Ardor guerrero en el corazón de Europa
«Ni las trampas, mentiras y traiciones a sí mismo de Sánchez ni el provincianismo intelectual del PP sirven en una instancia en la que se juega la paz de generaciones»

Ilustración de Alejandra Svriz.
«Los Estados Unidos son actualmente la única superpotencia global y Eurasia es el principal campo de juego del planeta. Lo que suceda con la distribución del poder en el continente euroasiático tendrá una importancia decisiva para la primacía global y el legado histórico estadounidense». Así concluía el libro El gran tablero mundial de Zbigniew Brzenziski, consejero de Seguridad Nacional con el presidente Carter y un auténtico halcón de la política internacional.
Este polaco nacionalizado americano creyó en el fin de la Historia, anunciado por Francis Fukuyama, y estaba obsesionado por garantizar el imperio unipolar americano frente a las tentaciones de Rusia de recuperar una influencia decisiva en el orden internacional. Casi un siglo antes que él un geógrafo inglés, Harfold Mackinder, había establecido ya una doctrina geopolítica perdurable, según la cual gobernará el mundo quien domine el corazón de Eurasia. Una parte esencial de los latidos de ese corazón se encuentra precisamente en Ucrania.
Recomienzo la lectura del citado libro, pues permite analizar mejor la situación actual de Europa, convertida desde la victoria aliada de la Guerra Mundial en un simple protectorado americano. Al parecer eso se va a terminar, de modo que conviene analizar las decisiones, aparentemente apresuradas y estrambóticas, de Trump como un intento genuino de continuar la tradición imperialista de la historia estadounidense sin tener que ocuparse de los indolentes europeos.
Su aspiración de incorporar Groenlandia e incluso Canadá y de explotar las tierras raras de Ucrania responde a la necesidad de materias primas que permitan a la vilipendiada tecnocasta mantener su dominio sobre las redes tecnológicas de nuestro continente. La expulsión del mismo de Huawei ha sido condición indispensable para el potencial control de los datos de 500 millones de ciudadanos europeos, de modo que China no sea el vencedor absoluto de la carrera tecnológica.
La apresurada ampliación de la UE y la OTAN hacia el este, que Moscú consideró siempre una amenaza para su seguridad, y la intervención de la CIA en la revolución rosa ucraniana, incluido el apoyo a las protestas masivas de la plaza Maidán contra el presidente Yanukovich, aliado de Moscú, se inscriben en la estrategia ya expuesta de pretender el dominio unipolar americano.
«La crisis actual ha puesto de relieve la desorganización de la UE, las rivalidades internas y las dificultades para un rearme»
Previamente la ilegal intervención de la Alianza Atlántica en Yugoslavia, la fragmentación de su antiguo Estado en media docena de países basados en nacionalismos identitarios, y el reconocimiento de la unilateral independencia de Kosovo, debilitaron también la fortaleza de un proyecto europeo imposible de gobernar hoy si se mantiene el derecho de veto de todos y cada uno de los Estados miembros. Por lo demás cuando Trump recrimina a Zelenski el andar jugando con la tercera guerra mundial lo hace sobre la base de que las dos primeras estallaron en el corazón de Eurasia, cuya estabilidad ha sido ahora amenazada por la invasión rusa de Ucrania.
En estas circunstancias parece improbable la retirada absoluta de la Alianza Atlántica del Viejo Continente, pero es evidente que Europa tiene que velar por sí misma de su seguridad. La crisis actual ha servido para poner de relieve, sin embargo, la desorganización de la UE, las rivalidades internas y las dificultades objetivas para un rearme continental.
Hemos visto a un Macron, debilitado hasta el extremo, tratar de emular al general De Gaulle precipitándose a protagonizar el diálogo con la Casa Blanca y prometiendo el amparo de la disuasión nuclear a sus vecinos, condición que prioritariamente nos afecta a los españoles. A Starmer competir con él pese a su no pertenencia a la Unión después del Brexit. Y a Von der Layen convocar en última instancia a los representantes de esta y a los jefes de operaciones y de los estados mayores militares de los países miembros. Por lo demás, las declaraciones han subido de tono. Ya se ha definido políticamente que la ilegal invasión de Ucrania es una amenaza, casi una declaración de guerra, a toda Europa.
