amigo húngaro de Putin. Y ahora ese interés está multiplicado con Trump. Abascal ha convertido a Vox en una mera filial de Trump. Veremos qué pasa en abril cuando EEUU suba los aranceles de productos agrícolas y alimentos europeos y eso haga un daño especial a las exportaciones de muchos votantes del campo de Abascal.
Una situación compleja, contradictoria, sorprendente, que ha modificado y movilizado a todos los gobiernos de la Unión Europea en una nueva alianza con el Reino Unido, Canadá o Australia. Los viejos aliados ahora desconfían del presidente del país que lideraba esa alianza desde la Segunda Guerra Mundial. Los Estados Unidos de Trump ya no son aliados y ni siquiera son de fiar. El poder de sus arbitrarias decisiones políticas, comerciales y militares van a causar mucho daño a sus aliados y ha generado en algunos de ellos directamente miedo. Es curioso que Sánchez que llevaba años criticando públicamente a Trump, desde hace unas semanas, ya no se atreve a citarle por su nombre y apellido.
La Unión Europea necesita reorganizarse militarmente. Y España es visto por todos lógicamente como el país que menos invierte en defensa. Todo lo establecido está cambiando rápidamente. Y en este contexto, ni una sola llamada ha recibido el líder de la oposición desde Moncloa para ser informado de estos terremotos del orden internacional. Sánchez ha despreciado siempre cualquier amago de informar o consensuar cualquier cuestión de estado con el PP. Ha confiado siempre en que al final el PP lo apoyaría por sentido de estado, y le salvaría de los votos contrarios de sus amigos y socios del gobierno.
Ahora necesita otra vez los votos del PP. Pero le puede su ego. No lo va a solicitar. Lo envuelve en una ronda que esconde todo el desprecio y ninguneo con el que trata siempre a Núñez Feijóo. 20 minutos y en sillón caliente con los prorrusos de Podemos o Bildu. Este es el sentido de estado que tiene Sánchez. Le gusta al inquilino de la Moncloa criticar al PP por sus pactos con Vox y ponerles de ejemplo la decisión a ultranza de los conservadores alemanes de la CDU/CSU de no pactar nunca nada con la extrema derecha alemana de AfD. Olvida Sánchez la segunda parte de la historia. Y esa segunda parte es que los derrotados socialdemócratas del SPD estén dispuestos a pactar con los conservadores para que puedan gobernar sin necesitar a la extrema derecha.
Eso es Alemania. En España, Sánchez prefiere generar la imagen de un líder mundial solitario que no necesita negociar, ni informar, ni nada. Porque él lo vale y ninguno de los centenares de asesores que tiene en la Moncloa son capaces decirle que en cuestiones de estado los acuerdos de estado son imprescindibles y para ellos es imprescindible el respeto de estado. Nunca lo ha cultivado con el PP. Sus aparentes maneras suaves son protocolariamente más salvajes que las que tenga la más salvaje extrema izquierda. Desprecia a Feijóo y a la vez le lleva al callejón de que se vea obligado a apoyarle. Una crisis internacional que es analizada en la Moncloa como una ocasión de oro para tapar los escándalos de corrupción de ministros o familiares suyos. Y para tapar más cosas. Sánchez vive una paradoja con Trump. Le critica por sus políticas sobre la inmigración y luego él mismo cierra en España acuerdos xenófobos y racistas con Junts.
Esta calculada trampa de enardecer a Vox para restar fuerza al PP no está acabando de funcionar. Las encuestas electorales apuntan peligros ciertos para Sánchez y la más preocupante es la que anuncia un hundimiento fortísimo de Sumar. La fuerza que supuestamente sigue representando Yolanda Díaz sigue su camino en picado, incluso serían superados por Podemos. Los socios de Sánchez merman y pueden impedir nuevos experimentos Frankenstein.
Sánchez no tiene el apoyo de sus socios para incrementar el gasto militar. Ha conseguido asquear a buena parte de su militancia y votantes con un pacto de inmigración racista y xenófobo con Junts. No ha conseguido, por segundo año consecutivo, aprobar unos presupuestos generales. Y en cada proyecto que intenta sacar adelante le están haciendo, como le prometieron, “mear sangre”. Y si todo esto no bastara, tiene los escándalos de corrupción, más cercanos en lo personal y político, que ningún otro presidente haya tenido nunca. Antes le funcionaba agitar a Vox para aunar tropas. No está claro, según las encuestas, que le pueda seguir funcionando mucho tiempo. Ni a él, ni a España.