Las legítimas garantías de seguridad que Zelenski demanda, caso de que hubiera un alto el fuego o incluso un acuerdo de paz, han desbordado en sus aspiraciones hasta facilitar un acuerdo exprés para la inclusión del país en la UE y promesas eficientes de que se incorporará también a la OTAN. En sus orígenes esta, no obstante, fue una respuesta a la existencia del Pacto de Varsovia organizado por la Unión Soviética, que se desintegró a la par que la propia Unión. La paz en el continente se vio garantizada durante la Guerra Fría por la destrucción mutua asegurada, mediante la acumulación de ojivas nucleares por los gobiernos de Washington y Moscú.
«No puede haber paz en nuestro continente si no hay un acuerdo de nuestros países con el un día denominado oso moscovita»
El ambiente que se respira hoy es que una Corporación Europea de Defensa, si se lograra instituir de manera acelerada en las actuales circunstancias, sería una coalición frente a una auténtica amenaza rusa contra Europa. Vladimir Putin ha contestado que si esa es la hoja de ruta Rusia considerará a Europa como su potencial enemigo.
Y sin embargo la historia y la geografía nos enseñan que no puede haber paz en nuestro continente si no hay un acuerdo de nuestros países con el un día denominado oso moscovita. El olvido de esta realidad ha costado ya en la actual guerra cientos de miles de muertos y heridos y hasta ocho millones de desplazados. Respeto y comprendo la energía patriótica de Zelenski y su ejército cuando prometen y se esfuerzan por su victoria, pero esta es cada día más improbable, sobre todo después del giro decidido por la Casa Blanca.
En este ambiente Sánchez, más su caprichoso ministro de Exteriores, y Feijóo, con su lamentable portavoz parlamentario, deberían asumir la necesidad de apearse de los discursos de inteligencia artificial y estupidez natural con los que nos siguen castigando. Ni las trampas, mentiras y traiciones a sí mismo del presidente del Gobierno, ni el provincianismo intelectual de la gestión de los populares, puesto de relieve en la ominosa gestión de la catástrofe valenciana, sirven en una instancia en la que se juega la paz de las jóvenes, y no tan jóvenes, generaciones.
Pedro Sánchez, principal responsable del desatino de un Gobierno incapaz de legislar democráticamente, preso de la afición a hacerlo por decreto, huidizo ante el control del Parlamento, podrá seguir sorteando la corrupción y el puterío de su partido, lo mismo que la ignorancia culpable de sus familiares, pero no puede hacer frente a esta situación si no recaba el amplio apoyo de la soberanía popular.
«Sánchez, sus ministros felones, y su insaciable ZP, deberían de una vez dejar de luchar por el futuro de la legislatura y trabajar por el del país»
Aunque reconozco y me preocupa la emergencia de la extrema derecha, es inadmisible que a la hora de convocar a los grupos parlamentarios para plantear nada menos que una política armamentista excluya al tercer grupo de la Cámara, como Vox, mientras pacta con un fugitivo de la justicia y entrega a los herederos del terrorismo etarra parcelas de poder no desdeñables. Su obligación de servir al interés general, más aún cuando se habla de guerra y paz, no le permiten actitudes facciosas de ese género. Él, sus ministros felones, y su insaciable Zapatero, deberían de una vez dejar de luchar por el futuro de la legislatura y trabajar por el del país.
En cuanto a Feijóo, ordene de una vez a su nuevo asesor electoral y antiguo jefe de campaña de los socialistas dejar de producir ingeniosos vídeos que contribuyen a la desinformación y constituyen una auténtica máquina del fango. Tras el silencio sobre las razones para el cambio unilateral y sorpresivo de nuestra política en el Sáhara Occidental, la contribución a un proyecto de rearme europeo no puede ser diseñada unilateralmente por el Gobierno. Tampoco debe ser apoyada por la oposición si no se comparten acuerdos eficaces y consensuados y un sistema de vigilancia que garanticen su cumplimiento; si no se somete a la opinión preventiva del Consejo de Estado y del Poder Judicial y no se permite a los mandos y expertos militares comparecencias públicas que aclaren el significado de las acciones previstas.
Sánchez no puede pedir apoyo indiscriminado a sus gestiones en ese terreno. No tiene credibilidad, honestidad ni inteligencia que le permitan hacerlo. Pero por lo mismo el Partido Popular ha de saber que, haya o no elecciones anticipadas, el presidente del Gobierno merece la ayuda de la oposición en circunstancias así solo si existe un pacto condicionado y explícito con garantías mutuas respecto a su cumplimiento. Dar por descontado que el ardor guerrero y la presión de Bruselas, París y Berlín no dejan otra salida sería un imperdonable error.